Colombia no es especial. Vivimos y sufrimos el mundo entero

Suiza tiene buses urbanos que se manejan sin conductor y ​que son capaces de reconocer personas y paradas. Australia cuenta con la controvertida ‘Hangover Clinic’, una clínica para quitar rápido el guayabo. Brasil se escandaliza luego de que una niña de 16 años denunciara que fue violada por 30 hombres. Colombia no es lo mejor, pero tampoco lo peor. No hay que ver para creer. Hacemos parte de una secuencia ininterrumpida de hechos que permiten creer en el futuro y de otros que acaban con la esperanza. Desde el exterior nos vieron así hace poco: “Colombia: la mujer a la que responsabilizaron de su propia violación, empalamiento y asesinato”. Ese fue el título que usó la BBC para reseñar la culpa que le quiso endilgar la Secretaría de Gobierno de Bogotá a Rosa Elvira Cely por ‘estar donde no debía estar’. Lo triste es que aquí no tenemos que hacer grandes esfuerzos para demostrar nuestras penas. Intervinieron el llamado ‘Bronx’ de Bogotá y supimos que allí literalmente picaban cuerpos humanos para desaparecerlos, metían gente en canecas llenas de ácido para acabar con cualquier rastro, prostituían niños y esclavizaban personas. El infierno en vida. La vergüenza de nosotros mismos. Es raro ser tan optimista del futuro en Colombia con hechos tan deleznables. En La Guajira la gente se muere de hambre y sed. En este país se roban todo, hasta la comida para los niños, y un criminal de la calaña de Miguel Nule sale de la cárcel por obesidad y depresión. Pero este mundo no se detiene a pesar de nada. Las horas para cavilar se esfuman en un maremágnum de información. Leemos en Internet que se venderán drones por 300.000 dólares que pueden transportar personas de hasta 100 kilos de peso. En Holanda, la Policía entrena águilas para que eliminen drones que representen un peligro para la seguridad pública. Amazon India entrega pedidos en bicicleta. La tecnología evoluciona mucho más rápido que nuestra especie. Mitsubishi Electric creó el primer sistema capaz de convertir palabras y frases dictadas a una tableta o teléfono inteligente en textos, para luego leerlos en voz alta y traducirlos a 10 idiomas. En Bogotá releemos las discusiones sobre el metro. A veces pareciera que el mundo que gira alrededor del sol excluye a nuestro país. En el siglo XXI, Colombia aún sufre de analfabetismo, pero hay millones pegados al Whatsapp. “Muchas veces me he preguntado si en otras partes también será igual. Es más: muchas veces me he preguntado si en otras partes se preguntan si en otras partes también será igual. Porque uno suele creer, hasta que viaja, que las cosas que pasan en su mundo solo le pasan a su mundo; y luego descubre que al final todo el mundo es igual, que cruzamos todos la misma esquina y estamos todos en la misma tienda del mismo barrio”, apuntó alguna vez el escritor Juan Esteban Constaín. Vaya certeza. Es ridículo pensar que Colombia es lo peor, aunque a veces parece que el título se lo gana de sobra. Juicios así son facilistas y los hemos sufrido casi todos los que hemos ido más allá de nuestras fronteras. Muchos se creen mejores que nosotros sin serlo. La verdad es que hacemos parte de un mundo al tiempo maravilloso y aberrante. Véase bien: 1.000 inmigrantes han muerto en una semana en el Mediterráneo, acaba de denunciar la OIM. En Sudán del Sur el Gobierno permite a los combatientes “violar a mujeres a modo de salario”, sentencia la ONU. En España, un anciano de 83 años viola a su suegra, de 101. El purgatorio quizá no esté en el más allá. En México, unos jóvenes pusieron explosivos a un perro dizque para divertirse. Los colombianos no somos los únicos que debemos apenarnos de lo que somos como Nación, a pesar del ‘Bronx’, de lo que pasa La Guajira y del sinfín de problemas que tenemos por resolver. Por fortuna, ahora al menos sabemos fácilmente que son muchos más los que hacen de este infierno un paraíso y viceversa. No somos parias. Ya los chinos lograron los primeros embriones resistentes al VIH a punta de modificaciones genéticas. Grandes potencias trabajan por controlar el clima, obviamente, no solo con fines altruistas. Un colombiano moreno le dice a otro en el estadio “¡Negro hijueputa! ¡Mico!”. Esteban Chaves queda segundo del Giro de Italia y su sonrisa nos contagia. Se habla de paz en Cuba. La Unión Europea dice que dará dinero a Colombia para el posconflicto. Secuestran a una periodista española. Medios dicen que policías se acostaban con niñas en el ‘Bronx’. Las firmas encuestadoras nos preguntan si creemos que este país va por buen camino. Y puede que sí. Como sea debemos trabajar por un mejor porvenir. De nada sirve quedarse llorando. El mundo está así. No es solo Colombia. @javieraborda