Del trasero de Kim Kardashian y la negación de lo nuestro

Lun, 30/03/2015 - 12:14
Kim Kardashian da clicks. Si usa un vestido apretado o si pone a bailar a North West, será un éxito seguro en Internet, así lo que haga sea insignificante. Ella es la representación tangible de un
Kim Kardashian da clicks. Si usa un vestido apretado o si pone a bailar a North West, será un éxito seguro en Internet, así lo que haga sea insignificante. Ella es la representación tangible de una celebridad 2.0 que capitaliza todo lo que hace. Y su trasero, sobre todo, es y será fuente innumerable de comentarios: que si es sexy, que si es lo único que tiene. Y sobre todo, que es vulgar, grotesco y que representa todo lo que tratamos de ocultar: la mujer voluptuosa ostentosa que evidentemente nos recuerda al "nuevo rico", al narco. Su más preciado atributo también nos recuerda a la pobre Saartjie Bartman, la mujer africana con esta voluminosa parte que fue vista como un fenómeno de circo precisamente por la visión colonialista que de todo lo moreno, negro y exuberante tenían en Europa hace 3 siglos. Lo irónico es que en un país con tantos elementos como los anteriores, precisamente ante un cuerpo como el de Kardashian sigamos teniendo esa visión de ver un cuerpo tan común como algo "exótico" o algo que se debe eliminar o ser disimulado. Paradójicamente, en Estados Unidos y Europa, donde  se veía el cuerpo de la mujer latina y negra como un símbolo de exuberancia, sensualidad y falta de voluntad moral hacia el propio físico (tal y como lo muestro en este ensayo), las mujeres ahora usan el vilipendiado jean levantacola y otras piezas de moda hechas para lograr su figura o la de Sofía Vergara. Las curvas ahora son lo "sexy", pero en Latinoamérica parece que nos quedamos mirando hacia Europa desde hace mucho tiempo, como si el cuerpo de las mujeres de sus élites fuese el único que pudiese dar una cátedra de "gusto" o de validación de un modelo contrario a lo que se ha visto desde siempre: en ciertos contextos, si se es rico de repente, hay que mostrarlo. Y por supuesto, el rico de antes se horrorizará  e inventará otros códigos para  diferenciarse. Sucede lo mismo con lo que se considera "lujoso" o "exclusivo" hoy. No solo basta usar la capa personalizada de Burberry, también hay que tener otros accesos a la marca que una Kim Kardashian no se podía permitir. Pero como la moda de hoy comprende que sus relatos iniciáticos no venden por sí solos, ella también ha logrado captar este espacio. Por eso ella es prueba de que hoy no existe un límite definido, por lo menos si se habla de consumo o imagen, entre "buen gusto" y "vulgaridad". Que aunque siguen existiendo los viejos códigos de sobriedad que la ven como una mona vestida de seda, el hecho de que ella guíe a tantas mujeres que tienen su cuerpo y vistan igual y que aparezca en Vogue por ello, muestra que la visión de una mujer con grandes atributos puede ser reivindicada más allá del colonialismo morboso con el que siempre se le ha mirado. @LuxAndLan
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