La Primera Dama rusa del Chocó

Sáb, 14/04/2012 - 14:00
Barno Khadjibaeva no sabía mucho del sitio que la esperaba en Colombia. Estaba acostumbrada a la comodidad que le brindaba ser hija de un coronel del Ejército Ruso, p

Barno Khadjibaeva no sabía mucho del sitio que la esperaba en Colombia. Estaba acostumbrada a la comodidad que le brindaba ser hija de un coronel del Ejército Ruso, pero quiso correr el riesgo de casarse con un chocoano e irse a vivir a uno de los pueblos más pobres de Colombia.

Nacida en Uzbequistán, pero criada en Rusia, Barno llegó al Chocó en 1992, después de un viaje Rusia-Lima-Bogotá-Quibdó. A ella y a su esposo, el hoy gobernador de ese departamento, Luis Gilberto Murillo, los recogió un viejo carro que los llevó a Andagoya, un municipio al sur de ese olvidado departamento, antiguamente centro de exploración de oro y platino. Cuando iba por la carretera veía cómo los residentes se bañaban desnudos en las cascadas de agua que caían de la nada. Fue su primera impresión, “No estaba segura que estaba llegando a una ciudad”, dice hoy, con una agradable sonrisa en el rostro.

Barnó se acomodó en la casa de sus suegros, y desde entonces aprendió a vivir rodeada de la falta de agua potable, vías, escuelas, hospitales, problemas energéticos y toda la pobreza extrema que asusta a cualquier foráneo. Para ella no había problema: “no me gusta lamentarme. Tomo la vida como es y me acostumbro a lo que tenga alrededor”.

Barno Khadjibaeva llegó con su esposo a Washington en 2000.

Murillo, su esposo, comenzó a tener cargos destacados en la región, y ella se fue acomodando a su nueva vida y a la crianza de su primer hijo nacido en Rusia. No hizo grupos de amigos como normalmente sucede en la Costa Pacífica. En 1997, su esposo fue elegido gobernador de Chocó y ‘la rusa Barnó’ -como la llamaban- llegó a primera dama. Comenzó a trabajar en temas sociales. Pero no le alcanzó ni el tiempo ni el esfuerzo, pues la Corte Suprema condenó a su esposo por peculado por haber invertido 5 millones de pesos, de un rubro ambiental, para la construcción de una escuela en su municipio.

Barno, que por aquellos días transitaba entre Quibdó y Bogotá, se fue definitivamente a la capital del país con su esposo. Estaba acostumbrada a trajinar de una ciudad a otra y eso no la mortificaba. “Mi papá como militar ruso iba de ciudad en ciudad y la familia debía seguirlo”, dice ella con su acento ruso que, a pesar de los años, mantiene intacto. Después de un año el ex gobernador decidió ir a buscar suerte en Estados Unidos. Sabían ruso y poco inglés y así, con pocas maletas y sin futuro, llegaron a Detroit.

En esa ciudad no había mucho que hacer. El próximo objetivo fue Washington, donde los recibieron algunos amigos que les ayudaron con una casa, colchones inflables y camarotes para los niños. El ex gobernador se dedicó a trabajar de portero en un club, mientras ella cuidaba de sus hijos. Con el paso de los años él se fue posicionando y logró llegar a los círculos de poder, entre ellos, el del célebre sacerdote Jesse Jackson. Barno, por su parte, consiguió un trabajo administrativo de medio tiempo en la Iglesia Unida en Cristo. Su esposo fue más lejos y logró la vicepresidencia de la Fundación Phelps Stokes, que durante 100 años ha buscado recursos destinados a programas sociales para comunidades negras e indígenas de varias partes del mundo. En su momento, esa misma organización becó al papá del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para que estudiara en ese país.

El primer pueblo que conoció la Primera Dama cuando llegó a Chocó fue Andagoya.

Cuando las cosas andaban bien en Washington, Murillo decidió volver a Colombia, limpiar su nombre en el Chocó y lanzarse de nuevo a la gobernación. Lo hizo a mediados de 2011. Barno sintió que su vida daba un paso atrás. Le dio vueltas a la idea, dejó sus comodidades en Washington y aceptó volver. En una incesante campaña su esposo fue elegido.

De esta manera, Barno volvió a ser la Primera Dama. Ella se fijó la meta de continuar con el trabajo que dejó a mitad de camino en 1998. Tenía que actuar rápido porque la situación de pobreza del Chocó era cada vez más grande. Tan solo las cifras de desnutrición de niños, calculada por organismos internacionales, llegan al escalofriante número de 12 mil. En este tema, y en buscar recursos para quienes pierden sus viviendas por efectos de la ola invernal, Barno ocupa su tiempo. Hoy, tiene en mente hacer alianzas con entidades nacionales y extranjeras que enfoquen esfuerzos para llegar a ésta población vulnerable. “Aquí hay mucho por hacer”, dice.

Pero hace varias semanas una carátula de la revista Soho sacó a la primera dama de sus actividades. En la foto de la publicación, aparecen desnudas varias modelos afrodescendientes, una de ellas es la reina del Chocó, Yésica Paola Montoya. La fotografía no cayó muy bien en el comité de belleza de Chocó, pues supuso una violación al reglamento del concurso de belleza local. Yésica fue despedida y Barno tuvo que encargarse del tema.

Así va la Primera Dama del Chocó, una mujer reservada pero cálida, que un día dejó el bienestar del primer mundo para viajar y quedarse en uno de los pueblos más necesitados de Colombia, pero con la felicidad que tal vez nunca encontró en su natal Uzbequistán.

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