¡Petro se la fumó verde y de todos los colores!

Jue, 09/08/2012 - 09:30
Hacía rato que no me ocupaba del repulsivo tema del alcalde Gustavo Petro –gamincito sedicioso– gracias a que el complot de casi toda la prensa contra él está funcionando a las mil maravillas.
Hacía rato que no me ocupaba del repulsivo tema del alcalde Gustavo Petro –gamincito sedicioso– gracias a que el complot de casi toda la prensa contra él está funcionando a las mil maravillas. Columnistas y directores de medios nos reunimos todas las semanas en El Nogal para ver por dónde le damos palo y para continuar la estrategia de no reconocer ninguno de sus logros socialistas y de buscarle el pierde, así hable de ángeles o de vírgenes. Pero esta pavorosa propuesta de crear Centros de Atención Móvil en Drogadicción, los tales Camad, que son fumaderos de opio y escanciaderos de porquerías de Basucodonosor –ese satánico rey de la decadente Babilonia de los Andes– pasó la raya. Seguramente el cocotazo que le dieron en la torre le cerró el lóbulo derecho del cerebro a Petro y ahora solo piensa con la parte izquierda de su repulsiva materia blanda. Y es por eso que propone, con fines electoreros, prácticamente la legalización de los tóxicos, para rehabilitar al lumpen torcido que terminará votando en el 2014 por su cómplice, el tal Antonio Navarro, quien es el nuevo Caronte que quiere empujar la barca de la patria hacia las infernales pailas. Para evitar la comunicación de tales indignos propósitos, y en vista de que el burro sabanero que se tomó por asalto a Bogotá no se calla, vamos a declararle un silencio total en la prensa. Ya caerá el fuego divino sobre esta Sodoma de los Andes, mi ciudad convertida en fumadero, en lupanar, donde dejan que los maricas se toquen en las calles y que las tales tribus urbanas vuelvan a enchicharse. A Bogotá se le está volviendo a salir el peligroso indio, el Gaitán que mora y acecha desde sus entrañas lúbricas y promiscuas. ¡Purificación! ¡Limpieza! ¡Profilaxis! ¡Higiene! ¡Cemento! ¡Peñalosa! Petro no solo se la “ha fumado verde” como dice su reverencia Ordóñez, sino de todos los colores. ¡Cómo se le ocurre tratar de atacar el lindo sistema de las “ollas” que tantos beneficios económicos y turísticos le ha traído a Bogotá! ¿Desconoce el alopático burgomaestre que miles de extranjeros vienen a visitar lugares iconográficos tan importantes como nuestro pintoresco Bronx? Este tipejo lo que quiere es una sociedad sin clases, sin desechables. ¿De dónde sacaríamos materia prima para los mal llamados “falsos positivos” sin el recurso natural de los ñeros? Los drogadictos urbanos son material de guerra tan importante como nuestros gloriosos aviones Tucanos. Cada inhalación de bazuco nos garantiza un nuevo mártir presto a inmolarse en el altar de la Patria. Eso de tratar a los adictos o de dejarlos meter en lugares controlados, va en contra de la Seguridad Democrática. En cambio la apoteósica represión, la pata y el puño, sí garantizan que el negocio sea estable y que permita generar un recurso de bonificación para que sea la sociedad y los propios empresarios del “susto” quienes le paguen el “freelance” a no pocos consagrados servidores de la fuerza pública. Petro: no se meta en más líos. ¡Atrevido, igualado! Deje la triunfante política anti drogas como está. Es decir, tranquilita e inocua. Usted bien sabe con quién se mete si trata de dañar el negocio magno. El microtráfico es el necesario laboratorio del macro. No todo se puede refinar y exportar. Colombia y Bogotá tienen que contribuir a la sociedad de consumo. Acabar con los adictos es acabar con la demanda. ¡Qué mal ejemplo sería para el mundo semi legalizar el perico y la vareta por estos lados, mientras las grandes capitales claman por la traba y el