Carlos Caicedo

Lun, 30/01/2012 - 00:02
A Carlos Caicedo lo acechan aguas negras. Las malolientes que invaden las calles maltrechas de Santa Marta. Y otras más invisibles : “Los Urabeños” y demás estru

A Carlos Caicedo lo acechan aguas negras. Las malolientes que invaden las calles maltrechas de Santa Marta. Y otras más invisibles : “Los Urabeños” y demás estructuras recicladas de las criminales bandas paramilitares mal desmovilizadas, que apenas a cuatro días de su posesión intentaron paralizar la ciudad a punta de amenazas y un par de asesinatos.

Y también lo acechan las aguas negras de una parte de las élites políticas que no se resignan a perder su dominio que en épocas recientes consolidaron en alianza con grupos ilegales. Ahora han conformado una mayoría en el Concejo para elegir en la presidencia al conservador Nelson Calderón y como Contralor a Horacio de Jesús Escobar miembro del clan familiar “Campo Escobar” cuyo jefe, Alfonso Campo Escobar, fue condenado a seis años de prisión por sus nexos con paramilitares. Es también cercano al exgobernador Trino Luna, condenado por parapolítica. Como funcionario de la Contraloría Departamental, Escobar fue quien dirigió la empapelada de Carlos Caicedo cuando era rector de la Universidad.

Caicedo recibe una ciudad sometida a ley 550, con una deuda de 177.000 millones de pesos. Déficit que puede ser superior, pues se han encontrado irregularidades financieras en varías secretarías que aún no se han cuantificado. Una ciudad con niveles de pobreza sin precedentes, con todos los servicios públicos concesionados por varios años. Hasta el recaudo de los impuestos está en manos privadas. Una institucionalidad que abandonó hace rato su capacidad de representación del interés público y una riqueza ambiental pisoteada sin autoridad alguna que la defienda.

Pero a Caicedo no es fácil doblegarlo. Saltó de activista estudiantil del Liceo Celedón a dirigente de la Universidad Nacional. Luego fue miembro de ese puñado de jóvenes que promovió, a comienzos de los noventa del siglo pasado, la “Séptima Papeleta” que culminó con la Constituyente de 1991. En su febril militancia en la izquierda revolucionaria, lejos del estalinismo, forjó su carácter y compromiso con la democracia.

Quizás para su nuevo cargo resulte mejor hablar de su obra pública y a la que le debe su elección como mandatario de los samarios. Desde 1997 y como rector de la Universidad del Magdalena, adelantó en una década un proceso de modernización integral de la universidad. La recibió con un pasivo de 30.000 millones de pesos, con apenas 1.900 estudiantes en sus 50 hectáreas de extensión y 12 programas de pregrado, algunas con las peores calificaciones del país. Caicedo la salvó de la liquidación. La Universidad pasó a tener 9.000 estudiantes, 28 programas de pregrado (dos de los cuales fueron acreditados como de alta calidad), 11 de maestría en convenio con la Universidad Nacional y cuatro propios, 34 grupos de investigación avalados y clasificados por Colciencias y un presupuesto de 42.000 millones de pesos. Y dejó una infraestructura comparable con cualquier universidad privada.

Ahora tiene que salvar a Santa Marta del naufragio por cuenta de sus aguas negras. No lo puede hacer solo. Debe construir un liderazgo colectivo. Y el país y la comunidad internacional tienen que acompañarlo.

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