¿Dos años más de conversaciones con las FARC?

Mar, 21/10/2014 - 06:23
Dijo el exministro Álvaro Leyva en una entrevista en Blue Radio que las negociaciones entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC pueden durar dos años más. Y hay que creerle
Dijo el exministro Álvaro Leyva en una entrevista en Blue Radio que las negociaciones entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC pueden durar dos años más. Y hay que creerle. Leyva contó en la misma entrevista que acababa de llegar de La Habana y que hace dos semanas informó personalmente a Álvaro Uribe, líder de la oposición a Santos, “de lo que estaba pasando por allá”. El exministro conservador es una fuente fiable del pensamiento de las FARC, ha participado en varios episodios de acercamiento a la guerrilla durante muchos años y tuvo lazos de cercanía sino de amistad con Manuel Marulanda, el fundador de las FARC. Cuando comenzó formalmente este proceso el 18 de octubre de 2012, el presidente Santos dijo que aquello no iría más allá de noviembre de 2013. Ya se han cumplido dos años de conversaciones (más otro año casi de acercamientos previos) y si Leyva, que tiene línea directa con los jefes de la insurgencia, dice que al proceso le espera un mínimo de dos años es que siendo optimistas no se debe esperar un acuerdo antes de noviembre de 2016, en pleno calentamiento de motores para la siguiente campaña presidencial. Otra campaña que ya podemos presumir impregnada por las decisiones de las FARC. No se entiende muy bien pues a cuento de qué va hablando Juan Manuel Santos de “postconflicto” por todas partes. En Colombia para justificar medidas fiscales y en foros internacionales para vender imagen de normalidad ante el resto del mundo. Ni en Colombia se vive en paz ni la paz está al alcance de la mano. Las operaciones del ejército contra la guerrilla se mantienen con más o menos intensidad y la actividad de las FARC para demostrar que siguen teniendo capacidad de intimidación son constantes: ataques a la infraestructura petrolera, siembra de minas antipersonales y asesinatos (ellos llaman “ejecuciones”) de miembros de la fuerza pública con acciones tan poco convencionales de guerra como el degüello y el empalamiento. A este “marco de conversaciones” se agrega el lenguaje crispado de acusaciones mutuas, insultos y descalificaciones personales entre Uribe y Santos por cuenta de las negociaciones con las FARC, y episodios tan chuscos y cantinflescos como la aparición de oficinas de espionaje al proceso en cafés internet o la metedura de pata del ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, al revelar que el jefe de la guerrilla ha viajado varias veces a Cuba en secreto. Este viaje, que para un observador externo parecería normal en el marco de unas conversaciones de paz entre esa guerrilla y el gobierno colombiano, ha desatado una tempestad política al interior de Colombia por las circunstancia del desplazamiento a Cuba de alias “Timochenko”. El ministro habló de un delincuente con orden de captura internacional de Interpol y el presidente tuvo que salir a apagar el incendio diciendo que era normal que el líder guerrillero hubiese ido a La Habana. Desafortunadamente para el jefe del ejecutivo colombiano ni el viaje de “Timochenko” a Cuba se entiende muy bien ni las circunstancias en que tuvo lugar son las más claras. Si quería autorizar al líder guerrillero para que fuese a La Habana (no se sabe muy bien a qué pues por la mesa de negociaciones no se le vio), tenía que haber echado mano de la ley, que indica que antes debería haberlo reconocido como portavoz o miembro representante en la mesa y solicitar que las órdenes de captura que pesan sobre él se hubiesen suspendido. Y esto con una segunda parte del viaje por el Caribe que llevó al guerrillero a Nicaragua, cosa que se entiende aún menos que la visita a Cuba. Para nadie es un misterio que “Timochenko” permanece la mayor parte del tiempo en territorio venezolano. ¿Cómo viajó a La Habana? ¿Cómo regresó a Venezuela? El episodio, discusiones jurídicas y consecuencias políticas aparte, demuestra unas contradicciones e incongruencias que lo único que hacen es restar crédito al Gobierno en este proceso y alimentar el escepticismo de los colombianos frente al mismo. Y si es cierto que quedan dos años, como dice Leyva, a ver cómo llega Santos al final de este proceso negociador. Las FARC son maestros de alargar el tiempo en este tipo de situaciones, siempre lo han hecho y era una de las tácticas preferidas de Manuel Marulanda. Quien lea un librito escrito por “Tirofijo” titulado Cuadernos de Campaña, podrá comprobar el número de pasajes en los que el fundador de las FARC alude a la necesidad de “engañar al enemigo”, “hacerle creer”, “ganar tiempo” “Queríamos mostrarle al enemigo una preparación falsa para el combate. Esta no existía porque nuestros planes se encaminaban en otra dirección, pero necesitábamos atraerlos y hacerles costosa y complicada la ocupación de la región mientras ganábamos precioso tiempo para nuestros planes”, escribe Marulanda en uno de sus apartes. Santos debería haber tenido esto bien claro cuando empezó a negociar con la guerrilla. Sé que lo que voy a decir ahora es pura ucronía, un supuesto inútil a estas alturas del partido, pero teniendo otras posibles sedes para las conversaciones, Oslo y Santiago capitales respectivamente de Noruega y Chile otros dos de los países acompañantes de este proceso además de Cuba y Venezuela, cometió una equivocación mayúscula al escoger La Habana, lugar ideal para el reposo del guerrero. Y, por si fuera poco, dejando de anfitriones de los guerrilleros a los funcionarios del Ministerio de Interior cubano en donde el más tonto hace relojes. Ya me gustaría ver cuánto iban a querer prolongar el proceso los guerrilleros entre la seriedad pero atávica tristeza de los chilenos o en el rigor de los noruegos y a 20 grados bajo cero. Pero como dicen los italianos, “se mia nonna avesse le ruote sarebbe una carriola” (si mi abuela tuviese ruedas sería una carreta). Las FARC ya le tienen tomada la medida a Juan Manuel Santos y saben que el presidente depende cada vez más de la marcha del proceso de conversaciones en La Habana. Serán cada vez más exigentes, aprovecharán cada día sus ventajas e intentarán, como siempre, prolongar el tiempo. El pronóstico de Leyva no es solo de su cosecha, es algo que seguramente ha oído en La Habana. La incógnita es saber si Santos aguanta o ve que el precio político es tan alto que lo obligue a tirar la toalla.    
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