Soy su amante

Todas las mañanas me levanto y la veo a través de mi ventana. Me gusta contemplarla siempre por algunos minutos, intentando de a poco descubrir ese extraño encanto que tiene; tan seductor como misterioso.  Recién amanece y sin embargo luce cansada, trae a cuestas el trajín de toda una noche de excesos.  Exceso de frío y lluvia de la madrugada, que la han hecho un poco hostil. Exceso de placeres mundanos, propios de su condición. Exceso de  voces que susurran para no turbar el sueño ajeno. Exceso de luces intermitentes que luchan infructuosamente, por derrotar el negro intenso de la noche. Ha perdido un poco su atractivo, es normal, es la huella que se forma por el miedo natural e instintivo a la oscuridad y soledad de la calle. Sus ojos han sido testigos mudos de aquella vida que solo existe, cuando otros se refugian en la muerte temporal del profundo sueño nocturno; ese que es pocas veces recuperable cuando no se tiene. Ella duerme poco, casi nunca lo hace, atenúa su trasnocho con los tintos y cigarrillos que venden en pequeños puestos de esquina o jóvenes mujeres que con termos de plástico, se ubican en la primero de mayo o al frente del terminal de transportes. La historia no ha sido condescendiente con ella. Los desamores y abusos han hecho que su apariencia se torne desaliñada y descuidada.  Su temperamento resulta atemorizante , a veces cálida y fraterna; a veces fría y lejana. Puede resultar asfixiante, cuanto te rodea con esa intensidad de quien quiere comerse el mundo, avanzar rápidamente, crecer sin medida, devorarse a quien este por delante. Confieso que me producen celos su inusual generosidad y amabilidad con todos los que conoce. Los abraza y acoge, sin saber quienes son o de donde vienen. Aunque después, a muchos olvida y descuida. Es normal, creo yo, tiene las dificultades propias de quien es popular. La memoria y el tiempo no le alcanza para reconocer y distinguir a todos. Tampoco entiendo su admirable capacidad de olvido y resignación. Muchos han pasado por su vida, he sido testigo de eso; la mayoría la han maltratado de manera inmisericorde.  Imagino que la larga lista corresponde a la imperdible esperanza de encontrar quien por fin comprenda sus anhelos y expectativas. Finalizando la década de los noventa, la vi con un hijo de papi. Después estuvo con el filosofo y matemático, con el que se acostumbró a no trasnochar tanto y a mejorar su comportamiento, pero quien irremediablemente la abandonó a los dos años. Siguió el gomelo; alto, canoso, de barba y buen vestir; con él, se puso más bonita. Decidió darle una segunda oportunidad al matemático y filosofo; esta vez, por cuatro años mas. Luego vino un veterano ex sindicalista bonachón y dicharachero. Seguido por un yupi que la enredó y quien tuvo que marcharse intempestivamente, dejándola en bancarrota.  Ahora, en una relación tormentosa, con alguien que la toma y la deja. Su atractivo es un enigma, es un reto dejar de admirarla o tratar de abandonarla una vez se conoce. Creo que ese encanto es una combinación de muchas cosas: esa fuerza que tiene para reponerse de las adversidades, esa majestuosidad, esa capacidad  para sanar sus heridas, para sacudirse de las caídas y levantarse impetuosa con nuevos bríos. Me seduce la oportunidad de seguir conociendo sus innumerables matices y perfiles, puede ser elegante y descuidada, formal y aventurera, intensa y calmada, hostil y delicada. Estar en ella, es un sortilegio difícil de explicar. Es fácil acostumbrarse a su sutil indiferencia; a su arrollador tipo de vida y a su desenfrenado día a día. Soy su amante, como muchos. Soy amante del cerro que impetuoso se asoma en el oriente. De la Torre de Babel que se ha formado con tantos acentos e idiomas. De la valentía de todos los que vivimos en ella, dejándonos cautivar por su extraño encanto. De Bogotá, soy amante.