La ciudad que no tiene agua pero quiere fiesta

Vie, 01/08/2014 - 13:29
Bailar, emborracharse para después no tener con qué lavar el calzón.

Como todos los años las Fiestas del Mar en Santa Marta han causado controversia, tal vez por falta de identidad de la misma
Bailar, emborracharse para después no tener con qué lavar el calzón. Como todos los años las Fiestas del Mar en Santa Marta han causado controversia, tal vez por falta de identidad de la misma o porque los samarios nunca la han acogido tan propia como los carnavales. Pero en el fondo el problema se puede interpretar como una acertada organización que lamentablemente nunca ha tenido, que no le da continuidad a una celebración que se confunde con otras manifestaciones culturales tal vez porque los samarios siempre han vivido de espaldas al mar. Su organización ha sido tan pobre que es similar a una fiesta patronal al igual que la de los carnavales que organizan a duras penas desde el populoso barrio de Pescaíto, a punta de rifas y venta de fritos, un esfuerzo que vale para mantener una cultura pero que no llena expectativa y que no vende como tal una marca, como lo que se pretende con la Fiesta del Mar. Que año tras año se modifica, se reestructura, se le inyecta recursos para vigorizarla, vitaminas para una anémica que cada año le aparece un nuevo dolor. En el 2012 se suspendió porque el actual alcalde Caicedo no se entendió con el comité organizador, en el 2013 se presentó con nuevo vestuario pero con la misma ropa interior, un cambio en la apariencia y en este 2014 como una maldición hacia una fiesta que no aflora Santa Marta vive una de las sequías más fuertes que la mantiene al borde de las protestas, de las riñas comunitarias, de las quejas, de la rabia y lo que es peor, de una disputa entre administración distrital y la empresa prestadora del servicio Metroagua sobre quién es la responsable de garantizarle a la gente el servicio. Y es aquí donde nace la pregunta si se justifica realizar una fiesta en plena penuria, cuando la ciudad está más dividida, cuando no tiene cómo garantizarle a propios y visitantes el recurso hídrico necesario, cuando la calamidad pública decretada y alargada la mantiene en plena zozobra y rogando para que llueva. Porque como pintan las cosas el problema se agudiza con los días según datos de la misma empresa Metroagua, la cual registra un déficit del 80.00 por ciento en su producción, es decir de los 800 litros por segundos que normalmente produce en época de lluvias para la atención de sus usuarios, en la actualidad solo está suministrando 160 litros por segundos, un 20.00 por ciento de su producción. La Planta de Tratamiento de Agua Potable El Roble que abastece a Gaira, El Rodadero y la Zona Turística, la cual es alimentada por el río Gaira, está produciendo 215 litros por segundo de los 310 litros que normalmente requiere para su distribución, es decir que su producción está en un 69.35 por ciento. Y a lo anterior se le suma el calificativo “de grave” del Ministro de Vivienda, Ciudad y Territorio Luis Felipe Henao cuando en Yopal se visualiza la construcción del nuevo acueducto, pero lo de Santa Marta es más complejo, ¿porqué? Es paradójico pretender el garantizarle agua a visitantes cuando los mismos residentes no la tienen, cuando deben rebuscársela con pimpinas en carretillas o un presupuesto adicional fuera de la factura para comprarla. Es pretender hacer una fiesta mientras se vive un duelo, algo sin razón de qué celebrar, un egoísmo estratificado donde se verá a una parte de la ciudad que celebra y la otra que protesta donde se le incrementará el trabajo al Esmad, más cuando se cae en lo mismo de pretender organizar todo en 60 días y muestra de ello fue la convocatoria para escoger la estatuilla de premiación de las Fiestas del Mar abierta el mes de junio y cerrada el mes siguiente, y lo más desconfiado sin promoción directa. Es improvisar, bailar, emborracharse para después no tener con qué lavar el calzón. La controversia que se ha generado entre al Alcalde de Santa Marta y la empresa prestadora del servicio Metroagua por los medios de comunicación es la muestra de lo mal que están los samarios, como un matrimonio en pleno divorcio que pretende hacer una fiesta en su casa y cada uno invita a sus amigos para sabotearle lo que hace el