El arte de dar cantaleta

Mié, 29/08/2012 - 08:33
        Como herencia de mi época de trabajar en mercadeo me quedó la maña de hacer encuestas, sesiones de grupo, investigaciones de mercado. Para no perder la co

        Como herencia de mi época de trabajar en mercadeo me quedó la maña de hacer encuestas, sesiones de grupo, investigaciones de mercado. Para no perder la costumbre hice un sondeo entre algunos de mis amigos, los que aún no se han aburrido de mis fastidiosas consultas y todavía contestan mis cuestionarios. La última investigación consistió en indagar sobre qué es lo que más les molesta a los hombres de nosotras las mujeres. Hubiese sido más rápido, y menos la súplica a éstos varones poco colaboradores, si me hubiese limitado a escribir mi comportamiento habitual.

       Hay que reconocer que los hombres son muy claros al responder, no dan rodeos y dicen las cosas tal cual son, sin interpretaciones camufladas. No como con las mujeres, cuyas respuestas debo descifrar y desenmarañar. Por lo tanto el análisis de la investigación fue rápido y sencillo.

       La reina, la bien sabida y por todos conocida Cantaleta es lo que a los hombres más les molesta. ¿Qué es la cantaleta? Una diatriba eterna, un monólogo interior expresado en tono fuerte, alto y sentencioso, acompañado de signos manuales, manotazos, ojos abiertos, y repetición infinita del mismo tema desde diferentes perspectivas. No dudo que muchas mujeres jamás hayan dado cantaleta, y se aterren de sus congéneres que sí lo hacemos. Yo por mi parte me niego a dejar de darla. Es el único momento en el que un hombre llámese marido, novio, amigo, hermano, colega, al menos finge ponernos atención. Así esté desconectado de la realidad y sólo aterrice cuando golpeamos la mesa de centro con la palma de la mano y gritamos ¡Sí ve, usted nunca me pone cuidado cuando le hablo! Cómo puede uno como mujer vivir sin dar cantaleta, yo perdería no mi mano derecha, la izquierda porque soy zurda. En la cabeza de quién cabe que se digan las cosas una sola vez y en tono suave, amable y discreto, no, hay que hablar duro, fuerte y entre más estridente y chillón mejor. Porqué de lo contrario la vida se tornaría monótona y rutinaria, y nunca, nunca, nos harían caso, así lo hagan sólo para que dejemos de protestar.

       La cantaleta es la forma que tenemos las mujeres para expresar lo que sentimos, para explotar; somos un volcán de hormonas que tarde o temprano estalla y sale lava ardiente en forma de palabras y gestos. Qué quieren, que seamos tranquilas y calmadas al momento de decir que no nos gusta la “amiga” de toda la vida, no nos gusta punto, y no se puede decir en tono suave. Que no nos gusta el amigo parrandero, soltero, mujeriego que casualmente se aparece todos los viernes a las ocho de la noche con alguna “vueltica” para hacer. Y qué sería de la vida sin la cantaleta de las mamás, repiten ochocientas veces por minuto y en crescendo: que tienda la cama, que haga las tareas, que no se olvide pagar los servicios, que siempre deja la ropa tirada, que apague las luces; claro como usted no es el que paga…

       Yo me atrevería a decir que la cantaleta es una función biológica de la mujer, una característica innata y hermosa que debemos defender, proteger e inculcar. Es como si a los hombres se les prohibiera ver futbol el domingo por la tarde. La cantaleta es un oficio, un arte que se aprende desde pequeña viendo a la mamá, a las tías, a las amigas de la mamá. Se mejora con los años y adquiere su máximo esplendor en la edad adulta. Así los hombres digan que lo que más les disgusta de las mujeres es que demos cantaleta, es mentira. Si no existiera la cantaleta, de qué se quejarían entonces. Si un día todas las mujeres del planeta dejáramos de hacer berrinches y pataletas, los hombres se aburrirían enormemente porqué no tendrían ningún tema para quejarse con su amigos. Hombre que se respete siempre está diciendo “mi mujer es muy cantaletosa”, o la mamá, o la abuela, o la mujer con la que viva.

       No se necesita ninguna época del mes, como algunos creen, para recitarla. Es algo que está en el ADN femenino, tampoco se necesita algún motivo en especial, la provoca cualquier situación real o imaginaria. Como la crema de dientes destapada, los calzoncillos tirados en el baño, la toalla en el suelo, la taza orinada, el exceso de trabajo (eso ya es motivo de sospecha y no sólo de cantaleta), el mutismo y la sordera selectiva.

       En conclusión, no se pude nunca perder el hermoso arte de dar cantaleta. Es la herencia de nuestras abuelas, adalides de la buena moral y costumbres íntegras. Mujeres sabias que hicieron de la alegadera y la jodedera un arte, una ciencia, un oficio que le da sentido a nuestra existencia, y que ayuda a preservar la especie humana amenazada por hombres sordos y apáticos a quienes se debe espabilar a punta de cantaleta.

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