¿Cuándo se fregó el país?

Jue, 11/10/2012 - 00:32
El más grave problema colombiano es la corrupción. Que no es un delito específico, sino el "estado de alma" de quienes se dan permiso para violar en su provecho ese pacto social que es la ley. Corr
El más grave problema colombiano es la corrupción. Que no es un delito específico, sino el "estado de alma" de quienes se dan permiso para violar en su provecho ese pacto social que es la ley. Corrupción es cuanto sucede cuando alguien aprovecha su situación coyuntural para lucrarse ilícitamente del erario público bajo presunción de impunidad. Formalmente, toda transgresión dolosa es corrupción, sin embargo asociamos el término al abuso sobre las finanzas públicas que derive en enriquecimiento ilegal de quien lleva en sus manos la fe pública. Quisiera pensar que la corrupción comenzó en una época específica, pero es imposible determinarlo. Desde la Colonia hubo frecuentes casos de corrupción entre funcionarios de la Corona, pasando por aquellas acusaciones por malversación del empréstito inglés que imputaban al general Santander. Por algo el Maestro Echandía dijo a secas que somos "un país de cafres". Da rabia aceptarlo, pero sí. Hay una proclividad al dinero fácil. Quizá por eso, el "emprendimiento colombiano" mezclado con las oportunidades, produjo tanto capo, narcotraficante exitoso, y tanta rapidez para reacomodarse frente a la pertinaz labor de la fuerza pública, que siempre ha mantenido una línea mayoritaria de combate al delito. Todo eso es verdad. Pero en los últimos 20 años se exacerbó la corrupción, como si todo el mundo se hubiera deschavetado a robar en un incomprensible desespero por "conseguir plata" a como dé lugar. Tanto que ya no es noticia: no cabrían tantos desfalcos y peculados en las páginas de los periódicos. ¿Qué nos pasó? ¿Cuándo caímos en este saqueo? El fenómeno es tan complejo que daría para que lo estudiara un equipo de especialistas en antropología social, sicología forense, economía y muchas otras disciplinas afines. Pero sin duda hay un punto de inflexión, un momento en que pasamos del "Pícaro" ocasional, a verdaderos carteles de extracción de recursos públicos, que manejan los entes oficiales como si se tratara de hallazgos de minería o empresas propias. Para mí, ese momento de clímax, ese "rompimiento de la cadena del Bósforo" lo trajo la Constitución de 1991. No con la descentralización administrativa, sino con la elección popular de alcaldes y gobernadores, que no es lo mismo. Y me explico: Nada tiene de malo que los alcaldes y gobernadores ejecuten descentralizadamente el presupuesto; esto es, sin pedirle permiso al gobierno central. Lo malo es que, desde que sus periodos y elección emanan de la Constitución y del pueblo, perdieron "el miedo" y con éste, también los estribos. En el pasado, un presidente decente, escogía como gobernador a un amigo decente, que a su vez nombraba como alcaldes a sus amigos más decentes… y si eso fallaba, el que sí fuera decente en esa cadena, podía siempre destituir a la oveja descarriada. Pues bien, ahora no. Porque legislando para un país de ángeles la Constituyente creó cientos de controles —posteriores todos— y cuando operan bien, ya no queda sino el polvorín de lo que pasó por allí; de modo que todo queda en destituciones e inhabilidades simbólicas, pero la cruda realidad es que la plata se pierde. Antes no, porque cuando un alcalde se embolsillaba cualquier plata, apenas eso llegaba a oídos de su jefe, el funcionario era removido sin tener que dársele mayores explicaciones. Quienes leen, pensarán que tengo delirios feudales y que profundizar en la democracia era vital. Pues no, no abrigo sentimientos dictatoriales, pero si confieso abiertamente que —para la Colombia de hoy—  encuentro más propicia la Aristocracia que rigió hasta el 91 que la Democracia de hoy. No se confundan, no me refiero a la oligarquía en el poder (esa la tenemos hoy y no me gusta) sino la Aristocracia en el sentido clásico, es decir "el gobierno de los más aptos, de aquellos individuos más ilustrados y mejor formados de la sociedad, discriminados solo por su alta preparación". Me dirán que eso lo subsana la democracia pues tiene el deber de escoger a los mejores ciudadanos. Pero no es lo que pasa, porque esta es una nación que carece de altos niveles de formación, como sí los tiene Chile o Cuba —para citar ejemplos extremos— y en una sociedad sin educación plena, la democracia no es más que la dictadura de la ignorancia. La desidia y apatía sobre lo público cimentadas en esa ignorancia que solo juzga importante lo individual, facilitan que cada periodo se reediten los mismos sátrapas, y con lo hurtado consigan el voto de los ciudadanos sucesivamente. Queridos cachacos, apreciadísimos bogotanos, el problema no fue la descentralización administrativa, sino permitir que un pueblo todavía sumido en la ignorancia, tomara la decisión final sobre quienes deberían ser sus gobernantes, sin estar preparado para elegir. El fenómeno es tan crítico en La Jagua (Cesar) como en Bogotá, donde "el pueblo" escogió el gobierno del Polo y batió todos los récords de hurto, saqueo, peculado, picardía y chanchullería posible. (En toda Colombia —sumada— no han robado tanto como en Bogotá) Así que a otro perro con ese hueso que la mayor corrupción sucede en las regiones, como se lee en la última revista Semana, que en una entrevista revela las billonarias cifras del robo a Bogotá, mientras en otro artículo sobre las APP, sin pudor alguno, sugieren que las regiones son el teatro de operaciones del hurto a las finanzas públicas. El mayor problema de Colombia sí es la corrupción. Y la solución verdadera es educar bien a todo el mundo. Un amigo, que solo hizo primaria, me dijo: "Oiga, muy buena la tesis, pero ¡todos los pícaros son doctores!  ¿Entonces? ". A primera vista, tiene razón. Pero, es eso mismo lo que hace vital formar a los colombianos de manera que entiendan la democracia; es preciso dotar a la ciudadanía del mismo o más conocimiento que quienes estudian para saquear lo que es de todos. Solo así, una ciudadanía preparada y consciente de sus derechos se alzará como una muralla ante los corruptos y dejará de elegir tanto mediocre codicioso. @sergioaraujoc 
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