El Guerrero de Servientrega

Lun, 23/05/2011 - 15:03
A los pocos días de crear Servientrega, en marzo de 1982, Jesús Guerrero usó una doble identidad para expandirse. En la mañana se vestía como ejecutivo y visitaba a sus clientes con unas tarjetas
A los pocos días de crear Servientrega, en marzo de 1982, Jesús Guerrero usó una doble identidad para expandirse. En la mañana se vestía como ejecutivo y visitaba a sus clientes con unas tarjetas de presentación que le regaló un amigo. En la tarde, se ponía un saco cualquiera para ir a recoger los paquetes que había negociado temprano. Esto despertó algunas inquietudes en sus clientes, quienes le preguntaron por qué él recogía los envíos si decía que trabajaba en una multinacional. Guerrero respondía que tenían mucho trabajo y que por eso se veía obligado a hacerlo él mismo. Pero la verdad era que, en ese entonces, Jesús era el único empleado de Servientrega. Tres días después contrató a un mensajero en el puerto de Buenaventura, y sobre un mapa de Colombia proyectó dónde debía estar en 1990. Aspiraba tener 150 sucursales, 500 empleados, ventas de 500 millones de pesos y 150 vehículos. Pero los cálculos le salieron mal. El crecimiento fue mucho mayor. En la actualidad, Servientrega tiene 22 mil colaboradores a nivel internacional, entre los que se cuentan sus 10.750 empleados en Colombia. En 2010 realizó casi 150 millones de envíos, a los más de dos mil puntos a nivel nacional y 500 a nivel internacional. Para este mismo año, las ventas fueron de 384 mil millones de pesos, y fue la segunda compañía colombiana con más franquicias solicitadas. A los quince años de edad, Jesús dejó la vereda Paeces, del municipio de Jenesano, donde nació hace 47 años. A media hora de la capital de Boyacá, este pueblo es conocido por sus ríos, su producción de papa, maíz, arracacha, frijol y arveja, y, sobre todo, por su temperatura: sus 18 grados centígrados le han dado el apelativo del “barrio caliente de Tunja”. También es conocido como “el pueblo sano”, porque su nombre fue puesto en honor al pueblo italiano Genazzano. Jesús llegó a Bogotá en 1979 para reemplazar a uno de sus hermanos en una empresa de transporte como mensajero-cobrador. Ganaba 850 pesos, la mitad de un sueldo mínimo de la época. Recuerda que a su llegada no conocía nada de la ciudad. Rodrigo Vásquez, el contador de esta compañía, le explicó en qué sentido y cómo estaban ubicadas las calles y carreras. Jamás se perdió. Siempre fue andariego, por eso hoy en día prefiere hacer visitas a sus clientes que permanecer todo el día en una sede. Jesús Guerrero cuando se desempeñaba como Gerente Comercial en 1983. La primera sede de Servientrega fue en su casa paterna, en el barrio Veraguas, de Bogotá. Después de haber trabajo los primeros tres años, llegó a ganar un sueldo mensual de $4.500. Su retiro se debió a que notó que los activos de la empresa eran de $3'500.000, la misma cantidad desde su llegada. No había crecimiento. Pese a que Jesús sólo tenía 18 años, estaba indignado por la situación. Entró sin vergüenza a la oficina del gerente y le dijo que era un incapaz. Fue despedido y su liquidación fueron 32 mil pesos. Invirtió 15 mil pesos en cinco vestidos de paño y corbatas, que compró en el barrio Ricaurte. El resto de dinero fue el capital inicial para Servientrega, 17 mil pesos que se convirtieron en una de las grandes fortunas de Colombia. ¿Cómo un campesino de un pueblo perdido de Boyacá pudo lograrlo? ¿Cómo el niño que jugaba con un carro hecho de tapas de cerveza cuenta hoy con 2200 vehículos ‒entre camiones, furgones y mulas‒, dos aviones de carga y uno privado? Los negocios de Jesús Guerrero empezaron con cilantro, conejos y salchichón. No se trata de la fórmula de su alimentación, sino de ideas de emprendimiento que le enseñaron a moverse en los negocios. Después de pactar con su papá, Concepción, un pedazo de tierra dentro del minifundio familiar de quince hectáreas, dedicó su niñez a sembrar y comercializar cilantro. Desde los siete años de edad hasta los doce, vendía atados a cinco pesos todos los fines de semana en la plaza de mercado de Jenesano. El dinero que ganaba lo usaba para comprar gaseosas en la escuela y para que durante toda la semana, como él mismo lo dice, “tener plata en el bolsillo”. Al poco tiempo, invirtió en unos conejos que se reprodujeron con rapidez. Alcanzó a tener más de cuarenta. Sin embargo, fracasó. Uno de sus once hermanos les abrió la puerta del corral para que escaparan. Hasta hoy no sabe cuál de todos fue el responsable. Mientras trabajó en la empresa de transportes, le vendía salchichón a sus compañeros. Lo compraba antes de llegar a la oficina en un punto de fábrica por $200. Lo cortaba y cada pedazo lo vendía en los mismos $200. Jesús aprendió a trabajar al ritmo de las tareas del campo. Creció en una casa, que conserva como una especie de museo y que visita tres veces al año. Guerrero sembraba papa, maíz, arveja, cuidaba a los animales de la finca y caminaba hora y quince minutos todos los días para llegar al colegio. Para Jesús, esta fue la mejor época de su vida. Siempre se destacó por ser uno de los mejores estudiantes en matemáticas y taquigrafía. Pero el inglés siempre fue su piedra en el zapato. Aunque