embale! ¡Qué doble moral! Además, la FAR no vende bazuco ni “creepy”. En este asunto tras la delirante propuesta del Petro, se reafirman los valores cristianos por un lado, y por el otro pelan el cobre los fariseos infiltrados. Mientras Monseñor Ordóñez exhibe su profunda tesis científico-filosófica de “se la fumó verde” y pone el dedo en la llaga purulenta, el Fiscal Montealegre, se convierte en cómplice al decir que "no podemos de antemano descartarla"… ¿Qué tendría de ilegal "el suministro de medicamentos a adictos para controlar su ansiedad"? ¿No es esto salud pública?” ¡Terrorista! ¿Qué quiere, fiscalito traidorcito como el otro, que gastemos plata de la Seguridad en recobrar enfermos terminales? Además, es mentira que sea la droga callejera una de las mayores causantes de violencia. La indiada se mata entre sí porque lleva adentro la información genética del canibalismo. Y ahora, como está mal visto acabarse a dentelladas, pues se fagocitan a punta de puñaladas. Con o sin bazuco, ellos ejercen a chuzo su control demográfico. Una cosa es que en Vancouver funcionen los tratamientos con más droga para los adictos. Allá no son tan golosos como nuestros precolombinos consumidores, que desde que eran tunjos, no han hecho cosa distinta a trabarse con cuanto producto maldito les da esta tierra pecaminosa geográfica e históricamente. Cuando no están enguarapados o enchichados, tiene la jeta llena de coca o el cerebro fundido por el yagé. De tal modo que hay que dejarlos consumir hasta que vayan desvaneciéndose como fantasmas por los lados de Chapinero o Las Angustias. ¡Cómo se les ocurre darles además de su droga, medicamentos especiales! Vamos a crear una raza de dobles adictos: al bazuco y al Percodán. Costosísimo, ala. Señor Secretario de Salud de Bogotá, Guillermo Alfonso Jaramillo: esto no es ni Holanda ni Suiza, donde a esa escoria se le considera como pacientes. Nosotros solo asumimos en esta materia la categoría de bandidos, de criminales. ¡Cual consumo controlado! Entre más les dan, más chupan. Están esclavizados porque gustan de la cadena del narcotráfico. Otra cosa son los consumidores de cocaína, éxtasis o las nuevas “sales” que hacen parte de clases sociales que saben controlar los excesos. Para ellos tenemos terapeutas como el Doctor ternura, que si puede desmovilizarlos del enganche. No bajemos pues la guardia en seguir desarrollando la hostilidad hacia el peligrosísimo Petro quien, como lo dice San Ordóñez, quiere aplicar políticas criminales. ¡Fatuo, arribista, ladrón! Las políticas criminales tienen prestantes y pudientes propietarios históricos en este país. Ustedes saben de qué hablo y no me da pena ¡carajo! Estoy de acuerdo con Ordóñez cuando dice que es "contrario a la dignidad humana, utilizar al drogadicto para obtener un fin de política criminal". Es digno y humano dejar, esta vez sí, que la gente utilice su libre desarrollo de la personalidad, para auto destruirse. ¿Para qué se inventaron la carta de 1991? Ustedes saben que cuando no la podemos destruir la acomodamos como se nos dé la gana. Dice el Supremo Uribe: “Los centros de consumo aumentan el contagio, generan más consumidores…”. Eso, gran alma, el problema es el contagio. Así, aisladitos en la calle, los adictos no pueden contagiar. En cambio si les damos droga, la vaina contagiará a terapeutas y profesionales. Los van a matar por una papeleta. Salvemos a esta gente pura de la infección. Y agrega mi Uribe: “las drogas alienan al individuo, este pierde su auto control, deja de ser una persona libre, renuncia a la diferencia con otros seres vivos de la naturaleza y se erige en peligro para la sociedad”. Él, por experiencia propia con la droga del poder, sabe por qué lo dice.
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