Gigoló por accidente, una versión criolla y de bajo presupuesto

Jue, 26/09/2013 - 09:13
Quizás algunos recuerden a Joe Dallesandro, protagonista de la película "Caliente" (Paul Morrisey, 1972). Joe se convirtió en el Sex symbol del cineunderground y estrella hab
Quizás algunos recuerden a Joe Dallesandro, protagonista de la película "Caliente" (Paul Morrisey, 1972). Joe se convirtió en el Sex symbol del cineunderground y estrella habitual de Andy Warhol, En ella, Dallesandro era una ex estrella infantil que utilizaba el sexo como moneda de pago. Pero para no ir tan lejos, y con la intención de “tropicalizar” un poco más ésta historia, tengo que confesar que por accidente me convertí en el gigoló de las mujeres de la tercera edad, sin tener siquiera una leve idea del magnetismo atractivo que representaba para ella. Mi nombre es David y no uso trajes de bombero para show de stripteases, no tengo esposas de policía o prendas que terminan con cierres en velcro, ni mucho menos el látigo que viene con el disfraz de chulo. En lugar de todo lo anterior, me acompaña un formula médica, unas pastas para la gastritis, gafas de lectura, electrocardiogramas y una perra piquines inglesa que despierta mucha ternura en las señoras de Chapinero. Francamente me resulta completamente improductivo sostener una conversación con las persona de mi generación, no me identifico mucho con sus temas y siempre termino aburriéndome antes de tiempo. Fue así, que me acerqué cada vez más a las personas de edad, en su mayoría mujeres que superaban la parte alta de los 45 (viudas y separadas). Con ellas me sentía seguro, enriquecía mi conocimiento y a su vez, ellas recibían una pequeña inyección de colágeno; lamentablemente no logré prever que les despertaba curiosidad, intriga y peor aún, “deseo”. La primera ver que una de ellas me llamó y me dijo luego de 15 minutos de rodeo “David, es que tengo ganas de hacerlo con usted”, quedé sumido en un limbo de perplejidad, no sabía que decir, pero gracias a la señal de Claro, logré salir de ese pequeño percance. Aún no superaba las 72 horas para que de nuevo una mujer que conocí hace unos años en el concierto de Ozzy Osbourne, me llamara con la intención de hacerme una propuesta que no podía rechazar, la de “arrendarme media cama con servicios incluidos”. Pero lo anterior fueron solo minucias a lado de lo que me pasó en un corto viaje a Sopó, antes de saltar en parapente. Una mujer que superaba los 50 años, luego de pedir un té de marihuana, y dialogar un poco sobre nuestros intereses (en especial el cine porno), me invitó a sus clases de literatura erótica, vimos sus video haciendo “pole dance” mientras me guiñaba el ojo y con voz dulce, seductora y segura me dijo: “David, yo tengo un mozo y tres hijos, pero la verdad no me incomoda tener otro, total a todos los mantengo”, solo recuerdo de ella un “te amo” antes de saltar mientras el equipo de paracaídas me elevaba; la excéntrica Clara le entrego a mis amigos su número de celular en un caja de chicles y no supe más de esa mujer. Francamente no sabía en qué me estaba metiendo, pero me gustaba. Aún no logro entender por qué razón conseguía tanta empatía con ellas, ¿será porque una vez en confianza teníamos el placer de compartir nuestras historias clínicas?, o acaso sería, porque son mujeres que saben lo que quieren y con absoluta franqueza lo dicen sin sentir miedo al rechazo. Sin darme cuenta me estaba convirtiendo en el casanova de la tercera edad, esa clase de hombre que les endulzaba el oído hablándoles de “Garzón y Collazos, Silvio Rodríguez o Led Zeppellin”, o sacaba de su maleta aspirinas cuando se sentían indispuestas, el mismo que incluía dentro de sus charlas, la cartelera de películas más relevantes del cine para adultos, o discusiones de libros de Nietszche, Cortázar o Benedetti (en especial con la docente de Filosofía de la Universidad Distrital). Los gigolós, como su nombre lo indica en su origen francés “gigue”, son "Amantes jóvenes de una mujer mayor que los mantiene con dinero o regalos", por eso creo que algún beneficio tendrá salir con ellas, en el peor de los casos lo mínimo que usted puede adquirir es una pensión de supervivencia, o en su defecto la inclusión en su testamento. Si quiere descuide todo, piense que podría hacer cosas más importantes que salir con personas de su edad, hable con extraños, y ante todo compre un perro, le aseguro que las curiosas queriendo interactuar con usted, van a terminar comprándole concentrado y buscando algo más. Twitter: @David_Aramendiz
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