Memorias desde el Destierro

Mar, 01/07/2014 - 07:43
“Allí donde la vista ya no llega, había una ciudad que te aguardaba, tendría que ser el mundo más hermoso, detrás de las montañas. Pero los días pasaban y los

“Allí donde la vista ya no llega, había una ciudad que te aguardaba, tendría que ser el mundo más hermoso, detrás de las montañas. Pero los días pasaban y los años y pasaban los trenes, y quedabas en la aldea silenciosa, como un pájaro con las alas mojadas.” En: Memorias del Exilio de Joaquín Sabina

El pasado 15 de Junio, el mandato ciudadano respaldó a través del sufragio universal en elecciones presidenciales una segunda oportunidad de gobierno a Juan Manuel Santos, un mandato que fundamentalmente reunió a varios sectores sociales y políticos con un propósito común como es el de la paz y que más allá de cualquier definición de lo que es ésta, explica la posibilidad de que en el caso del conflicto social y armado Colombiano; las partes en conflicto reduzcan a cero o al mínimo la confrontación armada, se sacie todo tipo de deuda social (reconociendo que este conflicto tiene sus causas en éste) y que las partes (todos los actores sociales) en ese sentido estén en igualdad de condiciones, lo que daría por sentado que este asunto que nos agobia desde hace más de setenta o más años, se dé finalmente por terminado. En el discurso triunfal del presidente esa misma noche, este hablaba de la posibilidad de construir una paz con justicia social (una categoría mucho más incluyente y que se acerca a la voluntad de quienes decidimos apostarle a su reelección y a creer una vez más en este sistema de representación tan poco democrático), un discurso que marcó con firmeza, la necesidad de introducir reformas sociales en este propósito inmediato que es la paz. Debo decir, que por primera vez escuchaba (creo que no hay otra intervención de este tipo en la historia de Colombia) que un jefe de Estado se refiriera en términos de justicia social, como el camino en el que se conseguirá la tan anhelada paz. Sin embargo en el marco de ésta, es necesario que la población tenga claridad de lo que implica esta categoría y como ésta concentra a la totalidad de la población, pues la agenda de la paz ha estado enmarcada desde que éste gobierno inició diálogos con la insurgencia de las FARC, en la idea colectiva que solo con el silencio de los fúsiles se concretará este propósito. Pero es importante tener en cuenta que no es solo con el fin de la confrontación armada, ni con el fin de las FARC, ni del ELN que hablaremos de paz, si no se salda socialmente lo que el Estado no hizo en más de un siglo. Así que no va a ser una resolución fácil y la sociedad deberá entenderlo, sin embargo para que así sea es necesario que haya una trasmisión del conocimiento de lo que implica la construcción colectiva de la paz, si es que nos asumimos como sociedad civil de una vez por todas y como tal, en uno de los actores de este conflicto, un actor que en este trasegar ha sido víctima de ésta histórica violencia y que incluso ha llevado la confrontación social a situaciones tan disimiles y complejas por resolver cómo las que se aprecian en las desmedidas “celebraciones” futboleras, sin dejar de mencionar entre muchas otras de la violencia de género. De tal forma que transmitir ese conocimiento será parte fundamental de quienes nos asumimos como defensores de esa justicia social, como defensores de ese histórico reclamo y de quienes ocupando espacios desde distintos roles: docentes, investigadores, defensores de DDHH, historiadores, sociólogos, antropólogos, psicólogos y/o expertos o técnicos de la memoria (si es que los hay), para que colectivamente articulemos una agenda social que permita aprehender una pedagogía del conflicto, para así mismo rediseñar una pedagogía de la memoria y con ésta, una que visibilice y contribuya a construir una consciencia colectiva sobre el tipo de justicia, sobre el tipo de Estado que nos integre y nos incluya en uno solo. Sin conflictos, ni mayores diferencias de las que se puedan resolver exclusivamente mediante el diálogo y la construcción colectiva. Este es uno de los tantos aportes a la paz que podríamos hacer quienes nos comprometimos y comprometemos a pensarnos colectivamente en este propósito duradero, pero de quienes marginalmente a éstas voluntades (cristianas, si se quiere dar algún tipo de valoración), el Estado tendrá que comprometerse para crear las condiciones de trabajo digno, que incluso