Mucho se escribe estos días sobre la catástrofe del Palacio de Justicia, cuando se cumplen 30 años de aquel despropósito armado, que significó no solo el final del M-19, que demostró con aquella imbecilidad militar y política que no entendían ni a el país que decían amar, ni a las fuerzas armadas que querían combatir, sino también el inicio de aquella noche oscura que se cernió sobre la justicia de nuestro país, y que aún no termina.
Basta darse cuenta como entonces fue asesinado de forma impune un hombre ilustre y probo como el Doctor Reyes Echandía, y hoy tenemos que llenar de garantías a tipos de la talla de Jorge Pretel, aquel infame magistrado, que se atreve a vender la justicia del país que juró servir por un plato de lentejas.
Aquel hecho violento, que marcó a una generación de colombianos, es una herida aún abierta, un drama que no cesa. Y esta página dolorosa va a resultar imposible de pasar hasta tanto las familias víctimas, y el país, no sepan toda la verdad de lo que ocurrió con sus seres queridos. Los hechos son tozudos: los desaparecidos empiezan ya a dejarse encontrar, poco a poco, como algunos victimarios ya empiezan a asumir sus culpas, y el Estado empieza a pedir perdón.
Resulta una lástima que en nuestra cultura, que todavía arrastra el lastre de los modos Ibéricos, el tapen-tapen, el mirar para otro lado y evadir la responsabilidad, sea aceptado como la norma, como si estuviéramos condenados a vivir bajo la sombra de aquella filosofía barata que uno de los hampones Nule descubrió: "la corrupción es inherente al ser humano¨. No juzgamos nada, ni a nadie. Es como si se ¨nos mearan encima, pero nos obligaran decir que está lloviendo¨
Tal vez el rasgo más admirable de la cultura anglosajona en los Estados Unidos es su respeto y honra a la verdad, y a la responsabilidad que esta conlleva, por dolorosa y costosa que pueda resultar. Ted Kennedy, lo tenía todo para ser presidente, pero siendo joven decidió abandonar a su pareja después de un accidente automovilístico, permitiendo que esta se ahogara; esto le costó la presidencia.
Pero así mismo, esta cultura acoge el derecho a la redención, pues el mismo Ted fue Senador por el estado de Massachusetts durante varias décadas.
Será mucho pedirles a personajes como el presidente Betancur que aclare si hubo o no golpe de estado, y de ser así, porque nunca lo reconoció; y que acepte que se equivocó. O a Nohemí Sanín que con humildad acepte que hubo censura, o los militares de aquella época que reconozcan los excesos que cometieron contra civiles inocentes . Y que sí, que también se equivocaron.
La redención y el perdón son posibles: que lo diga Navarro Wolf, comandante del grupo terrorista que fue el directo responsable de esta tragedia. Ha sido alcalde, gobernador, constituyente y senador. El país lo perdonó, y solo le bastó reconocer la verdad y asumir con humildad su responsabilidad.
¿Es acaso tan difícil en nuestra sociedad tener el coraje de decir la verdad y asumir la responsabilidad que esta conlleva? ?No es hora de cambiar de chip?
Una cosa más: Me tomo la libertad de anunciar la publicación de mi primera novela titulada ¨Espejos de Noviembre¨, bajo el sello editorial Oveja Negra, el próximo 11 de Noviembre. Espero que la disfruten.
Palacio de Justicia: verdad y perdón
Lun, 09/11/2015 - 10:49
Mucho se escribe estos días sobre la catástrofe del Palacio de Justicia, cuando se cumplen 30 años de aquel despropósito armado, que significó no solo el final del M-19, que demostró con aquella