Carta sin respuesta al niño Dios

Dom, 21/12/2014 - 19:08
Con el permiso de ustedes, queridos lectores, me permito traer a colación la carta que le envié al Niño Dios en diciembre del año pasado, con el único propósito de probar que mis plegarias no fu
Con el permiso de ustedes, queridos lectores, me permito traer a colación la carta que le envié al Niño Dios en diciembre del año pasado, con el único propósito de probar que mis plegarias no fueron escuchadas, y que contrario a los pronósticos, vamos de mal en peor. Querido Niño Dios: sé que encontrarás extraña esta misiva. No es normal que un ateo reconocido se dirija a ti, pero la verdad es que en estas fechas navideñas se acrecienta la tristeza que siento por el desastre en el que se está convirtiendo Colombia, además de que afloran en mí el sentimentalismo y algo del rezago de la ortodoxa educación católica que recibí. Sí, aunque no lo creas, fui criado como católico, apostólico y romano (cuando debió ser iconoclasta, hedonista y cordobés). Nadie me preguntó si yo estaba de acuerdo, pero así fue. ¡Hasta en colegio de curas estudié! Probablemente no quieras saber nada de mí, aunque te aseguro que suelo actuar mejor que muchos de los que se dan golpes de pecho en misa y dicen llevarte en sus corazones. En todo caso –suponiendo que existas–, mi falta de fe me convierte automáticamente en una ‘oveja descarriada’, lo que, según las Sagradas Escrituras de tus propios discípulos, me acerca más a ti: lógica cristiana de primer grado. Verás, te tengo un trato: si logras concederme los deseos que relacionaré a continuación, prometo ser tu defensor más fiel y entusiasta (las peleas que doy en los juzgados parecerán un juego de niños); de lo contrario, seguiré por la senda de la “herejía”, creyendo solo en aquello que la razón pueda explicar. Soy un hombre de ciencia, totalmente racionalista, querido Niño Dios. No ha sido fácil asumir dicha condición: en Colombia se mira con mayor recelo a una persona que busca explicaciones coherentes y que no es creyente que a un asesino. Ya sabes: la ignorancia es atrevida. En todo caso, las superstición no es lo mío (no es nada personal). No pretendo confundirte con mis devaneos metafísicos, pero lo cierto es que la cosa pinta tan complicada, que estoy por creer que eres el único capaz de salvarnos del ‘descojone’ que se viene pa’ encima. No olvides que tratas con un abogado en ejercicio, luego es importante que recuerdes siempre que lo que acordemos es “ley para las partes”. Sería terrible tener que llevarte a los estrados judiciales si me incumples: ¿Quién se aguanta a mi esposa, a mi madre, a mi abuelita y al procurador, con camándula en mano, obligándome a desistir del proceso? Nos iríamos en apelación a la Corte Celestial, y, si aquí en la Tierra la justicia está echada a perder, no quiero imaginarme cómo será en la estratosfera. Esta fue mi carta, que, ustedes, queridos lectores, recordarán, y estas, mis peticiones: –Que la exclusión y el abandono no sean la regla general. (Estamos peor que nunca en esa materia). –Que los políticos piensen en la gente y no es sus propios intereses. (Creo que en esta exageré). –Que Santos no utilice la “mermelada” para reelegirse. (La repartió y en proporciones bíblicas). –Que la deslealtad no siga ganando adeptos. (La lealtad se convirtió en un artículo de lujo). –Que los jueces no actúen como si fueran políticos. (Como nunca antes, la justicia se politizó). –Que los empresarios se metan la mano al bolsillo y le repartan a los pobres. (Solo piensan en sus dividendos). –Que las Farc abandonen la nave del cinismo y que la sociedad los perdone. (No hay humildad por parte de la guerrilla, y el pueblo no piensa perdonarlos). –Que la envidia no sea la primera causa de muerte. (Colombia es la capital intergaláctica de la envidia) –Que la mala fe no siga superando a la buena fe. (Mala fe es lo que hay por doquier). –Que las multinacionales no acaben con el medioambiente. (Siguen haciendo desastres y no pasa nada). –Que la vida no tenga precio. (Hay tarifas para todos los presupuestos). –Que en Bogotá se viva y no se “sobreviva”. (La capital es un caos infernal). –Que Gustavo Petro encuentre sosiego para su alma atormentada. (No se puede pedir lo imposible). –Que no se vendan las conciencias. (Por plata, algunos entregan a su propia madre). –Que el amor sea peste. (El odio es la regla general). Como pueden ver, a este país se lo está llevando el diablo. Solo resta esperar un milagro. abdelaespriella@lawyersenterprise.com
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