Los secretos de Carlos Slim a través de su biblioteca personal

Vie, 02/10/2015 - 05:03
Cuando por fin Diego Osorno consiguió una entrevista con Carlos Slim, el hombre más rico de Latinoamérica y el segundo del mundo, resultó que su atención se centró no en ese personaje a quien ha
Cuando por fin Diego Osorno consiguió una entrevista con Carlos Slim, el hombre más rico de Latinoamérica y el segundo del mundo, resultó que su atención se centró no en ese personaje a quien había suplicado por años para que se sentara con él. Fue inevitable dejarse cautivar por una fascinante biblioteca, ubicada a tres metros de su silla, que parecía más un altar sagrado que un cúmulo de textos. Lea también: 14 caprichos para millonarios que usted nunca supo que existían Carlos Slim se percató de la morbosa mirada de su entrevistador, quien con la cornisa del ojo se dejaba seducir por los abultados estantes de literatura. Lo invitó a su librería y la charla se convirtió por ratos en una tertulia de letras y autores. Lea también: Estos son los millonarios más excéntricos del mundo Osorno había esperado ocho años para este momento. Pasó casi una década investigándolo, hablando con sus amigos cercanos, los que lo conocieron en la infancia, sus compañeros de pupitre en la escuela y los de investigación en la universidad. Incluso discutió con familiares, cercanos y lejanos, sus vecinos y hasta viejos registros del Archivo Histórico Nacional donde encontraría bases para entender el origen libanés del magnate de las comunicaciones de México. Lea también: Se volvieron millonarios antes de los 18 años Era un trabajo que comenzaba de ceros. Hasta entonces, Diego Osorno se especializaba en el cubrimiento de la violencia por el narcotráfico. En 2007 estaba en el suroeste del país en seguimiento del azote bélico que sufría la región por causa de 'Los Zetas'. También había terminado unos reportajes en un pueblo en el estado de Oaxaca, donde una rebelión popular había sido reprimida con violencia. Mientras retrataba el horror, la revista Forbes revelaba al mundo que un mexicano, Carlos Slim, llegaba a ser uno de los tres más ricos del mundo, y que solo un año le bastaba para desbancar a Bill Gates, el magnate de la informática cuya fortuna se disminuyó por causa de la crisis financiera en Estados Unidos. “Cuando salió la noticia en Forbes, un colega en Canadá me pidió información de Carlos Slim. Le dije que investigaría, pero me llamó la atención que había muy poca información sobre él: en México no había datos duros sobre el nuevo hombre más rico del mundo”, dijo Osorno en charla con KienyKe.com durante su participación en el premio de periodismo Gabriel García Márquez, que realiza en Medellín la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano FNPI. Entonces se preguntó por el misterio detrás de Slim y comenzó a investigarlo. Meses después, en una revisión del apellido Slim en archivos, encontró un nombre que le llamó la atención: Julián Slim, quien fue comandante de la Dirección Federal de Seguridad, “la peor policía que ha habido en la historia de México, responsable de matanzas, torturas, desapariciones y muchas atrocidades en los 70”, dijo Diego. Al inicio pensó que era solo una coincidencia. Después descubrió el inevitable vínculo entre Julián y Carlos: el segundo apellido del general es Helú. Eran hermanos. Se obsesionó tanto con descubrir más de la vida de Carlos Slim que, además de rodear su historia, encontró indispensable charlar con el magnate, cara a cara. Buscaba completar un libro que, por primera vez, mostraría quién estaba detrás de una fortuna que hoy supera los 77 mil millones de dólares. ¿Qué lee el segundo más rico del mundo? Al comienzo Carlos Slim se negó a la entrevista. Es un hombre que poco gusta de la prensa (como muchos de los más adinerados), y para que accediera se necesitaron años de persistencia. Un día la asistente de Slim le dijo a Diego Osorno que su jefe lo atendería en la oficina principal, ubicada en Lomas de Chapultepec (Ciudad de México). Osorno, quien no se esperaba más allá de un ejercicio de pregunta y respuesta que quizá duraría acaso 30 minutos, resultó viendo al multimillonario seleccionando con cuidado ciertas obras para enseñárselas. “No tenía previsto su aspecto lector. No imaginaba que fuera tan lector. Es verdad que es una persona con gran habilidad matemática, a veces fuera de serie, pero no imaginaba que fuera tan amante literario”, explicó Osorno. Esa biblioteca, que es la principal, es de coleccionista. Tiene joyas de valor enorme por su costo, y otras por su historia. Están los libros que por años ha subrayado. También los de la universidad que lo inspiraron. Algunos desgastados por tanto que los consulta, y otras veces manchados con café. Poco tiene de