¿Por qué hay tanta mediocridad escultórica en el espacio público?

Mar, 24/03/2015 - 10:02
No son muchas las esculturas figurativas, ni de muy buena factura. De hecho, suelen pasar inadvertidas, invisibles, como si hicieran parte del paisaje rutinario de la ciudad, como los postes, las alca
No son muchas las esculturas figurativas, ni de muy buena factura. De hecho, suelen pasar inadvertidas, invisibles, como si hicieran parte del paisaje rutinario de la ciudad, como los postes, las alcantarillas y los semáforos. Vemos así todo tipo de “esculturas” fallidas, sembradas a lo largo y ancho de Bogotá: muchas mutiladas sobre pedestales y peanas (tal vez es lo más fácil y barato; y en todo caso, a pesar de la calidad de ciertos trabajos, los mismos resultan opacados cuando se apoyan sobre zócalos inarmónicos); ciertas cabezas decapitadas, algunas grotescamente gigantes y desproporcionadas (Luis Carlos Galán – Calle 24 # 68 A - o Laureano Gómez – Transv. 19 A # 92); otras obras rígidas, inexpresivas y sin anatomía (Jaime Garzón, en el barrio Quinta paredes; o Julio César Turbay, en la 7 con 94); otras con poses y expresiones desabridas, fofas y bobaliconas (Carlos Lleras Restrepo, en la Avenida Jiménez, o Gabriel Betancourt, en el Icetex); otras ingenuistas, como el busto de Álvaro Gómez en la Caracas con 44, o las cabezas gigantes ya mencionadas; otras inoficiosamente aparatosas y poco creativas, como el Monumento a los Militares y Policías caídos en Combate (Calle 26 #57) etc.. Sin duda hay una crisis de talentos, más que una escasez de escultores con títulos. Y allí seguramente radica el problema. Lo poco rescatable del arte plástico figurativo suele ser anterior a la primera mitad del Siglo XX, y se encuentra discretamente ubicado en ciertas entidades públicas o en el Cementerio Central; como si nuestros ancestros hubieran contado con mayor sensibilidad, gusto y mejores recursos, incluso a la hora de la muerte, la cual sabían rodear de arte. Las esculturas en Bogotá mayormente suelen ser religiosas y políticas, lo que de entrada ya evidencia una pobreza temática, e igualmente un buen número de dichas obras carece de fuerza, expresión, dinamismo, espíritu y arte. No impactan. No transmiten. No sugieren. Y hasta resultan patéticas (se dirá que algo sí inspiran). De las obras antiguas y modernas yo destacaría por su calidad, las siguientes: Bolívar (cra. 7 #11), Santander (Cra. 7 # 16), Miguel A. Caro (en la academia de la lengua), los grifos del Capitolio Nacional, Rufino Cuervo (Calle 10 # 6), el caballo de Álvaro Gómez (Cra. 11 # 87), Giordano Bruno (calle 69 A # 9), Sucre (Parque de Lourdes), Tomas C. Mosquera en el Capitolio (OJO!, a juzgar por sus tonalidades pareciera tener el CANCER DEL BRONCE*), la Rebeca, Francisco J. De Caldas (Cra. 7 # 20) Camilo Torres (Cra. 7 # 9), Batalla de Ayacucho (Cra. 7 # 6), Antonio Nariño (Palacio Presidencial), el niño volador y la Barda (Calle 26 # 24) etc… Se requiere una discusión seria sobre el asunto; y la solución también parece evidente: si se trata de hacer uso del erario para financiarlas, y del espacio público para instalarlas, es forzoso, ineludible, convocar concursos públicos, transparentes, con jurados de probada calidad, méritos, buen criterio, buen gusto, HONESTIDAD e imparcialidad (personas de la talla del maestro Fernando Montañés, o el extinto Rodrigo Betancourt), y escoger en franca lid a los artistas. @amvela amvela@hotmail.com * Cáncer del Bronce: Es una pátina destructiva, que se va tragando la escultura, caracterizada por manchas de color verde pálido o azul verdoso. Es ácido clorhídrico.
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