Oportunidad Paz…ajera: Retos para construir un nuevo Estado

Jue, 30/08/2012 - 03:59
(…) Para ver una cosa hay que comprenderla. El sillón presupone el cuerpo humano, sus articulaciones y partes; las tijeras, el acto de cortar. ¿Qué decir de una lámpara o de un

(…) Para ver una cosa hay que comprenderla. El sillón presupone el cuerpo humano, sus articulaciones y partes; las tijeras, el acto de cortar. ¿Qué decir de una lámpara o de un vehículo? El salvaje no puede percibir la biblia del misionero; el pasajero no ve el mismo cordaje que los hombres de a bordo. Si viéramos realmente el universo, tal vez lo entenderíamos.

Jorge Luis Borges, There are more things.

Asistimos a las puertas de una nueva oportunidad que cierre finalmente la brecha de un conflicto armado que ha involucrado durante décadas al Estado Colombiano y a las guerrillas de las FARC-EP y del ELN, siendo posible que estas últimas también formen parte de este nuevo ciclo de acercamientos y diálogos que se abre una vez más en nuestra historia. Reiterando que esta oportunidad que se gesta, es solo entre dos o tres interlocutores, sin que a la actualidad del momento, se sumen el resto de actores armados que aún persisten y siembran el terror en lejanos rincones de la “patria”, (actores sobre los que subrayare más adelante) y aunque el inicio de este artículo de opinión, inicia con una carga valorativa de escepticismo, espero que éste en el transcurso de las palabras, más que una opinión permita brindar una reflexión sobre los retos que debemos construir colectivamente, como sociedad civil. Una suma a este escepticismo es la idea vaga de lo que en el imaginario social, se entiende por el concepto de paz, ésto, porque lo que marca la historia es que no todos entienden ni manifiestan el mismo sentido, el mismo valor, ni es análoga la definición semántica de ésta palabra, que no es tampoco una mera palabra, sino un significante de lo difícil que es hablar de paz; más, cuando se ha carecido de ésta desde la formación misma de la república, aclarando por supuesto las diferencias que existen entre los sucesivos conflictos que han marcado los anaqueles de nuestra historia, aún así, aunque hay diferentes violencias, no se han experimentado diferentes paces o paz…es. Así que, cuestionar cuál es la paz que se desea, adquiere una relevancia de discusión que debería ser publica y en la que confluyan diversos contextos tanto políticos, como sociales, jurídicos, económicos y hasta culturales. Por eso, no es fácil hablar de paz, pero no por ello, se puede, ni se debe dar la espalda a esta nueva oportunidad histórica, que se recrea. Hacer esta reflexión, permite remitirnos a las causas de este conflicto que por décadas ha desangrado, desplazado y marginado a millones de Colombianos que durante generaciones lo único que han conocido es el valor de la guerra como un imperativo de nuestra historia, en la que incluso, la misma historia ha sido víctima de esta guerra que ha ocultado otras historias que no siempre son las que se escriben, pero que en la praxis son las que padecemos millones, y no solo hablo del olvido, ni de la indiferencia, sino de quienes han construido la historia que se nos ha contado, porque la historia de este conflicto, (que millones lo padecen directa o indirectamente) es oculta y desconocida  para una gran mayoría, de allí el olvido y la indiferencia. Es entonces, una historia parcialmente contada porque hubo a quienes les interesó que así fuese. Por eso tampoco es fácil hablar de paz, cuando además de que desconocemos de ésta, desconocemos también los orígenes de este desangre histórico. Pensaríamos quizás que se trata entonces, de un análisis bastante singular el que aquí se formula, pero muy al contrario de lo que se cree, es bastante complejo, no por ello este conflicto es así mismo complejo;  particular en la historia no sólo de Colombia, sino de la región. Es posible haberla enmarcado inicialmente en sus orígenes dentro de los conflictos que fueron parte de la agenda política internacional de la década de los sesenta y que se extendió hasta bien entrada la década de los noventa, pero no hay que olvidar las raíces de nuestro conflicto, así como de los grupos armados que entran de vuelta a esta etapa de dialogo con el Estado que contribuyó a su formación; hablamos entonces, de una insurgencia armada que se funda en las postrimerías de la guerra civil bipartidista herencia del siglo XIX; entender tan complejo conflicto, permite entender porque han sido desafortunados anteriores procesos de paz, acertando sin embargo, que sólo esta será la vía que permitirá redefinirnos socialmente. De allí, la importancia de recalcar también el fracaso que fue la vía