literatura universal. En cambio abundan textos financieros y biografías de poderosos en la historia. Sobre todo hay perfiles y memorias de empresarios como Jean Paul Getty, Baruch, Walter Percy Chrysle, Henry Ford o John D. Rockefeller. Dice que de todos ellos ha aprendido, y con sus vidas ha hecho una amalgama de experiencias y lecciones que aprovecha. Las conversaciones en la biblioteca de Slim se prolongaron. Al inicio el periodista tenía solo espacio para charlar con el empresario algunos minutos. Finalmente sumó más de 8 horas de entrevista. Osorno se dio cuenta que a su personaje le fascinaba hablar de sus libros. De esa afición consiguió obtener un capítulo completo de su libro “Slim: biografía política del mexicano más rico del mundo”. Uno de los momentos cúspide de esa visita a la biblioteca del multimillonario fue encontrar una curiosa afición por la historia de Gengis Kan, el conquistador y formador del primer Imperio Mongol. Bajo su mando constituyó el territorio unificado más grande de la historia, cuyos dominios en tierras se extendieron desde China hasta Europa. Curiosamente Gengis Kan quedó incluido en una reciente investigación como una de las 10 personas más ricas de la humanidad. Lea también:Los ricos más ricos de la historia Diego-Enrique-Osorno-1 “Gengis Kan es una figura que él aprecia mucho. Suele suceder que la gente admire a Alejandro Magno u otros emperadores. Pero él eligió a Gengis Kan, un mongol que no está dentro del catálogo que siempre se plantea, y que siempre se cuestiona por lo bárbaro que era”, reflexiona Osorno. “Confesó tener fascinación por las estrategias de Gengis Kan; sus tácticas para engañar a sus adversarios y luego apropiarse de sus territorios. Es inevitable que uno termine asociando el imperio de Kan con el imperio de Slim”. Una coincidencia más. Gengis Kan no perteneció a esa élite de poderosos occidentales, sino fue un bárbaro de oriente, de tierras salvajes. Slim tampoco viene de la cuna de grandes empresarios estadounidenses o europeos; es un rico surgido desde el subdesarrollo. Diego Osorno, intrigado, fue luego confrontado por Slim, quien le preguntó por qué estaba empeñado en ahondar en esa historia de su gusto por Gengis Kan. “Porque por sus libros los conoceréis”, le respondió el periodista. Slim, con mirada seria y tajante, le respondió: “Si me quieres entender por mis libros, no me entenderás un carajo”. Carlos Slim, el regateador  Basado en sus investigaciones y su particular entrevista, Diego Osorno conoció a un Slim de vicisitudes y batallas. No es gratuito que en sus actividades filantrópicas haya un especial apoyo al deporte, y en especial al boxeo. “No es alguien que esté en una posición en la que mire el mundo hacia abajo. En sus negocios y vida diaria, incluyendo sus relaciones familiares, vive en combates: es un pugilista permanente”, cuenta Osorno. Algunos dirán que es un negociador nato; otros un regateador. Alguna vez un hombre le pidió que le financiara un proyecto para hacer un álbum fotográfico sobre el DF. La idea le fascinó y le dijo al proponente que aceptaba ser su mecenas: que hiciera el trabajo, y cuando volviera se lo pagaba. El fotógrafo realizó el libro, con grandiosas imágenes y una presentación impecable. Slim le pidió imprimir mil copias más para regalar. Cuando le pasó la cuenta de cobro, el empresario, sin ningún tipo de sonrojo, le dijo que eso era muy caro. Por más que el fotógrafo tratara de explicarle que su margen de utilidad era mínimo, el empresario mismo sacó calculadora e hizo sus propias cuentas: “Esto es lo que le puedo pagar”, dijo Slim a su proveedor, quien resignado aceptó la rebaja. En los círculos empresariales de México se cree que Slim es tacaño. Pidió rebaja hasta por una corbata y se dice que cuando viaja también negocia los precios de los souvenirs, sin importar qué tan caro o barato parezca. “Él no se detiene ni con un vendedor de baratijas de Venecia. Uno pensaría que a estas alturas, con tanto dinero, él llevaría una vida tranquila, de mesurado derroche, y que en su condición lo último que importaría es regatear. Pero todo lo contrario sucede con él. En su cotidianidad vive en negociaciones y combates. Conmigo, en la entrevista, era así: si alguna pregunta le parecía suspicaz de inmediato contrapreguntaba porqué lo cuestionaba. En un punto, que se sintió criticado, me dijo que mi mentalidad era de sociedad agrícola y de izquierda radical. Él no teme ser políticamente incorrecto”. De Slim, quien gusta de Coca-Cola Light y prefiere andar descalzo en su despacho, en cuyo ingreso se ve un cuadro de Napoleón Bonaparte, Diego Osorno puede concluir en una sola palabra la definición máxima del hombre que conoció: “Calculador”.
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