Cuidado Uribe Cuidado

“Cuidado Augusto Cuidado” repetía una y otra vez mi hijita, de apenas año y medio, a su abuelito quien conducía el carro en el que regresábamos de un viaje a Bucaramanga. De pie, en el espacio entre los dos asientos delanteros ocupados por sus abuelitos, la bebecita insistía “Cuidado Augusto Cuidado”. Cada familia guarda pequeños recuerdos como este con los que se animan las charlas trasportándonos al pasado  en verdadera comunión. Cuando relato esta pequeña historia quienes la escuchan esperan un final trágico o por lo menos inesperado, pero de ese viaje, como de muchos otros, regresamos sanos y salvos sin que ocurriera nada extraordinario. Hoy, treinta años después, pienso que, de pronto, esa solicitud de atención de mi hijita nos salvó de un desastre del que nunca supimos nada y que quedó en otros mundos posibles. Pasamos por un momento de gran peligro en el que es fácil caer de nuevo en errores cuyas consecuencias serán mucho más graves que las acarreadas por los cometidos en el pasado, se podría decir que irreparables. Millones de colombianos nos sentimos impotentes ante los terribles eventos que se anuncian día a día que si no fuera porque mantenemos la confianza en que contamos con un guía y buen conductor que nos sacará de esta zona de peligro, al que ahora le solicitamos mayor cuidado y atención que nunca, entraríamos en la desesperación. Lo que se juega en las próximas semanas definirá la partida. El contendor ha sacado con total desparpajo todas las cartas que escondía debajo de la manga. Ya no queda duda de con quién ni para quién trabaja. En este momento no dejo de repetir “Cuidado Uribe Cuidado”. Me siento como debió sentirse mi pequeña cuando advertía a su abuelito que tuviera cuidado, que confiaba en él pero que sentía temor y preocupación por lo que pudiera ocurrir sin saber bien qué era eso que le inquietaba. El camino que estamos recorriendo los colombianos se ha llenado de trampas que si caemos en ellas las consecuencias serán terribles. El director de cine ruso Andréi Tarkovski, en su obra maestra Stalker, nos presenta a un verdadero héroe en la figura del protagonista, un stalker que, sin ningún gesto “heroico”, hace lo que le corresponde hacer: guiar a unos desesperados a través de La Zona, lugar prohibido en el que se corren los mayores peligros que sólo un verdadero stalker, arriesgando hasta su propia vida, puede sortear para llegar a una habitación donde se conceden los deseos. Ver esta película es penetrar en un mundo misterioso del que salimos afectados profundamente en nuestro ser íntimo. El stalker cumple sin queja alguna su misión sacrificando todo. En Tarkovski el sacrificio ocupa un lugar preponderante en sus personajes y en su propia vida. Por su parte le correspondió asumir las consecuencias de hacer un cine independiente en una Unión Soviética que no veía con buenos ojos a este cineasta que terminó en un doloroso exilio donde lo alcanzó una prematura muerte a los cincuenta y cuatro años alejado de su tierra y su familia. Su labor artística era, en todo el sentido de la palabra, heroica, de ese heroísmo que es tan escaso encontrar cuando nos hemos ido acostumbrando a falsos héroes a los que se les levantan  pedestales agrietados que sucumbirán con el tiempo. Los colombianos nos encontramos en una Zona de peligro y requerimos de un stalker para poderla recorrer y encontrar el camino de retorno atravesando los obstáculos y eludiendo las trampas de las que cada día aparecen unas y otras sin parar. Es una prueba que nos dirá qué tipo de futuro nos merecemos. Sabemos muy bien que sin un verdadero guía son pocas las oportunidades de sobrevivencia, pero también somos conscientes que sin un fortalecimiento interior sucumbiremos. Cuidado Uribe Cuidado, nuestras esperanzas están puestas en usted y solamente en usted.