La Patria Boba

Jue, 23/08/2012 - 02:03
Santistas y Uribistas. Nuevo escenario de la pánfila colombiana Ningún colombiano diría que somos un país de tontos. Al contrario, la sagacidad, la viveza, la malicia son un rasgo que nos identifica tanto dentro como fuera del país. No es sino revisar el registro de noticias para enterarnos que unos narcos inventaron una estrategia extraordinaria para llevar droga a Estados Unidos o Europa, o que un estudiante universitario encontró una solución viable y eficaz para el problema de contaminación del río Bogotá. Basta con salir a la calle para constatar que el rebusque es una forma renovada de ingenio. Y si nos atenemos a los cables de información inútil nos enteramos que además somos el tercer país más feliz del mundo, tan sólo superados por Costa Rica y Vietnam. Pero una realidad salta a la vista: este es un país inequitativo, y encima de todo, de bobos. Ejemplos nos da la historia: la guerra contra el Perú, la perdimos, pero en la memoria quedó registrado un triunfo que nadie objetó; en el siglo XIX el Estado Soberano de Boyacá le declaró la guerra al Reinado de Bélgica para vengar un amor contrariado del general Santos Gutiérrez; perdimos el Istmo de Panamá sin que las tropas de guerra dispararan un solo tiro. Daniel Samper Pizano escribió: “no nos hemos destacado nunca, pues, por vivos” (Revista Diners). Algún poeta dijo que éramos un país de leones dormidos, algo osado, otros han sido más benévolos y hemos terminado por ser un país de poetas y de presidentes gramáticos. Hacían alusión a otras épocas, cuando aquí se vivía la poesía como hoy se vive el rentado de futbol, y cuando los libros de Guillermo Valencia o de Eduardo Carranza eran tan comentados como en la actualidad sucede con el embarazo de Shakira o la eliminación de Óscar en “Protagonistas de Nuestra Tele”. Además, nuestra historia acusa numerosos períodos de patria boba y es sabido que, de la misma manera que como para cazar leones se debe ir donde haya, “para hacer una patria boba se necesitan muchos bobos que estén haciendo patria” (Samper, Diners). El espacio de esta columna no alcanzaría para enumerar los periodos de bobada en Colombia. Sin embargo, si algo ha dejado el nuevo milenio en materia política en nuestro país, ha sido el esfuerzo por alcanzar una cúspide de bobería sin parangón histórica. Bobo tiene varios sinónimos como: majadero, torpe, abobado, lelo, subnormal, pasmarote, mentecato, memo, zoquete, bodoque, retrasado, necio, bobalicón, estólido, percebe, frondio, obtuso, gaznada, mameluco, insomne, corto, tardo, desequilibrado, dormido. Tal parece que el diccionario de sinónimos se inspiró en la realidad política colombiana para formar una lista tan nutrida. Porque ¿qué fue el discurso del presidente Santos en el recibimiento a los medallistas olímpicos, sino una majadería de positivismo inspirada en Paulo Coelho? ¿O la pretendida Reforma a la Salud que la ministra Beatriz Londoño no sabe cómo encubrir, una torpe manera de defender el negocio de las EPS? ¿Y las entrevistas al aquejado vicepresidente Angelino Garzón en que propone una constituyente para reconciliar a Uribe y Santos, sino una solución abobada? Por lelos el Congreso de la República casi nos mete una reforma a la Justicia subnormal, gracias a lo cual nos enteramos que Simón Gaviria, presidente de la Cámara de la pasada legislatura, no era más que un pasmarote que no lee lo que firma. Y el ex secretario del Senado, Emilio Otero, un mentecato que recibía 360 millones de pesos al año de sueldo. Y que la Banca colombiana es anormal porque son los únicos que en plena recesión económica siempre obtienen ganancias desmedidas, y en añadidura, quienes tenemos una cuenta de ahorros en cualquier banco terminamos siendo unos memos, o hasta zoquetes porque nos toca pagar por una certificación bancaria una cifra similar a la de un almuerzo en Harry Sasson. Basta con mirar cualquier diario para ver que el Ministro del Interior está como un bodoque organizando la reunión entre los indígenas del Cauca con el presidente Santos, o que el de Defensa siempre anda dormido con el orden público, y que la Canciller es necia con el bendito TLC con China, creyendo que es una competencia de igual a igual. Y los columnistas una partida de desequilibrados que no saben como disimular sus intereses de forma pública, y terminamos leyendo remedos de imposturas que muchos no entendemos y otros no logran terminar, porque, o tiran el periódico a la sesta de la basura o se quedan dormidos con los bobalicones de José Obdulio, Fernando Londoño, o las entrevistas de María Isabel en El Tiempo. Para terminar, qué vemos en la televisión colombiana: realities estólidos donde sale a relucir esa malicia que los colombianos llevamos dentro, y que Ricardo Silva denotó acertadamente como un zoológico humano; o noticieros tardos, partidos de fútbol percebes, reinados frondios. Ante este panorama, ¿hay algún tipo de idea novedosa que esté ondeándose en Colombia? En verdad, ninguna… el movimiento “Pedimos la palabra”, un revoltijo de intelectuales, académicos y políticos sin partido cuyo fortín político es un lugar metafísico que únicamente Antanas Mockus sabe cómo explicar, o el “Puro centro democrático”, una partida de obtusos embobados que repiten al unísono las gansadas que Uribe lanza desde su twitter, los foros en las universidades privadas, o el consejo comunitario que esté inventado en algún municipio perdido del territorio, en el cual repite una y otra vez que “le den otra vez el chance de gobernar a esta partida de mamelucos”. Caricatura de Matador. Archivo de matador.blogspot.com Este inicio de milenio ha dejado muy poco para construir país y superar la patria tontarrona que somos. Antes andábamos divididos entre centralistas y federalistas, y llegaron los españoles a aprovechar el papayazo de la patria boba; o fuimos liberales o conservadores, y una veintena de guerras civiles no fue suficiente para darnos cuenta que en los campos se mataba ferozmente el pueblo, y en Bogotá los jefes rojos y azules se sentaban en la misma mesa y compartían el mismo vino, hasta que uno que no fue bobo, se dio cuenta del engaño y por eso lo mataron el 9 de abril de 1948. U otro que se burlaba del descaro mastuerzo de los Paramilitares y lleva 4.750 días de difunto. También hubo rencillas disque ideológicas entre lopistas y santistas, ospinistas y laureanistas, belizaristas y virgilistas; y en la izquierda no se quedan cortos: moiristas y comunistas, troskistas y camilistas, polistas y progresistas. ¡Qué bobada¡ Por andar en estas es que terminamos creyéndonos un país feliz. Menos mal queda algo de cordura: no somos los campeones mundiales. No somos tan pendejos para tragarnos ese cuento.
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