Dos ideas para la paz

Mar, 17/03/2015 - 11:04
Si vencemos el escepticismo ante lo evidente, y suponemos que el gobierno consiguiera pactar algún tipo de apaciguamiento con las FARC, me atrevería a dar dos consejos a las partes que, de implement
Si vencemos el escepticismo ante lo evidente, y suponemos que el gobierno consiguiera pactar algún tipo de apaciguamiento con las FARC, me atrevería a dar dos consejos a las partes que, de implementarse, romperían para siempre la dinámica de la confrontación y podría surgir un clima social de verdadera paz. Consejo al Gobierno: Más que remontar el falso dilema de impunidad o cárcel, el empeño debería enfocarse en desactivar operativamente la cadena de mando guerrillera. Me explico: Con base en la experiencia de procesos similares, es vital que la comandancia y la tropa entren a la vida civil por puertas distintas y lleguen a destinos diferentes. El proceso con las AUC fue diseñado para que los comandantes encarcelados, entregaran verdad y reparación, mientras la tropa -por arte de magia- se insertaría a la sociedad. Les asignaron un subsidio económico mensual, inferior al salario mínimo, insuficiente para sostenerse, y sin exigirles ni verificar parámetros aceptables de conducta social. En las calles, sin destrezas para realizar trabajos ordinarios, y ante los resquemores de los potenciales empleadores, los desmovilizados acudieron al mototaxismo y la informalidad, reeditándose a menudo como bandas delincuenciales. Muchos quedaron como sicarios al detal sirviendo a sus antiguos mandos medios. ¿Cómo evitar que la tropa guerrillera tome la misma ruta, con tan nefastas consecuencias para el orden ciudadano? Requiere laxitud ante ciertos inamovibles; como despojar al Ejército de esa rígida noción de dignidad institucional, que en el pasado les impidió ceder para aportar. La propuesta requiere que -como parte de los acuerdos- el gobierno exija al 100% de la tropa guerrillera rasa, incorporarse a las filas del Ejército durante dos años. Así, bajo el mando de oficiales y suboficiales de carrera, se desempeñarían desarmados en labores de intendencia, uniformados, con remuneración y días libres para ver a sus familias, alternando labores con programas de apoyo sicológico y capacitación en artes y oficios a cargo del SENA. Crear una nueva fuerza como la “gendarmería” sería un grave error, porque simplemente legalizaría la divisa “FARC” mediante el artilugio de cambiarle el nombre y dar un salto de la ilegalidad terrorista a la exclusividad institucional. En cambio, al término del Servicio Obligatorio en el Ejército, esos individuos sometidos a un proceso de transformación humana e instruidos para trabajar, irán incorporándose al mercado laboral. Pero la iniciativa tendrá éxito únicamente si el gobierno establece estímulos de ley para quienes empleen desmovilizados. Con todo, lo mas trascendente es que rompería la posibilidad de que los mas de 700 jefes de la guerrilla, pudieran “usar” esa tropa desperdigada en las calles como un brazo armado disponible que los convirtiera en sicarios de turno, como sucedió con parte de los ex AUC. El consejo a la Guerrilla: En vez de insistir en Zonas de Reserva Campesina, la jefatura de las FARC haría bien en entender que los problema de Colombia y la desigualdad, surgen del centralismo, y no de la propiedad rural. La mayor dosis de injusticia social es citadina. Si las FARC quieren tomar parte decisoria en una transformación de Colombia, la Constituyente que piden debe descentralizarnos, abrazando sin miedo un modelo Federal pleno con Sistema Parlamentario incluido. La descentralización no se hace atomizando el poder, ni dando autonomía disfrazada a unas zonas; tampoco mediante el embeleco impracticable de las “regiones” que contiene la Constitución actual. No. La solución es implementar el sistema político que usan las democracias avanzadas del mundo. El federalismo es común a los países con mayor nivel de desarrollo. En cambio, el presidencialismo centralista que padecemos en Colombia, se parece funcionalmente a las monarquías de los siglos 18 hacia atrás. Basta sentarse en El Dorado un Lunes para ver desembarcar en Bogotá los Alcaldes y Gobernadores del país, en pos de rogar al soberano los recursos para poder ejecutar. Cualquier parecido con las cortes de la antigüedad, favoreciendo sátrapas y señores feudales a dedo, es culpa de éste sistema que entraña una reminiscencia monárquica, propicia la desigualdad, y maltrata la noción de democracia. La reforma agraria, la política fiscal, el poder sindical, la tributación, la distribución del ingreso, los niveles salariales, y todos los temas, se resuelven mejor con verdadera autonomía departamental, que caprichosamente desde Bogotá. Y desde una ciudad fracasada no se puede dictar el destino nacional. @sergioaraujoc   *Miembro principal de la Dirección Nacional del Partido Centro Democratico
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