La campaña pro-uribista de la guerrilla colombiana

Sáb, 15/06/2013 - 05:01
Vivir para ver: lo último que uno podría esperar en esta historia nuestra,  era que la guerrilla colombiana de las Farc acogiera con simpatía la reelección de Juan Manuel Santos a la presidencia
Vivir para ver: lo último que uno podría esperar en esta historia nuestra,  era que la guerrilla colombiana de las Farc acogiera con simpatía la reelección de Juan Manuel Santos a la presidencia de la República. Santos es el establecimiento del establecimiento en Colombia. Todos lo sabemos y él también: representa la más rancia oligarquía bogotana. Resulta  paradójico que una guerrilla marxista que por 50 años se ha declarado anti-establecimiento, anti-oligarquia y ha  tratado de justificar sus actos de terrorismo, asesinatos y secuestros como modo de lucha para, precisamente, cambiar el orden social establecido en nuestro país, termine haciéndole campaña a su enemigo natural, a su enemigo de clase, según el materialismo dialéctico clásico. La motivación real que  tienen las Farc para optar por esta posición es un misterio: en sus 50 años de lucha esta organización no se ha destacado precisamente por la claridad de sus conceptos, por la franqueza de sus posiciones o por la consistencia entre lo que dicen y hacen. De modo que esto puede ser entendido o bien como una estrategia militar que ya les funcionó entre 1998 y el 2002 (si, Santos se está pareciendo cada vez más a Pastrana), como un verdadero acto de contrición, o simplemente como una continuación de su feroz oposición al  expresidente Uribe. El problema que tienen es que este país, curado ya de  facilismos histriónicos cuando de asuntos de guerra y diálogos se trata, no les cree el cuento de la paz mientras al mismo tiempo que  sus comandantes sonríen en La Habana exhibiendo sus bronceados,  aqui siguen secuestrando, siguen matando y siguen  atacando pueblos inermes en la Colombia olvidada. De otro lado el ELN, que se siente excluido de la agenda de paz del gobierno, quiere llamar la atención  del país masacrando  11 soldados de un batallón de ingeniería que ayudaba a construir carreteras en zonas marginadas, pero lo único que logran es generar aún más  repudio de la sociedad colombiana. Si los comandantes  de este grupo todavía creen que con 1500 hombres, muchos de ellos púberes, que deberían estar besando sus primeras novias o corriendo detrás de un balón,  van a llegar al poder por las armas, es porque no quieren aceptar la realidad de la Colombia de hoy, muy distinta  a la del Frente Nacional con la que justifican su guerra, en la que el alcalde de la ciudad más importante del país es un exguerrillero, que por cierto, no ha cambiado su ideología y agenda progresista. Farc, kienyke Siempre se ha dicho que estos actos de barbarie  fortalecen  a estos grupos en las mesas de diálogo. A lo mejor eso resultaba  cierto en la Colombia pre-Uribe. Ahora las cosas parecen ser a otro precio, pues en sus ocho años de gobierno Uribe cambio de forma estratégica el balance militar en el conflicto colombiano. Este demostró que con voluntad política y recursos, la guerra se  inclina claramente  a favor  del estado,  y  cumplió con lo que predijo López  Michelsen: que había que derrotarlos militarmente, para sentarlos a dialogar. Eso lo vivimos los colombianos y lo percibió el resto del mundo, y no creo que a estas alturas el país vaya  aceptar  retornar a la arrogancia y sevicia de las Farc y el ELN de principios de siglo. Por eso cada acto de terror, cada mina activada, o cada nuevo secuestro, lo único que va a lograr es que el país añore, cada vez más, la política de seguridad democrática de Uribe, donde  había una voluntad férrea y una clara política contrainsurgente. Pero si las guerrillas  insisten en su propuesta militar, sin sentido en el mundo de hoy, y el  uribismo logra encontrar un candidato serio que represente su política y vision de paz, y deja de rodear al bufón que hoy los representa,   la reelección de Santos  y los diálogos de paz  van a quedar en veremos. Los comandantes de las Farc y el ELN tienen que pensarlo muy bien y nunca olvidar que en el 2002, un país hastiado, eligió un presidente para “pararle el macho” a una guerrilla crecida miltarmente y por cuenta de ello Reyes, Jojoy, Rios, Martin Caballero, el Negro Acacio y Alfonso Cano descansan tres metros bajo tierra. A este paso, lo único que van a lograr  es que drones de la Fuerza Aérea Colombiana les ronden sus cabezas 24 horas al día preparando un bombardeo final. Es decir, si siguen jugando con el país como lo están haciendo, lo único que van a lograr es “tacar burro”.
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