Machismo sobre ruedas

Jue, 25/07/2013 - 01:05
Se me aguaron los ojos y se me puso la piel de gallina cuando lo vi allá, parado, sin nada que envidiarles a los grandes. A pesar de su corta estatura, se veía gigante en el podio mientras que era c
Se me aguaron los ojos y se me puso la piel de gallina cuando lo vi allá, parado, sin nada que envidiarles a los grandes. A pesar de su corta estatura, se veía gigante en el podio mientras que era coronado subcampeón del Tour de Francia, la carrera más importante del mundo del ciclismo.  En las redes sociales solo se hablaba de él y los narradores de la televisión aseguraban que era un día “más que histórico”. Yo inmediatamente les di la razón, pues si hay algo “más que histórico” en esta vida, seguro es un suceso como el que estábamos viendo en la pantalla. Era Nairo Man, Nairon King-tana. Era Nairo Alexander Quintana Rojas, un joven boyacense de apenas 23 años que empezó su carrera de ciclista montando la bicicleta que su padre le regaló para que pudiera llegar a su colegio, desde el cual debía subir 16 kilómetros de montaña, a veces con su hermana a cuestas, para llegar de vuelta a su casa todos los días. Y es que no fue un solo reconocimiento, no. Varias veces se paró a recibir sus merecidos galardones, pues además de alcanzar el segundo lugar del podio, recibió los premios rey de la montaña y ganador de los jóvenes. Yo, que poco sé de ciclismo y que nunca me había interesado por el Tour de Francia en particular, decidí verme toda la ceremonia de premiación pues me sentía realmente agradecida por lo que había logrado nuestro campeón colombiano. Debo decir que lo que vi me dejó desconcertada. Nairo se paraba orgulloso en el podio y salían dos chicas a ponerle la camiseta respectiva del premio que había ganado. La camiseta, claro está, combinaba perfecto con el vestido, a veces largo a veces corto, a veces apretado y otras holgado, a veces atrevido y otras veces no tanto, que se ponían estas mujeres de estaturas y medidas ideales para caminar por las pasarelas europeas. Ellas se paraban de forma muy femenina de lado y lado del campeón, le arreglaban la camiseta para que no se viera arrugada, aplaudían al ganador y sonreían mostrando su dentadura perfecta. Fue cuando dejé de llorar de orgullo por Nairo. Las lágrimas que derramaba ahora eran por el patético rol que tenemos las mujeres en el Tour de Francia. Pero no podía ser tan trágico, pensé. Me puse entonces a averiguar y al cabo de un rato, ya no salían lágrimas de cocodrilo: yo lloraba como una magdalena. El resultado de mi investigación era dramático. Al parecer, el ciclismo es uno de los deportes más desiguales del mundo. Esto fue lo que encontré. El organismo que rige el ciclismo mundial, la Unión Ciclista Internacional (UCI), tiene reglas que limitan la participación de las mujeres en los Tours. Esto quiere decir que, como pasaba hace unos años con las maratones, no se permite que las mujeres compitan largas distancias pues se cree que pueden ser demasiado exigentes para ellas. Pero eso no es todo. Hay pocas carreras para mujeres, las competencias están desprovistas de cobertura televisiva, y como las distancias y carreras son menos importantes, pues los salarios y los premios también. En 1980 se corrió el Tour Feminin pero no hubo suficientes patrocinios y la prensa no cubrió el evento como lo hace con el Tour de Francia. Este año entonces, se cumplen 100 años de desigualdad entre hombres y mujeres en lo que tiene que ver con este importante Tour. Mejor dicho, en el ciclismo la lucha entre hombres y mujeres puede ser la misma, pero la recompensa muy diferente. Este domingo, mientras veía el show por televisión, recuerdo que pensé que todos los que daban la mano y entregaban el trofeo eran hombres. El director del Tour de Francia, Christian Prufhomme, ni más faltaba, es un hombre. La verdad, es que el director del Tour de Francia siempre ha sido un hombre. Los comentaristas son en su mayoría hombres. El toque femenino del Tour de Francia no está entre la lista de directivos y tampoco entre los ganadores o los participantes. El toque femenino de la ceremonia está en las modelos que se paran como si ellas también fueran trofeos, para mostrar sus bonitas piernas y posar como reinas de belleza.  El mensaje es claro: las mujeres en el ciclismo profesional no son más que modelos posando en un podio. Hoy las mujeres ciclistas quieren participar en paralelo con los hombres durante el Tour de Francia, pues saben que hacer una competencia aparte no tendría suficiente peso. La idea no es competir contra ellos, pero sí durante el mismo evento.  Por eso, Marianne Vos que ha ganado dos veces la medalla de oro en los Olímpicos y otras ciclistas muy importantes como Emma Pooley, Kathryn Bertine y Chrissie Wellington, han iniciado una petición en línea dirigida a Christian Prufhomme, para incluir a las mujeres en el Tour de Francia a partir del 2014. Todavía faltan más de 2 mil firmas. Ojalá no sea necesario infiltrar a una mujer en esta importante competencia, como ocurrió en 1967, cuando Kathrine Switzer decidió correr la maratón de Boston aunque solo podían hacerlo los hombres. La quisieron detener pero con el apoyo de los participantes, pudo llegar a la meta.  Gracias a eso, hoy correr la maratón no es cosa de machos aunque al parecer montar en “bici” todavía lo es. Yo ya me sequé las lágrimas. Yo ya firmé la petición. Que nada lo detenga. Fírmela usted también.          

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