otro. Un parlamentario, Eduardo Diazgranados que en plena plenaria cuestiona al Alcalde pero no aprovecha los escenarios políticos del orden nacional para priorizar una salida conjunta con el gobierno nacional y un alcalde que se mantiene en su posición radical del “todo huele a confabulación”, mientras se escuchan voces sensatas que claman por la prioridad del agua como la de la ex reina nacional de la belleza Taliana Vargas, oriunda de esta ciudad, donde se muestra que esta capital no se está muriendo de sed sino de falta de unión. Una fiesta que se pretenda posesionar a nivel nacional no puede enmarcarse en la improvisación y no es de esta administración sino de todas aquellas por donde ella ha desfilado. Tal vez por lo mismo es que causa controversia, porque al no tener una organización estructurada, fija, se debilita en su misma apariencia y con ello su identidad, que los samarios poco reconocen. Sería bueno que “Las Fuerza Vivas” de la ciudad debatieran lo mejor para unas fiestas sin tanto protagonismo, si es conveniente darlas en concesión al igual que realiza Carnavales S.A. de Barranquilla donde asuman todo lo concerniente a preparación, promoción y realización donde el distrito no tenga que asumir gastos onerosos (aunque dicen que no lo hacen) enmarcado bajo contratos claro y confiables con términos definidos y no como los “enmochilados” como el de Metroagua donde después de 14 años salen con el cuento de ser improcedentes. O atreverse a seguir seriamente en el intento de organizar sin saber diferenciar los problemas, en una ciudad que se ha acostumbrado a las promesas. Lo que ocurre en la “bahía más linda de América” sobre el tema del agua pasa en varias ciudades del país producto de la falta de prevención y planificación, donde hoy en día los únicos ganadores son las grandes constructoras que ofrecen apartamentos en la zona turística y residencial sin el control urbano, donde no garantizan el mínimo vital de agua a sus propietarios porque saben que es un problema que tienen que resolver las administraciones, y a esto se le suma la inoperancia gubernamental de entidades que como Corpamag, cuyo director es Orlando Molinares, 14 años al frente de esta entidad, que maneja un presupuesto del orden de los 2,755,984,000, y desde el 2001 el Ideam publicó un documento donde preveía la situación que hoy está viviendo Santa Marta y que al respecto no se tomaron medidas de precaución, como tantas alertas tempranas del Ideam que son ignoradas. A éstas se le suman las denuncias de la misma población que no se tienen en cuenta como las quemas en la Sierra Nevada que consumió 3 mil hectáreas en el mes de marzo donde la población le avisó al director con 11 días de anticipación. Igual sucede con las quemas en inmediaciones de la Ciénaga Grande y como si fuera poco el anterior alcalde de Santa Marta, Juan Pablo Diazgranados en acompañamiento con Corpamag, esta última firmó un contrato por valor de $4.096.486.964 para dragar la cuenca baja del río Manzanares en el 2010, que causó daños en las raíces de los árboles tradicionales de la especie Bonga que estaban sembrados desde el sector del Parque Tayrona. Y el moño como dicen en la Costa, es la denuncia de caimanes en las inmediaciones del Río Piedra donde ya atacaron a una niña y que la comunidad había denunciado. A la falta de unión hay que sumarle el del control de los entes que regulan el accionar de estos funcionarios, que como Contraloría y Procuraduría no existen, los samarios viven con sed y huérfanos. En Santa Marta ha tomado curso el creer que los debates son para insultar y promulgar, un ejemplo de Concejales, gerentes, administración mientras el problema persiste y se soluciona con el paso del tiempo para después volverse a presentar, un ejemplo de ello son las Fiestas del Mar que este año si la realizan van a servir para celebrar un rito indígena de la Sierra para ver si solucionan dos problemas en un ritual, la lluvia y encontrarle al fin una identidad a las Fiestas, el motivo de encomendarla todos los años a los dioses para que solucionen los problemas, ya que las “Fuerzas Vivas” están como el caudal actual del río Manzanares, más muertas que nunca en su propio egoísmo. ¿Se justifica una fiesta en Santa Marta en plena sequía?
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