¡Buenaventura se quema!

Lun, 10/03/2014 - 10:53
Será la quinta vez que el primer puerto colombiano sobre el mar Pacífico se incendie. En las anteriores (1891, 1892. 1931 y 1968) se trató de conflagraciones que fueron resueltas con agua, bomberos
Será la quinta vez que el primer puerto colombiano sobre el mar Pacífico se incendie. En las anteriores (1891, 1892. 1931 y 1968) se trató de conflagraciones que fueron resueltas con agua, bomberos y ciudadanos dispuestos a ayudar. El incendio que en este momento consume a Buenaventura es más grave que los cuatro anteriores, más voraz y arrasador. Y más largo, lleva más de una generación, tal vez tres o cuatro generaciones de bonaverenses que observan y conviven con la violencia, la ilegalidad y el abandono, pan de cada día. Entonces decir que hay que cambiar la cultura es fácil. ¿Se imaginan cambiar la cultura de la ilegalidad cuando el abuelo, el padre y los hijos nacieron, se criaron, vivieron y se alimentaron de ella? Es que la ilegalidad es la única que conocen porque es la que funciona en su cuadra, en el barrio, en las casas de palafitos, en el centro, en la administración local. No es un secreto que en Buenaventura los comerciantes y empresarios pagan vacuna, que sucesivas administraciones locales cobraron “seveyés” por todo y en muchos casos las obras jamás se realizaron, que la prostitución y los burdeles crecen como verdolaga en playa, que hasta los negocios supuestamente legales tienen su componente de ilegalidad porque así funciona todo, que existen peajes y fronteras invisibles, que el puerto es una maraña de vicios y la drogadicción es muy alta, que cada quien se defiende y sobrevive como puede y sin preguntarse mucho si es legal o no porque eso puede costarle la vida. Eso sin contar a las mafias, los narcos, las farc, las bacrim como rastrojos, urabeños o la empresa, las pandillas y los comandos de asalto que viven, negocian, trafican, matan, secuestran, violentan e inclusive descuartizan diariamente seres humanos, como si nada. Entonces decir que más policía es fácil. ¿Se imaginan el terror de los mismos uniformados enfrentados a poderosas mafias o a descuartizadores? Si para ingresar a ciertos barrios deben mandar a pedir permiso, comprometerse a hacer lo que ellos digan y a comer callados. Y ya existe suficiente fuerza pública en el puerto. ¿Por qué  no ensayamos medidas diferentes? Por ejemplo: Red de inteligencia: en lugar de satanizar el famoso Andrómeda de inteligencia militar “descubierto” en Bogotá, trasladar un centenar de andrómedas al puerto para comenzar, ahora sí, una juiciosa tarea de averiguación acerca de quiénes son, qué hacen, quién los manda, con qué recursos y si las mafias, la administración local  o algunos ciudadanos tienen algo que ver en el asunto. No es con uniformados sino con expertos en inteligencia que lograremos, por lo menos saber, a qué nos enfrentamos. Gran favor que nos harían con este primer paso, así las demás medidas no serían vistas como palos de ciego sino como estrategias derivadas de un conocimiento previo y no del acelere y la improvisación que nos caracterizan cuando vemos el incendio. Tejido y capital social: la descomposición del tejido social y familiar es muy alta y requiere de medidas contundentes y con el alcance suficiente para abarcar a la mayoría de sus pobladores. No pueden ser pañitos de agua tibia, una que otra actividad en una que otra comuna, debe ser una política pública de cultura ciudadana, seguridad y convivencia que se desarrolle desde la sociedad civil y comience en las casas, escuelas, juntas comunales y asociaciones comunitarias. Encontrar, con todos los habitantes, los valores personales y sociales que le conferirán sentido a sus vidas y redefinirán sus visiones de sociedad, legalidad y convivencia. Vivienda digna: encontrar la manera de reubicar en viviendas decentes a las miles de familias que desde hace lustros malviven en palafitos sin servicios públicos ni condiciones dignas. Buenaventura debería ser el primer municipio en recibir las famosas casas del gobierno, el primero en probar lo que significa dormir sin el olor fétido de los propios desechos debajo de la madera corroída que llaman piso. No encontrarán el gobierno nacional, la empresa privada, las ONG y los cooperantes un mejor laboratorio para sus programas sociales que Buenaventura, porque aquí se encuentran todos los males, los horrores y la desidia posibles, en medio de la riqueza y el esplendor del mar pacífico en una región considerada la de mayores fuentes naturales de agua y de manglares. ¿Se imaginan realizar miles de proyectos productivos con asociaciones de pescadores artesanales, agricultores y microempresarios bonaverenses? ¿Y qué tal desarrollar la política pública de transparencia administrativa, con indicadores de gestión, veedurías ciudadanas, control social colectivo y rendición de cuentas? ¿O comenzar ya mismo un programa de reconciliación entre vecinos con actividades que generen reconocimiento del otro, perdón y nuevas opciones de vida? El país no nos perdonará habernos olvidado de Buenaventura, de su importancia estratégica para la Alianza del Pacífico y para el mundo, de su hermoso mar, su exquisita gastronomía, su riqueza cultural y sobre todo de sus gentes. Necesitamos mucho más que fuerza pública, obras, funcionarios y cemento. Necesitamos la voluntad total del gobierno nacional y regional, de la empresa privada y de mucho dinero bien invertido, de acciones en favor de miles de niños, jóvenes y adultos atrapados en la cultura de la ilegalidad y la violencia cotidiana. Y que este nuevo incendio sea el último, el definitivo. P.D. ¡Buenaventura se quema! Este es el nombre de un conocido aguabajo y currulao del maestro Harold Mejía, que entre otras agrupaciones, ha sido bellamente interpretado por el grupo Bandola de Sevilla, Valle del Cauca.
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