De la importancia del portero: el gordo al arco

Mié, 15/04/2015 - 12:22
Alguna vez Maradona fue al Vaticano y dijo que no le perdonaba al Papa Juan Pablo II los techos de oro mientras hubiera niños muriendo de hambre en el mundo, y lo peor, que el Papa hubiese sido porte
Alguna vez Maradona fue al Vaticano y dijo que no le perdonaba al Papa Juan Pablo II los techos de oro mientras hubiera niños muriendo de hambre en el mundo, y lo peor, que el Papa hubiese sido portero en su época de futbolista. Juan Pablo II fue un ferviente entusiasta del MKS Cracovia de su natal Polonia. No fue un arquero lo que se diría descollante, pero bien valía la pena tenerlo en el equipo ante la frecuente ausencia de arqueros en los encuentros entre parroquias. A pesar de que el puesto del portero es el único que no se puede equivocar, pues un error implica un gol en contra, es el lugar del campo al que se mira como si fuera de un estatus inferior. Si un delantero se equivoca y pierde un gol, ya tendrá otra oportunidad y todo el equipo en pos de facilitar su desempeño. Si el equipo es muy malo, nadie la va a caer encima al delantero, con la excusa manida de que se ve muy solo y nadie lo acompaña. ¿Acaso el portero está escoltado en ese monstruo de portería que son los 7,32 metros de ancho reglamentarios por 2,44 de alto? El arquero sólo tiene la fuerza de sus piernas y el instinto afilado que se curte con los años y los goles en contra; además, de una autoestima férrea para hacer frente a las críticas. Si se hace un inventario, ¿quién iba al arco en aquellos primeros juegos de aprendizaje? Al margen de que fuera el más decidido, también era el más gordo, o el miope, o el enclenque. Y no se exponía, más bien no tenía otra alternativa, se encontraba justo en el límite entre tapar, o no jugar. Así de duro ha sido el mundo del fútbol con el devaluado puesto de arquero. Ni hablar de los partidos entre colegas de oficina. En este caso siempre hay una pregunta preliminar: “bueno, ¿y hoy quién va a tapar”? Si alguno decide pararse bajo los tres palos (tapar sería engañarse), es con la condición de que otro lo releve después de un gol. No siempre sucede; cuando hay un gol, todos se desaparecen de la vista, hasta que vuelve a rodar la pelota. Si el delantero tiene a los volantes para auxiliarlo, y la defensa a los mediocampistas, lo más adecuado sería afirmar que el arquero en su soledad, y salvo sus reflejos, ocupa el puesto más importante dentro del campo. Ningún equipo del mundo se puede coronar campeón con un mal portero, a menos que se tenga que rogar al más tronco para que vaya al arco, y en donde regularmente el tuerto es rey en un mundo de ciegos. En el último balón de oro Neuer fue uno de los finalistas. No lo ganó. Aun así fue un homenaje al sacrificio de todos los porteros en la historia. Tal vez dentro de poco veremos a un Courtois o a un de Gea o a un Ospina en lo alto del pedestal. @juancuellarp
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