En 2001, una esquirla de granada le voló el ojo izquierdo a Marie Colvin en la guerra civil de Sri Lanka. Sin saberlo, su cuenca vacía se convertiría en ejemplo de firmeza para todos los colegas que hoy lamentan su muerte.
La mañana del martes 21 de febrero, once años después de sufrir una herida irreparable, la valiente reportera de guerra no se imaginaba que un obús –carga de calibre 20 utilizada para atacar blancos de difícil penetración–, atravesaría el apartamento en el que además de ella, moriría el fotógrafo francés Remi Ochlik y quedarían gravemente heridos el reportero gráfico que la acompañaba, Edith Bouvier del periódico Le Figaro, y una estadounidense no identificada.
Tras peligrosas jornadas de enfrentamientos entre el régimen de Bashar al-Assad y la fuerza popular, un proyectil destrozó el improvisado centro de prensa ubicado en el barrio de Baba Amor, en la ciudad de Homs. Según comunicaciones interceptadas por la inteligencia libanesa, el ataque fue planeado por la armada siria.
El fotógrafo Remi Ochlik murió junto a Marie Colvin en Siria.
Colvin, de 56 años, trabajó en medio de grandes conflictos como el de Sierra Leona, Timor Oriental, Kosovo, Zimbabue y Chechenia. Asimismo, sus últimos viajes a Túnez, Egipto, Libia y Siria buscaban mostrar la crudeza de la guerra. Los episodios sangrientos que presenció endurecieron su sensibilidad, pero jamás alejaron su corazón de la guerra. La intención de Marie Colvin era abrir una ventana para quienes solo pueden entender el conflicto a través de una noticia.
Colvin fue la mayor de cinco hermanos. Se casó tres veces pero nunca tuvo hijos. El día antes de su muerte había entregado su último reportaje, un dramático video en el que mostraba la muerte de un niño herido en una explosión, y la desesperación de sus padres al no poder salvarlo. “Debe mostrarse para que la audiencia pueda sentir lo fuerte de esta realidad”, contestó Colvin al periodista Anderson Cooper luego de que este cuestionara el crudo contenido de sus imágenes. Fue la última entrevista que dio Colvin.
La noche anterior a su muerte, el editor de London Sunday Times le había ordenado abandonar el lugar debido al deterioro de la situación; sin embargo, como contó su madre desde East Norwich, “Ella tenía que quedarse, quería terminar otra historia más".
Marie Colvin le dedicó 30 años de su vida a la reportería de guerra.
De los 30 años que ejerció como reportera egresada de la Universidad de Yale, dedicó 25 al London Sunday Times. Su misión era informar los horrores de la guerra con precisión y sin prejuicios. “Siempre tenemos que preguntarnos si el nivel de riesgo que corremos es parejo al interés de la historia que queremos contar: distinguir entre lo que es valentía y lo que es bravuconería", dijo. Esta rubia, destinada a llevar un parche negro sobre su cara pálida, siempre proyectó fuerza en medio de los campos de batalla, un escenario hostil para las mujeres.
Hoy el mundo rinde homenaje a esta mujer guerrera que a pesar de los tropiezos nunca abandonó sus convicciones. Su injusto asesinato fue rechazado por quienes los habitantes de Homs y por cientos de medios periodísticos de todo el mundo.
Flores, velas y mensajes adornaban la iglesia de St Bride’s de Londres, la de los periodistas, donde en noviembre de 2010 Colvin tomó la palabra para explicar los riesgos que corría. Esta mujer, a quien nunca le gustó el protagonismo ni tener los lentes de las cámaras sobre ella, hoy estaría disgustada por ser el centro de atención.
Fotos: Remi Ochlik.