no tiene un diploma como profesional, es ingeniero general Honoris Causa de la Escuela Nacional de Ingenieros de Metz, Francia. Su tierra también le dejó el gusto por la comida tradicional boyacense, que come en la junta directiva en la empresa. También le gusta la ensalada fría, el sushi y el agua de coco. En su casa, cuenta con una cava con cerca de dos mil botellas, mil de vinos y mil de licores en general. Su favorito es el whisky Buchanan’s 18 años, que toma refrigerado, sin un solo hielo. Jesús es un hombre duro. Creció en Jenesano, Boyacá. Allí cultivó cilantro y crió conejos en el minifundio de su papá. Su casa se conserva como un museo. En el primer mes de Servientrega, en marzo de 1982, obtuvo ventas por 19 mil pesos. Su primer sueldo fue de $8.500. Poco a poco las ventas se triplicaron y a su vez nació la necesidad de buscar algunos socios. Al principio muchos de ellos se resistieron. Sin embargo, en noviembre de 1982 se asoció con su hermana Luz Mary, quien en la actualidad es la presidenta, y Julio Roberto Moreno, a quien con el tiempo le compraron su parte de la empresa. La compañía creció y fueron necesarias algunas inversiones, en las que tuvieron algunos prestamos de su papá. Con el tiempo, Servientrega dejó de estar en una casa de familia para convertir su sede principal en una construcción de más de siete propiedades en el barrio Veraguas, en Bogotá. En 1983, Jesús se dio su primer gusto. Un carro de marca Daihatsu SJ 410, que compró en 32 mil pesos y que aprendió a manejar el mismo día que se lo entregaron. http://www.youtube.com/watch?v=KgIUos6Q1vc Steven en 2008. Después de pasar por la formula BMW y empezando en F3 británica. Pero Jesús no sólo ha tenido éxito en los negocios. Ha ganado, en promedio, noventa torneos de golf, su deporte favorito. Suele jugar con sus clientes, proveedores y algunos de sus amigos en el Club Campestre Guaymaral, Club Campestre El Rancho o el Country Club de Bogotá. Y fue jugando golf, un deporte inofensivo y seguro, donde casi pierde la vida. En noviembre de 2008, al salir de un campo un rayo lo alcanzó. Su corazón resultó afectado y el tímpano derecho se reventó. Tuvo que viajar a Estados Unidos para recuperarse y por esos días, otra tragedia tocó a su puerta. Jesús es papá de cuatro hijos de dos matrimonios: Jesús, Sebastián, Katheryn y Steven, quien era piloto de carreras y corrió en Formula 3 británica, hasta que se estrelló contra un camión en una moto en el Guamo, Tolima. Steven quedó en coma, pero con el tiempo su estado de salud mejoró de manera notable. Hoy está aprendiendo a caminar de nuevo, y Jesús graba y publica en el canal de Youtube todo el proceso de recuperación. http://www.youtube.com/watch?v=mRELeFscS1Q Jesús grabando a su hijo Steven Guerrero Steven trabajando para su recuperación en su fuerza. Al regresó de su recuperación en Estados Unidos, siempre se mantuvo fuerte y tranquilo. Durante los dos años siguientes dejó de celebrar sus cumpleaños como solía hacerlo: fiestas temáticas gigantes de más de 400 invitados. Ahora sale a comer con su hijo, juega golf y va de paseo a su finca en El Peñón, Girardot. Jesús es un amante del orden y de verse bien. Entre semana se viste con trajes de paño, que suele comprar en una tienda del centro comercial Andino. No usa corbata. Sus colores preferidos son el negro, el azul y el gris. Usa relojes Cartier, Rólex y Bulova. Tiene cerca de quince. También le gustan las gafas oscuras de lentes grandes, que se le pierden con mucha frecuencia. Sin embargo, no se puede decir que Jesús tenga mala memoria. Nunca deja detalles atrás. Narra cada época de su vida con precisión. Recuerda las fechas, los días, las horas y las cantidades de dinero con exactitud. Este talento se debe a que a los 22 años oía unos casetes llamados Megamemory, donde hacía ejercicios de repetición de diferentes cosas en orden y desorden. Sin embargo, admite que se le dificulta un poco recordar los nombres. Jesús junto a su familia. Sus hijos Sebastián y Jesús, y su esposa Andrea Garzón. Como el dueño de una gran fortuna, Jesús es, además, un adicto a la información. Lee más de seis periódicos al día, en su mayoría digitales. El único que le llega físico a su casa es El Tiempo, porque Jesús es un amante de la tecnología. Su debilidad son los teléfonos móviles de última generación. En la actualidad tiene un BlackBerry Bold 2, dónde guarda más de diez mil contactos. Para trabajar usa un iPad, y cuando sale de viaje empaca en un morral de cargaderas de marca Kipling, su iPod, con música de Vicente Fernández ‒su favorito‒, Shakira y algunos artistas vallenatos que, en un par de ocasiones, le han enviado saludes en sus canciones. El arte es otra de sus debilidades. Sus piezas favoritas son una escultura del artista vallecaucano Omar Rayo, un Obregón, un Oswaldo Guayasamín y su colección de Jacanamijoy. Sin embargo, la obra más notable es la primera que se ve al entrar en su casa: un cuadro de La última Cena de cerca de dos metros de ancho. En el medio está Jesús, el hijo de Dios, y en un extremo, como un turista que se mete en una foto, está Jesús, el hijo de Concepción Guerrero, de Jenesano, Boyacá. El dueño de Servientrega.
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