Cortina de humo para dummies

Dom, 02/06/2013 - 05:02
En estos países, como Colombia y Venezuela, difícilmente saldremos del atolladero tercermundista en el que estamos atascados, porque, hasta para las mediocres cortinas de humo que elaboran nuestros
En estos países, como Colombia y Venezuela, difícilmente saldremos del atolladero tercermundista en el que estamos atascados, porque, hasta para las mediocres cortinas de humo que elaboran nuestros igualmente mediocres gobernantes, resultamos rematadamente crédulos. Por un lado Maduro, en Venezuela, donde ya ni siquiera hay papel higiénico, salió con la cortina de humo favorita de los mandatarios de ese país: la amenaza externa de Colombia. Ahora dice que salieron de Colombia, rumbo a Venezuela, unos "expertos colombianos" que tienen la misión de inocularle veneno. Lo que no entiendo bien de su denuncia, es cómo diablos los "expertos colombianos" le podrían inocular el tal veneno ¿Tal vez durante una velada romántica, en la que el experto colombiano vertiere el veneno en la copa de vino de Maduro? ¿O quizás el experto colombiano es un indio amazónico capaz de disparar, a prudente distancia, una cerbatana con un dardo indoloro e invisible? Qué vulnerabilidad la que repentinamente exhibe Maduro ¿Acaso no se supone que tiene unas infalibles agencias de inteligencia, de las que se jacta hasta el punto de retar, en rabiosas peroratas televisadas, a la potencia militar más poderosa de la historia? ¿Por qué entonces ahora se presenta como un gatito asustado e indefenso frente a su modesto vecino colombiano? Además, si lo miramos bien, ¿cuáles expertos? Si el pueblo venezolano usara un poco la cabeza, se daría cuenta de que esos sofisticados envenenamientos, propios de la Roma medieval de borgias y cornetos, no son precisamente nuestro fuerte. Aquí en Colombia no se envenena a nadie. Aquí se usa el menos sutil método de abalear a la persona. De acuerdo: un probable envenenamiento con plomo podría darse, siempre y cuando los proyectiles, primorosamente alojados en el cuerpo de la víctima, no destrozaran antes órganos vitales. Con sólo abrir un periódico colombiano, cualquiera se daría cuenta inmediatamente de lo que digo. De hecho, el único envenenamiento que ocupó últimamente las primeras planas, fue el de una bailarina exótica extranjera, acusada de envenenar, al mejor estilo de Las mil y una noches, a su esposo, el propietario de una universidad de Barranquilla. Y, para que no quede ninguna duda al respecto, resulta que, cuando la bailarina extranjera estuvo aquí el suficiente tiempo -como para colombianizarse- cambió de método: ahora está acusada de mandar a acribillar a balazos al esposo de su propia hijastra. Nuestro estilo, presidente Maduro, es italiano, sí, pero no de la Roma medieval, sino de la Nápoles contemporánea. Por otro lado, está la maravilla del presidente Santos, celebrando, como si fuera el final de la guerra, la invitación hecha a Colombia para hacer parte de la OCDE, organización hasta ayer desconocida por el 99.99% de los colombianos. “Colombia es el país, en la historia de esta organización, que menos ha tardado en lograr esta invitación. Lo logramos en 2 años y medio”, dice un triunfante Santos “¿Y qué?”, pregunto yo. Abramos otra vez el periódico: "Denuncian robo de agentes de la policía durante un operativo", "Los desplazados en Colombia aumentan pese al proceso de paz con las Farc", "Huyen del país periodista e intelectuales amenazados" ¿Sigo? Mejor no. El caso es que, a la inutilidad de de la noticia de la invitación (invitación que "sólo se la hacen a los mejores"; que "es un hecho histórico", según Santos), le faltó agregarle el revelador dato de que, junto a Colombia, fue invitada Letonia; y próximamente lo serán Costa Rica y Lituania, esas megapotencias universales. Pero sucede que aquí eso lo celebramos con el pecho henchido de amor patrio. Aun dejando como capítulo aparte a los oyentes que llaman a la emisora La W, no deja de ser llamativo el eco de triunfalismo barato que de las inanes declaraciones presidenciales hizo el director de esa emisora (la más influyente de Colombia), Julio Sánchez, quien afirmó, palabras más, palabras menos, que Colombia sólo tardó dos años y medio en ser invitada a la OCDE, mientras que un país como Chile tardó cinco, a pesar de que su economía supera a la Colombiana, no obstante tener Chile un mercado interno menor, y menos recursos naturales. Es decir, Colombia tardó menos en ser invitada que un súper país como Chile. Y eso es causal de orgullo. Pero, en cambio, no es causal de vergüenza que un país como Chile, con menos posibilidades, esté pisando el primer mundo, mientras nosotros, teniendo en cuenta nuestra monstruosa desigualdad, podríamos tranquilamente inaugurar el cuarto. Curioso: los colombianos somos los afortunados de las invitaciones rápidas, mientras los chilenos deben conformarse con tener mejor calidad de vida y algo medianamente parecido a justicia social ¿No sería preferible que no fuéramos invitados “rápidamente” a nada y, en cambio, tomáramos la dirección opuesta a la ruta infernal de desigualdad, miseria y corrupción que nos empecinamos en transitar? Presidente Santos: con anuncios pomposos, victorias de pacotilla, y retórica cosmética al respecto, no se soluciona nada; tal como lo han demostrado suficientemente sus tres años de gobierno. Las tontas declaraciones de los presidentes de estas repúblicas bananeras podrían compilarse en un libro titulado Cortina de humo para dummies. Sin embargo, en estos países de escaso criterio político, y a pesar de la burda factura del engaño, el papel y la palabra aguantan sin mayores problemas todas esas mentiras y falacias, así como lo muestran las encuestas de popularidad presidenciales. Desde las inverosímiles conspiraciones -basadas en el peligro del enemigo externo- denunciadas por Maduro, hasta los logros pueriles -como de hoja de vida de recién graduado- de Santos. Sí, repito, la palabra aguanta todas las mentiras y falacias concebibles. Allá el idiota que se las crea. @samrosacruz
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