¿TODAS LAS MANOS, TODAS?

Mar, 25/02/2014 - 11:36
En estos días extraños, en los que se escuchan tradicionales consignas de izquierda (el pueblo unido, jamás será vencido)  contra dictadores ídem, rememoro letras de canciones tradicional
En estos días extraños, en los que se escuchan tradicionales consignas de izquierda (el pueblo unido, jamás será vencido)  contra dictadores ídem, rememoro letras de canciones tradicionales de juventudes izquierdistas, como la que le da el título a este blog, y pienso: ¿Estaban leyendo, reflexivamente, los millones de púberes latinoamericanos cuando pedían todas las voces? ¡Todas! Si así fuera, carecerían de sentido los regímenes totalitarios que tanto vitorearon, de Cuba a Ecuador, de Nicaragua a Venezuela se hicieron al poder con una parte de la nación, muchas veces comprada, engañada, azuzada en la rabia y resentida. Y me interrogo: ¿Por qué se engañaron nuestros, ayer jóvenes latinoamericanos, que hoy observan estupefactos a los jóvenes venezolanos gritar y cantar lo mismo desde la otra orilla? ¿Qué sentirán estos jóvenes, ya cincuentones, ante los pobres resultados de sus sueños vueltos pesadillas? Lo primero: nunca fueron ni son “todas las voces, todas” y menos “todas las manos, todas” porque quienes entonan el canto pertenecen a una fracción, así sea el 50% o más como en el país hermano, porque hemos sido incapaces de reunir en ese canto y con esas ilusiones a todos. Lo segundo: hemos cantado y gritado consignas por un partido o una ideología, jamás lo hemos hecho por todos los ciudadanos; incapaces de hermanarnos y deponer el resentimiento de clases, el odio y el deseo de venganza, nos enlistamos en cosas como marxismo-leninismo-social-bolivarismo y similares, creyendo que estamos, ahora sí, con el pueblo. ¿Cuál pueblo? Si a un joven que sale a protestar porque no le gusta el dictador de turno inmediatamente se le tacha de fascista, se le arresta y se le humilla de la misma manera que se hizo en Chile de los años70,s y que el mundo conoció a través de la película “La noche de los lápices” ¿recuerdan?. Claro que recuerdan, pero ahora todos callan porque eso mismo sucede en la otra orilla, donde están los “salvadores-dictadores” impartiendo órdenes e ideología, atizando la rabia de unos contra otros, cercenando voluntades, estatizándolo todo a sabiendas del pobre manejo que dicho estado puede hacer de las empresas, callando bocas con mercados y gasolina, mientras en su “solaz de guerreros” se reparten un país. El milagro socialista tiene su propia realidad: en Cuba lograron que todos fueran miserables, que hicieran fila para media libra de carne, que encargaran jabón y desodorante a los turistas, que por mucho estudio y postgrados el resultado económico sea el mismo de cuatro dólares al mes para todos; lograron matar la ilusión de los jóvenes y empequeñecer las vidas de todos. Un verdadero milagro. Eso sí, muy saludables, muy saludables… Las ideologías, como las religiones, ofrecen opio al pueblo. Lo extraño es que los supuestamente más agudos de ese pueblo sean los primeros en aceptarlo. Y en callar. Como ahora. Cuando los intelectuales de toda Latinoamérica y por todos los medios digitales posibles, piden a gritos que “dejen a Venezuela en paz, que no se metan, que ellos lo resolverán todo”. Los mismos intelectuales que en los años 70, 80, 90 y hasta en el siglo XXI se hermanaron en las llamadas “casas de la amistad con los pueblos de América”, los mismos que dijeron “Cuba somos todos”, Ecuador somos todos” y lloraron cantando “todas las voces, todas” en fiestas de hermanos o ideólogos cubanos, chinos, rusos, en memorables y muy sociales bacanerías. Resulta que ahora hay que callar, que los estudiantes se llaman fascistas, que está bien cerrar medios que ellos consideran arrodillados y que el presidente tiene razón, así sea un dictadorzuelo, porque fue elegido. Vaya, vaya. Tengo esperanzas en los jóvenes actuales, en los denominados “no futuro” o “índigos”, en esos que no están batiendo palmas ante ninguna ideología,  que no pregonan la bondad pero sí la practican, que conocen el poder de la sociedad civil para cambiar sus realidades y hacen uso, sin armas, de el. La única manera de lograr que todas esas voces sean en verdad todas y no una manguala ideológica, es desde el poder de una sociedad civil que hace valer sus derechos, que es activa y responsable por los programas de gobierno que elige porque vota por ellos y no por la promesa, la rabia o la manipulación  de un político. En esa cultura ciudadana cabemos todos. En ese gran movimiento de la sociedad civil podemos participar y lograr cambios fundamentales, que no fundamentalistas, como hasta ahora. Y cualquier político serio rojo, azul o amarillo, le tendrá verdadero pavor a una sociedad civil empoderada desde sí misma, con su propio norte, sus lecciones aprendidas en la convivencia de barrio, de junta, de veeduría, de comité o de organización social. Eso que no hemos sido, que no hemos probado: sociedad civil actuante, nos puede salvar de las ideologías novedosas o trasnochadas, de los dictadores, de su manipulación, de su “divide y reinarás”, de sus promesas y regalos baratos para comprar votos; nos hará entonar, ahora sí de verdad, todas las manos, todas.
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