“No podría saludar de abrazo al expresidente Belisario, por lo que le hizo a mi abuelo”

Mar, 03/04/2012 - 05:00
Cristina Plazas, Alta Consejera para la Equidad de la Mujer, un cargo que tiene rango ministerial en el gobierno del Presidente Santos, admite que por cortesía saluda

Cristina Plazas, Alta Consejera para la Equidad de la Mujer, un cargo que tiene rango ministerial en el gobierno del Presidente Santos, admite que por cortesía saluda al expresidente Betancur pero nunca podría abrazarlo después de lo que hizo con su abuelo, el banquero Jaime Michelsen Uribe.

-Fue una persecución política horrible. Nosotros siempre hemos tenido la frente en alto, nos sentimos orgullosos. Sabemos que fue un hombre de honor, honesto.

-¿Se ha encontrado con el Doctor Belisario Betancur?

Uno tiene en la vida que dejar pasar los odios, causan mucho daño.

-¿Quizá lo ha abrazado alguna vez?

¡Tampoco, como se le ocurre!

Cristina comenzó su carrera política como edil de Chapinero, en Bogotá. Logró la curul de una manera muy curiosa: se paró durante varios meses en el Carulla de la 15 con 85, y entregó a miles de personas su pequeño programa, en una hoja barata, sin mayor ostentación. Después fue concejal de la ciudad. Fanática del equipo Santafe, así como su padre Edgar Plazas.

Lo que sucedió con Jaime Michelsen Uribe es asunto de marca mayor:

“Probablemente pasa a la historia como el colombiano que cayó de más arriba. En 1980, el 67 por ciento de los movimientos en bolsa los hacía Jaime Michelsen. Cuando compraba, los precios de las acciones subían, y cuando vendía los precios bajaban. Era ‘El Águila’, símbolo del mayor poderío de Colombia en ese momento”.

Michelsen, más poderoso en esa época que Julio Mario Santodomingo y Carlos Ardila Lulle (lejos por encima de Luis Carlos Sarmiento Angulo), terminó sus días cambiando su nombre para ser atendido en una clínica, viviendo clandestinamente en Bogotá y casi disfrazándose para evitar que lo identificaran en el supermercado.

Antes de que lo matara un cáncer - que lo torturó por cinco años – y después de varias cirugías, incluyendo una en la que le extrajeron el estómago y lo dejaron sin píloro, con reflujos horribles y una tos imparable. Antes de que padeciera lo indecible por su enfermedad, fue encarcelado por siete meses; vivió la tristeza, la agonía del exilio y la preocupación de ser detenido por la Interpol.

Lloró en el exterior la muerte de una de sus hermanas, también por un cáncer. Y manejó a distancia la liberación de una de sus hijas, Camila, secuestrada por casi dos años, en medio de la más cruel incertidumbre porque los captores sólo se identificaron al final, cuando negociaron la liberación. El M-19 recibió 500 mil dólares de entonces, que Michelsen no pagó solo. Su amigo Ardila Lulle canceló la mitad. Camila fue sacada a empellones de un aula de clase, en el Politécnico Grancolombiano.

Michelsen, millonario, exitoso y emparentado con la alta sociedad bogotana, era presentado al país (especialmente por El Espectador) como el bribón capaz de urdir la más grande y compleja madeja de triquiñuelas para defraudar a miles de colombianos que depositaron sus ahorros en empresas manejadas por el banquero.

El periodista Alberto Donadío, uno de los más virulientos críticos de Michelsen, escribió que el expresidente del Banco de Colombia “es el decano de esa escuela bancaria dispuesta a utilizar el dinero de los clientes en beneficio propio o de un grupo financiero”.

“Fue una conspiración”, dice hoy Pablo Michelsen Niño, rector del Politécnico Grancolombiano, que fundó su padre y que con el tiempo se ha convertido en una de las instituciones educativas más importante del país.

Y explica, en una muy extensa conversación que sostuvimos en su oficina:

“Cuando se vio que la conspiración era inevitable, mi papá le pidió una cita al presidente de la Republica, Belisario Betancur, de quien había sido amigo, y a quien había financiado en muchas ocasiones. Mi padre le dijo a Belisario: Presidente, sé que me van a destruir, pero no destruya la organización. Usted sabe que soy una persona desprendida, no tengo una fortuna personal. Aquí están las llaves de la empresa (simbólicamente). Yo me retiro sin ningún problema. No pido nada para mí. No destruyan, no denigren de la organización.”

Belisario le dijo: Jaime, cómo se te ocurre, si yo tengo la admiración más clara para contigo. Yo he sido un protegido tuyo, no te preocupes.

Tengo claro que Belisario, Lleras Restrepo, Luis Carlos Galán, el Sindicato Antioqueño y el M-19, con el apoyo de los medios de comunicación, se tomaron por asalto el Estado para destruir a una persona y a una organización”.

Después de permanecer en Miami y Panamá, regresó al país. Fue hospitalizado en la clínica Marly con un nombre falso. Al parecer, un empleado de la clínica informó a la Policía que rápidamente se movilizó al centro asistencial como si se tratara de un operativo anti-guerrilla. La zona fue acordonada para evitar la fuga del banquero.

La Juez Leonor Becerra de Camargo, encargada del caso, un grupo de policías, agentes secretos, abogados, periodistas y curiosos estuvieron “en el lugar del crimen”, al decir de un amigo de la familia Michelsen.

Las autoridades colombianas determinaron “libertad provisional” para el otrora importante empresario, mientras se le veía alguna recuperación en su salud. Murió a los pocos meses.

Su familia quiso tener para él un funeral discreto, en el que estuvieran solamente sus más íntimos amigos. Michelsen ni siquiera fue velado en una funeraria, sino en su propio apartamento en Bogotá.

@Artunduaga_

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