Cualidades de un azafato

Mar, 15/02/2011 - 23:59
Para trabajar como auxiliar de vuelo se tienen que tener ciertas cualidades. Entre otras, la paciencia, el buen humor, la capacidad de improvisar y  la puntualidad, son especialmente importantes. Si
Para trabajar como auxiliar de vuelo se tienen que tener ciertas cualidades. Entre otras, la paciencia, el buen humor, la capacidad de improvisar y  la puntualidad, son especialmente importantes. Si un ciudadano cualquiera llega tarde a la oficina, seguro se gana su buen regaño. Pero si un azafato llega tarde, además del regaño, la oficina ya no está, se fue. A nosotros, la oficina no nos espera. Paciencia, aunque escasa, cómo se necesita. En algunos vuelos es difícil contener las ganas de contestar una bestialidad cuando se enciende el cinturón de seguridad y uno pregunta amablemente ¿Señor tiene el cinturón puesto? Y el pasajero despistado responde: No, este pantalón no se usa con cinturón. También tenemos que ser prácticos, eficientes, ingeniosos y rápidos. Sin embargo, he aprendido que casi siempre, la rapidez no es buena si no va  acompañada de una de las cualidades más necesarias en este oficio, el cuidado. Como dice mi mamá, “del afán no queda sino el cansancio”. Esa lección la aprendí en la época en que viajaba a San Andrés, en un vuelo en que queríamos terminar el servicio rápido para ir a comer una de esas deliciosas comidas que nos preparaba una de las mamás de un compañero. Ya me quedaban pocas filas por atender y estaba con un hambre que me comía una pasajera, con cubiertos y servilleta, no sean tan mal pensados. Justo en ese momento el carrito de comidas, que son pesados y difíciles de maniobrar si son viejos o están en mal estado, se trancó. No lograba ver si había algo atorado en una de las ruedas o simplemente se había descompuesto, cosa que suele suceder. El olor de comida casera exacerbó mi apetito y sin cuidado alguno empujé el desconsiderado carro con todas mis fuerzas, riiiip, o un sonido similar, me indicó que el almuerzo se iba a demorar más de lo esperado. Un pasajero muy elegante y con mirada de asesino, sostenía la manga blanca e impecable de su elegante camisa, pero solo sostenía una parte, la otra parte colgaba como bandera de paz olvidada en el campo de batalla, de la punta de la puerta del carro, que ahora si, libre de lo que lo trancaba, rodaba fácilmente. Desde luego mucha disculpa y explicación, y mientras tanto, el almuerzo se lo comieron los compañeros. Como dije, un azafato debe ser cuidadoso, o de lo contrario pasar por unas situaciones bastante incomodas. Cosas que se aprenden con la experiencia. Pero como soy un poco terco, esa lección solo la terminaría de aprender en el vuelo de regreso a Bogotá. En esa época algunos traíamos cajas de cigarrillos y una que otra botellita de whisky (alrededor de caja por vuelo), para vender y cuadrar el sueldo, que por cierto no es tan poco como algunos decimos, ni tan gordo como nuestras ex esposas creen. Las benditas botellas pesaban como un pecado mortal. No solo porque era ilegal y ese detallito siempre dejaba huella en la conciencia, sino porque físicamente las benditas botellas pesaban cantidades. Como estaba de afán no tuve cuidado al bajar la maleta del compartimiento superior y la coloqué en el piso con fuerza antes de arrastrarla hacia la salida. En el área de aduana un  agente me preguntó: ­­­­­­-¿Trae algo para declarar? -No. Le contesté altanero. -¿Cigarrillos, licor? Insistió el señor. - No. Contesté impaciente. -Supongo que el olor a alcohol y ese  reguero de líquido que viene dejando desde el avión  y sale de su maleta es…su colonia preferida. -Si. Le contesté ahora muy humilde, desplegando mi sonrisa de idiota más convincente. El tipo me observó, se quedó una fracción de segundo pensando en cual sería su siguiente paso. Dudó, analizó la situación, me volvió a mirar sin pestañear. -Si no tiene nada que declarar, por esta vez, ¡siga! Buena gente, algunos de esos tipos de la aduana.
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