militar impulsada por quienes hoy en día se muestran como los enemigos del actual proceso de diálogo, pero también de quienes fueron responsables desde el poder terrateniente, de acumular no solo el capital económico que impulsó este conflicto histórico, sino de una violencia estructural que a través de las instituciones del Estado que asumió, supo imponer no sólo la connivencia con el conflicto, sino que violentó el lenguaje de la cotidianidad durante décadas. El fracaso de la vía militar la habíamos experimentado anteriormente en la región; durante el represivo gobierno de Fujimori en el Perú (alabado en su momento por los dueños de la guerra en Colombia), fracaso que leemos hoy en día en los diarios, al ver como se mantiene vigente el accionar de Sendero Luminoso. Pero volviendo al caso que nos compete en este artículo, conocer los orígenes de este conflicto y remitirnos a una historia sometida al olvido colectivo de estos orígenes, nos conduce también a conocer quiénes fueron desde el poder, los que perpetuaron tanta sangre en tanto tiempo. La pregunta es si es importante hacer memoria de esto, cuando se abre la puerta de un nuevo proceso de diálogo y de posible negociación? Asegurar la importancia de esta respuesta es avanzar en este paso, pues nos permite recrearnos como sociedad en el futuro mediato y permite entender que este proceso que inicia, no se resuelve en el corto plazo; se trata de resolver decenios de conflicto armado y de injusticia social y aunque el proceso de diálogo en este momento solo recaiga en un par de partes importantes de esta historia, el colectivo social no puede estar ajeno a este proceso y de este tendrán parte entonces los movimientos sociales, que por un lado ya avanzan en este camino, pero que al que le falta y mucho, recuerden que son décadas por construir, ahora, ya no hay que temer a los actores agazapados de la “paz”, ya sabemos quiénes son, sabemos que representan el puro centro de la lógica guerrerista y que tanto en el pasado como hoy, jugarán un papel decisivo en el accionar de los grupos armados que aún operan en la clandestinidad y que representan la lógica de la concentración del capital, de la tierra que apuesta a los monocultivos y al vaciamiento de nuestros recursos para ponerlos al servicio del poder corporativo internacional y que en rechazo a una oportunidad de dialogo, pueden volver a sembrar de terror los campos colombianos, más cuando esos campos hoy se organizan por ejemplo, en reservas campesinas. Hay entonces, una apuesta muy importante para acompañar este histórico proceso de diálogo y este acuerdo firmado entre el gobierno y la guerrilla, acuerdo que tal y como se presenta está para discutirse en un buen par de años, además de otro buen par para negociar; si esta sociedad ha soportado décadas de guerra y de injusticia, por qué la ansiedad de no soportar años de diálogo y negociación? Resolverlo en un plazo corto, no resolvería las causas reales de este complejo y particular conflicto, ya que no hablamos de una simple pacificación como manifiesta Juan Manuel Santos; porque sí es cierto que hay que aprender de experiencias pasadas, es claro entonces, que iniciar esta etapa requerirá más allá de los años de mandato y los que éste pueda tener -esa es su apuesta-. Lo que buscamos es recomponer en el tiempo, el dolor y el vaciamiento, se requerirá así mismo un tiempo igual al que tomó el conflicto para recomponernos. Asumir el reto en el tiempo, garantizará que esta no sea una oportunidad paz…ajera, asumir el reto de conocer nuestra historia permitirá que la reconstruyamos, que pensemos entonces en cambiar las estructuras del Estado, solo este cambio garantizará la tan anhelada justicia social, no hablo de paz, porque este concepto reitero ha sido muy ambiguo y prefiero pensar que cambiando el Estado, cambie también la estructura social, corrupta y amnésica que ha consolidado durante años la ideología de este Estado cuyas producciones y reproducciones crearon la violencia, y no hablo, solo de la violencia armada, sino la de las representaciones culturales que nos aquejan en la cotidianidad de la escuela o de la calle. Es simple cuestión de hacer memoria, así que démosle tiempo al tiempo para este largo –espero- proceso que se inicia, si es cierto que queremos que todo cambie. Apostemos por este reto, no permitamos más viajes pasajeros y recuerden que ésta es una responsabilidad colectiva, el objetivo es cambiar este Estado de cosas y ese Estado, también somos nosotros. Piensen en la cita que al inicio del artículo nos regalara Borges; es cierto, hay más cosas: todas por hacer, todas por cambiar, espero que entre todos.
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