El colombiano que inventó el dirigible

Sáb, 13/07/2013 - 12:01


La muy citada frase de Newton: “Si he llegado a ver más lejos es porque me alcé sobre hombros de gigantes” es significativa. Es una dinámica de ayudas anteriores en la que encontramos
La muy citada frase de Newton: “Si he llegado a ver más lejos es porque me alcé sobre hombros de gigantes” es significativa. Es una dinámica de ayudas anteriores en la que encontramos la historia de Carlos Albán, payanés quien inventó y patentó el globo aerostático o dirigible, que significó toda una revolución en la aviación de inicios del siglo XX, y que por desencuentros y filiaciones humanas de la época y del inventor, no lleva el nombre del colombiano sino del conde Ferdinand  von Zeppelin.
Hacer ciencia en una patria chica Carlos Albán era un hombre polifacético. Fue médico, diplomático, abogado, creyente, catedrático, científico y hasta poeta y militar notable. Una personalidad muy de su época, como Benjamín Franklin, en la que se combinaban la política y la ciencia sin mayores problemas. Además, tuvo una inquebrantable confianza en sí mismo.  Por algo le decían “el Brujo” o “el loco Abán”. Para Francisco de Valdenebro, “Albán transitó como ningún otro colombiano, tantos senderos de la vida colombiana, del conocimiento y de la ciencia”. Eran tiempos no muy propios para dedicarse a la vida científica en Colombia, pues las guerras continuas, el comercio insipiente, las comunicaciones insuficientes hacían que quien pensara en dedicarse al conocimiento lo pensara dos veces. Además, el recuerdo del fusilamiento de la generación del Grito de la Independencia estaba latente. Albán fue un notable militar que luchó del lado conservador, obtuvo victorias imposibles gracias a una “estricta racionalización de los medios en función de los fines”. Podría decirse que era un estratega y que sabía observar. De ahí que entendiese que con todas las limitaciones del país en el siglo XIX fuese mucho más efectiva una patente reconocida en el medio internacional que el nacional.  Aunque Edgar Velásquez, quien escribió una biografía del payanés asevera que “su credo religioso le llevó a creer que sus inventos eran más una contribución a la humanidad que a su patria chica”. Así, sintetizó el quehacer científico de Francisco José de Caldas y el militar de Tomás Cipriano de Mosquera. De hecho, murió en pleno combate en la Guerra de los Mil Días en 1902. General Albán, Kienyke Científico de batallas campales En 1896 fue nombrado cónsul en Hamburgo, cargo que desempeñó hasta 1898. Por estos años, venía trabajando en sus investigaciones sobre la bomba neumobarométrica, el ludión doble, el reloj universal o geográfico y los espejos tricatópricos. Como cónsul la vida diplomática le llevó a conocer a las figuras más prominentes de la naciente Alemania, entre ellas al Káiser Guillermo I, Bismarck y al conde Ferdinand von Zeppelin. En estos años Albán mantuvo una frecuente correspondencia con Zeppelin, quien venía trabajando en la construcción de su primer dirigible rígido, basado en el diseño de David Schwarz, que utilizó en tres ocasiones sobre el lago de Constanza. La experimentación de Albán y Zeppelin se ve reflejado en las consideraciones que el payanés le escribió al alemán, “las grandes ventajas de una envoltura metálica para los globos aerostáticos son: 1. Precio menor, 2. Impenetrabilidad para el hidrógeno, 3. Seguridad contra el fuego, 4. Menor peligro de caer al mar, 5. Mayores medios de dirección en el aire”. Además, Albán fue invitado frecuente a las tertulias y los salones de reunión de la ciudad, en parte por su amplia cultura general y por su figuración como notable científico. Rótulo del que no gozó en Colombia. Finalmente, el general Rafael Reyes, como Ministro de Fomento, concedió la patente # 58 con término de veinte años a su dirigible aerostático rígido, el 9 de octubre de 1888. Como hombre prevenido, Albán una vez con la patente en la mano se reunió de inmediato con el ministro (embajador) estadounidense, con el fin de autenticar su invento. Con esta patente de globos dirigibles forrados en lámina metálica, el general y doctor payanés marchó a Estados Unidos y Europa para probar suerte con su invento. El proyecto de Albán quedó registrado más de diez años antes que Zeppelin obtuviese la suya de la Cancillería Federal Alemana, en 1901. Lo que ha alimentado las suspicacias sobre la originalidad de su invento, pues Zeppelin no fue reconocido antes de su dirigible como un científico o investigador  sino como un general de caballería y matemático empírico que en sucesivos viajes a Norteamérica se empapó de todo el conocimiento posible sobre globos aerostáticos. Lo perdido, perdido está La primera parte de este enredo histórico la descubrieron unos documentos que sacó a la luz pública la revista universitaria que creó Germán Arciniegas, ‘Correo de Los Andes’. En esta publicación se mencionó por primera vez una serie de documentos extraídos del archivo de Albán, entre estos, una fotografía junto con los más grades personajes almenes de la época. Por otro lado, se publicaron también las patentes sacadas en París y en Nueva York por Albán, como su famoso reloj de hora mundial, del que hemos venido hablando, y que se impuso en el mundo, en el que aparecen el calendario de las ciudades más importantes del mundo, entre ellas Londres, París, Nueva York. Se dice que en el reloj que le regaló a su nieta, aparecía también la hora de su natal Popayán. De hecho, es el mismo reloj que apareció en los aeropuertos en el despegue de la aviación comercial colombiana.  
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