Desidia administrativa

Mié, 15/04/2015 - 13:51
Administrar bien no es una ciencia oculta. Sin duda tiene sus complejidades, pero en general es una tarea relativamente fácil. Lo que sí es claro es que las habilidades administrativas no las tiene
Administrar bien no es una ciencia oculta. Sin duda tiene sus complejidades, pero en general es una tarea relativamente fácil. Lo que sí es claro es que las habilidades administrativas no las tiene todo el mundo. En la selección de los burgomaestres de las ciudades se debe considerar siempre esta competencia. En Bogotá, aunque no exclusivamente, ya que varios otros municipios del país han padecido lo mismo, ha sido desafortunada la elección de los últimos alcaldes. No solamente porque algunos de ellos hayan sido populistas y corruptos, ni por sus tendencias de izquierda (con las cuales es fácil comulgar en una ciudad tan desigual), sino porque realmente han sido muy malos administradores. El alcalde Gustavo Petro es inteligente. Sus ideas, aunque no compartidas por todos, son loables y no pareciera ser un hombre corrupto. Sin embargo, su capacidad administrativa deja mucho que desear. Adicionalmente, los perfiles de los miembros de su equipo de trabajo se parecen al de él, lo que no sorprende, pues los humanos tendemos a juntarnos entres símiles. Esta combinación ha sumido a la ciudad en un caos permanente y, aunque se entiende que suceden cosas que efectivamente pueden estarle cambiando la vida a algunos bogotanos, la sensación es de una desmejora general. Administrar bien implica controlar todas las aristas; no se pueden descuidar unas por otras, aunque no se prioricen todas. De otra parte, es cierto que los programas de la administración Petro han sufrido una “persecución” permanente y esto claramente está ligado a su perfil político, lo cual también es muy desafortunado para Bogotá, porque demuestra que el cargo de Alcalde Mayor ha adquirido tanta fuerza política, que al momento de elegir no se tiene en cuenta el perfil administrativo. Este ha sido el caso del tema de las basuras (no sin razón), las máquinas tapahuecos (hoy paradas por problemas de importación) y del más reciente y sin sentido escándalo de los baños en los jardines infantiles (pues estos, por criterios técnicos, no requieren tener separaciones, ni puertas). Justamente el programa de atención a la primera infancia de esta alcaldía, aunque muy lejos de la meta propuesta en campaña (meta política y no técnica), es uno de los proyectos que, entre tanto desorden, seguramente está mejorando las condiciones de vida de varias familias en la ciudad. Lo que le sucede a Bogotá se asimila a la temperatura: lo importante no son los grados, sino la sensación térmica y las condiciones climáticas y ambientales. La incapacidad administrativa, en algunos aspectos que afectan significativamente el bienestar de los bogotanos, es innegable. Los ejemplos son numerosos, referenciemos algunos: se conocen hace años las esquinas donde ocurren robos a pequeña escala (ejemplo la 63 con Avenida Caracas y la Calle 53 con Novena) y sin embargo pareciera que esa información fuese intencionalmente ocultada a la policía, pues todos los ciudadanos la saben, pero no se hace nada al respecto. Lo más grave es que cada vez son más los sitios intransitables por inseguros y no se evidencian medidas de contención. Otra situación absolutamente sentida por los ciudadanos es el completo descontrol con respecto a las constantes paradas y estacionamiento de automóviles en sitios no permitidos. En este instante, mientras escribo, veo en la Carrera Séptima con 73 tres camiones detenidos despachando cosas, ocupando sin ningún inconveniente el carril exclusivo para buses. Así ocurre en todas las calles de Bogotá, casi sin excepción, y cuando no están en la calle estacionados lo hacen encima de los andenes, entonces a los peatones también se les dificulta caminar. Esto tampoco lo ven los policías de tránsito. En conclusión la gente en Bogotá está parqueando como viene votando. El espacio público es absolutamente irrespetado. El tercer ejemplo, muy evidente para los bogotanos, es la calidad del sistema de transporte. Como muchas políticas de esta administración, el Sistema Integrado de Transporte – SITP parece muy bien concebido, pero su aplicación ha sido un verdadero desastre. La gerencia del sistema de Transmilenio no mejora, las condiciones para los pasajeros sigue siendo deplorable, muchos buses del SITP viajan vacíos, las rutas no las entiende ni un científico de la NASA y conseguir una tarjeta y recargarla para usar el Sistema es más difícil que encontrar una aguja en un pajar. Estos temas y varios otros son de administración diaria, y aunque no sean prioritarios para el actual gobierno de la ciudad, no son difíciles de resolver, ni de controlar. Además de afectar de manera importante las condiciones de vida de la gente, generan una sensación de descuido y de desidia administrativa que cala en la actitud de los ciudadanos, convirtiendo a Bogotá en un sitio donde dan pocas ganas de vivir. Ojalá los bogotanos entendamos que debemos elegir este año sobre todo a un buen administrador (mucho más importante que a un buen político), pues administración es sin duda lo que le está faltando a la ciudad.
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