independientes en su forma de investigar y tratar al Estado (y si vamos a hablar de verdad en este proceso de “reconciliación”, debe aceptar éste su responsabilidad más allá del reconocimiento público que hizo en el acuerdo con las FARC, con el fin de determinar lo más objetivamente posible la deconstrucción analítica de las diversas memorias que se han narrado con unos y otros intereses –incluyéndose en estas a los medios masivos de comunicación- y las que han callado o silenciado mediante el terror; de allí el propósito de completar la suma de éstas memorias que nos posibiliten a una aproximación común de la identidad socio-política de nuestro pasado), un compromiso que el Estado deberá asumir entonces para desentrañar nuestras violencias y para que se pueda desempeñar en condiciones dignas y sinceras de trabajo, con el Estado a la cabeza, y con éste gobierno que como dijo en su discurso vencedor, se comprometerá con el fin de este conflicto. Aquí puede tener una posibilidad de resarcirlo. De esta forma, surge esta solicitud manifiesta a través de estas humildes letras que no es exclusiva de mi persona, ni surge de la petición de un hombre o mujer en particular, sino que reproduzco en el sentir de cientos, quizás miles de quienes se han visto excluidas de condiciones reales y dignas de trabajo, de estudio, de salud y de un sinnúmero de derechos que no se nos han garantizado en décadas; siendo esta una solicitada colectiva de quienes como víctimas de este conflicto social y armado, nos hacemos presentes en las afueras de las fronteras Colombianas, (sin excluir a nuestras familias presentes en el país – entendiendo que son necesidades básicas para cualquiera y para todos los Colombianos-)  pero el exilio y el destierro son una realidad poco visibilizada al interior del país y que no ha sido de interés por parte del Estado (como gran parte de las demandas que en materia social se han solicitado), y de allí que tampoco sea un reclamo a voces de la sociedad adentro; pero quienes reunidos en miles de Colombianos desde el destierro y el exilio, (más allá de quienes se acogieron civilmente a éste derecho que algunos Estados contemplan en estas enormes latitudes) en que nos encontramos desplazados de nuestros derechos sociales, humanos, económicos y/o políticos o bien por las cientos de diferentes razones entre ellas la reparación efectiva de las tierras a quienes se las despojaron, a un derecho a la tierra con garantías de trabajo reales una vez devueltas esas tierras o bien a quienes hoy las tienen, pero que debido a esa economía de guerra tuvieron que dedicarse a sobrevivir de los cultivos ilícitos. Una reparación social a quienes por no poder estudiar con dignidad y en condiciones de igualdad en nuestro país, tenemos la obligación de seguir demandando desde el exterior por condiciones de obligatoriedad, de calidad, con criterio público y universal, (hasta programas de becas completas – y no de financiamiento o de endeudamiento económico- así como de estudios post-graduales en todas las áreas de formación) de una reparación integral y colectiva en materia económica y social a lo que fue entregado en estos años de decadencia neoliberal, así como de cientos de derechos que como se entiende obligaron a que el destierro ahondara este adagio de país que obligó a marginar allende de sus fronteras, la búsqueda de esos derechos que no se nos brindaron en el “Estado” natural de quien debía hacerlo. De esta forma se hacen presentes en esta historia por contar, estas: memorias del destierro. Que más que narraciones de las travesías para sobrevivir en el exterior, son parte de estas experiencias que necesitan conocerse de este conflicto social. Es así que este articulo abre la necesidad de un dialogo con el Estado Colombiano de parte de esta población- diáspora que somos en el mundo, para que en esta etapa de convergencia social que hacemos en este camino de unidad por el propósito colectivo que es la paz, podamos exigir sin otra necesidad que la de reencontrarnos con nuestras familias en el abrazo común, viviendo y no simplemente sobreviviendo en el país que nos merecemos, sabiendo y conociendo bien las posibilidades de desarrollo y de recursos que nos pertenecen. Y con la igualdad de oportunidades que consagrará seguramente una nueva constituyente y como dijera el asesinado cantautor chileno, Víctor Jara: con “el  derecho de vivir en paz”. @ladinoantropos
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