Colombiano duró secuestrado tres años por sus jefes en Argentina

Lun, 11/01/2016 - 11:05
Aún lo aquejan los dolores en la espalda, pero ya normalizó su peso. Comienza su rutina bien temprano en las calles de Cali vendiendo papel higiénico. Hace dos años hacía y vendía muebles en Bue
Aún lo aquejan los dolores en la espalda, pero ya normalizó su peso. Comienza su rutina bien temprano en las calles de Cali vendiendo papel higiénico. Hace dos años hacía y vendía muebles en Buenos Aires, Argentina. También lea, La colombiana que escapó de una red de prostitución en Ecuador. A ese país se fue con una promesa de trabajo que sentía, no podía rechazar. Iba a ganar casi cuatro veces más de lo que ganaba por un trabajo no calificado en Cali. Además que siempre quiso salir del país y montar por primera vez en avión. También vea, ¿Cómo la trata de personas afecta a Colombia? Así comienza la historia de Julián Londoño Suaza, una de las tantas víctimas colombianas de explotación laboral que con promesas falsas resultan trabajando en las peores condiciones en otros países. Según datos de la Cancillería, entre el 2012 y principios del 2015, hubo 52 víctimas colombianas de esta modalidad de la trata de personas. De este número de víctimas, 33 se registraron en Argentina, siendo este país el más denunciado por explotación laboral. Julián Londoño Suaza, de 25 años, dice que fue engañado por una prima de su mamá, de nombre Lina quien lo convenció y llevó a Buenos Aires para que trabajara en una fábrica de madera, en donde iba a ganar alrededor de dos millones de pesos colombianos mensuales. Allá lo estaba esperando también otro colombiano, Héctor Sepúlveda, quien prestaba plata en la modalidad gota a gota en la capital argentina. Sin embargo, como él mismo afirma, su pesadilla inició el seis de marzo del 2011 cuando llegó a Buenos Aires. Julián describe el sitio como húmedo, pequeño, con bastante polvo de aserrín y olor a pintura. Allá se sorprendió al ver otros ocho colombianos, de los que se acuerda había uno bogotano, otro de Medellín y el otro, así como él, oriundo de Cali. Los otros dos trabajadores eran de Ecuador y Bolivia. Julián Sebastián Londoño y esposaJulián y su esposa. Foto tomada del Facebook. “Cuando llegué allá me cogieron el pasaporte y nos advirtieron que si sacábamos los papeles legales nos moriríamos de hambre o nos mataban. De igual manera, me dijeron que tenía que trabajar desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche, y me prohibieron comunicarme con mi familia. Me prometieron que me iba a ganar dos millones de pesos y resultó siendo una mentira, resultaron pagándome casi 400 mil pesos colombianos”. No obstante, el horario de trabajo y el pago no era el mayor de los problemas.  “Nos encerraban en algo parecido a un galpón, que era la fábrica de muebles, donde dormíamos en el suelo, la almohada era la maleta de mano y la cobija era la chaqueta que llevamos a Buenos Aires. (…) Hacíamos nuestras necesidades en una bolsa, siempre aspirando aserrín, el cual nos estaba enfermando. En época fría igual nos tocaba bañarnos con agua helada recogida del agua lluvia. Eran constantes lo dolores de cabeza y las gripas”. Como si fuera poco, Julián indicó que la alimentación fue lo que más le dio duro en su larga estadía en Buenos Aires. “Comía un pedazo de huevo en la mañana con pan y agua, y la otra mitad nos la daban en la noche con un poquito de arroz”. El único momento que veían la luz solar, relata Julián Esteban, era cuando los sacaban a vender los muebles a la ciudad, pero siempre custodiados para evitar que se fueran a fugar. “Y cuando se averiaba algún mueble para la venta, nos lo descontaban del sueldo”. En una de esas salidas, Julián conoció a una joven bonaerense, de la que se hizo novio y se convertiría en la madre del único hijo que tiene. Temprano en la mañana en la fábrica Crédito Artesanal, los ponían a cortar la madera, perfilarla, pintarla y adornarla. Al poco tiempo de trabajar allí, Julián se dio cuenta que ese negocio daba mucho dinero y que uno de los dueños,  era el gendarme de la policía de Buenos Aires. Julian Sebastián Londoño 4 Después de tantas humillaciones y tratos inhumanos, Julián decidió denunciar a Héctor Sepúlveda ante las autoridades de Buenos Aires, sin importar las consecuencias, consecuencias que no tardaron en aparecer. “Me amenazaron, me robaron la tarjeta militar, la cédula, e incluso me hicieron un atentado. Eso fue un viernes a las nueve de la noche. Estaba con mi esposa, que en ese momento tenía siete meses de embarazo, cuidando un terreno de uno de los dueños de la fábrica cuando llegó un tipo en una camionetaa danos bala". Después de ese episodio, Londoño Suaza acudió a la embajada de Colombia en Argentina. Al poner de sobreaviso a las autoridades en Argentina de su situación, lo enviaron a él y a su esposa embarazada “a un hotel con policía en la entrada, antes que me repatriaran a Colombia hace dos años. Sin embargo, el proceso de repatriación fue lento porque no había dinero para el tiquete aéreo de mi esposa, pues me vine con ella porque allá ella corría peligro”. Según relata Julián, hasta ese momento se pudo comunicar con su familia en Cali, y posteriormente supo que sus compañeros de trabajo se escaparon de la fábrica, otro de los colombianos fue repatriado. No obstante, desconoce qué habrá pasado con los responsables del atentado en su contra y de las personas que lo llevaron engañado a Argentina. Actualmente Julián Esteban trabaja vendiendo papel higiénico dentro de un proyecto productivo que le ofreció el gobierno colombiano luego de llegar al país. Sin embargo, pide que la alcaldía de Cali le ayude, pues su condición económica no es la mejor, después que nació su hijo.
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