Bob Dylan, es un nombre que resuena en los pasillos del templo de la música ‘pop’ de la segunda mitad del siglo XX cómo una de sus grandes influencias, y se podría decir que, como los más grandes está más allá del bien y el mal. Y una de las joyas de su trono es el nada despreciable mérito de haber escrito y grabado la que (por lo menos para la sacrosanta revista Rolling Stone) es la canción más importante de la historia de la música.
‘Like a rolling stone’ es una canción que se grabó el 16 de junio de 1965 a la manera en que se empezaba a gestar la revolución cultural que remataría aquella década: músicos jóvenes sin pretensiones más allá de materializar ideas en sus canciones, casi sin partitura, con algo de improvisación, despellejando sus instrumentos con creatividad y pasión, y al frente, el que sería años más tarde considerado como el padrino del rock moderno, Dylan, escupiendo los versos de una lírica agria durante los seis minutos que dura esta canción.
Cuenta la historia que el joven Dylan (pasaba los 24 años), recién desempacado de su última gira, se encontraba en medio de una encrucijada en cuanto a su carrera musical (de hecho pensando seriamente en el retiro, según su propia versión), y en medio de esas aguas turbias escribió un poema que algunos dicen abarcaba 10 páginas (otros dicen que fueron 20), que tomó como punto de partida para la que sería su más famosa canción.
Se editó un sencillo de una desconcertante complejidad para la época, que se evidencia inicialmente en su duración (6 mins. 9 seg. para ser exactos) que de entrada creó un hito en la historia de la música, puesto que, hasta su publicación, disqueras y dj’s exigían a los artistas ‘sencillos’ que no superaran los 3.30 minutos de duración en promedio. (Cabe recordar que la canción de Ray Charles ‘What’d i say’ de 1959, en su versión completa tiene una duración de 6.30 minutos, pero el sencillo se editó en dos partes, concesión que hizo Charles para poder comercializarlo). Dylan incorpora un órgano a la grabación y resalta el sonido de este en la mezcla final, algo que se podría considerar ‘excéntrico’ para una época en la que prevalecían las guitarras, incluso para el propio Dylan, que solía marcar el ritmo de sus letras acompañado de sencillas guitarras acústicas y de una armónica.
El éxito de esta canción radica principalmente en que es una pieza contestataria dentro del ambiente de la primera mitad de los ‘60’s: su desafiante duración, sus armonías estridentes arraigadas en el más puro folk estadounidense, y su letra, que desde la perspectiva de los días de su génesis, desafiaba los convencionalismos ‘románticos’ de la música, mostrando el lado crudo de un mundo que empezaría a sincerarse con su alma en los años posteriores. En suma, un himno a la honestidad del artista, y de la vida misma.
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