El gran encantador

Sáb, 28/03/2015 - 14:40
Muchos nos hemos preguntado hasta qué punto la oposición al proceso de paz es producto del fuero interno de Álvaro Uribe. Hay que empezar aclarando que son contadas las personas en la historia de C
Muchos nos hemos preguntado hasta qué punto la oposición al proceso de paz es producto del fuero interno de Álvaro Uribe. Hay que empezar aclarando que son contadas las personas en la historia de Colombia, cuyas posturas han podido lograr ese poder de gravitación en la opinión pública. No podemos negar que esos niveles de admiración popular los ha ganado trabajando y con resultados; es por esto que una buena parte de la ciudadanía sólo se siente en él bien representada. También vale la pena aclarar que por más de que queramos ser objetivos, toda toma de decisiones a nivel individual siempre tendrá un elemento subjetivo basado en el  juicio de valor y la experiencia. Lo que resulta interesante de analizar es cómo la esfera interior de una persona puede llegar a tener un impacto sin precedentes en el acontecer político nacional. Muchos podrán considerar este aspecto un tanto gaseoso y poco serio a la hora de referirnos a las negociaciones de la Habana. Pero si analizamos la historia de la humanidad,  nos podremos dar cuenta como las experiencias personales, las vanidades y los egos particulares de determinados líderes fueron decisivos en  la formación de las conciencias colectivas. Fue el repudio personal a la autoridad del Papa por parte de  Enrique VIII, lo que condujo a la Iglesia de Inglaterra a existir como entidad completamente separada de Roma. Y no hay que ir tan lejos, en el siglo XX,  Chamberlain, Margaret Thatcher en sus últimos años, George Bush y Chávez son solo algunos de los líderes que han sucumbido al síndrome de  'Hibris', o  del vencedor. Estos líderes llegan al poder con visiones y deseos de lograr sus objetivos. Comienzan sus proyectos, ideas y actividades, alcanzan el éxito y son reconocidos. Pero llega un momento, donde la realidad se aleja de ellos y  se encierran  en sus ideas y pensamientos, en detrimento del bien común. Existen varias suposiciones sobre la causa del rechazo absoluto de Uribe frente al proceso de paz. Una, repetida por muchos, es que Uribe no le perdona a las Farc el asesinato de su padre. Si esta premisa fuera cierta, valdría la pena preguntarse, ¿Puede un dolor (por más que sea verdadero y legítimo) desdibujar las esperanzas de paz de un país? Otra hipótesis, sostiene que la negativa de Uribe a apoyar el proceso de la Habana, es debido a su enemistad con Santos, por haberse, este último, rehusado a seguir sus formas al pie de la letra; Si este postulado se adecuara a la realidad, me pregunto, ¿Es conveniente que nuestro futuro próximo dependa de una percepción individual de “deslealtad?  Otros plantean que la animadversión de Uribe al proceso de paz es debido a que él no sea quien lo esté liderando, de ser esto cierto, ¿Será el egoísmo de una persona, el mayor impedimento para lograr la paz? Muchos uribistas suelen recurrir al  argumento de autoridad,  que es una forma de falacia que consiste en defender algo como verdadero porque quien es citado en el argumento tiene autoridad en la materia, no por los razonamientos que sustentan las posiciones. Los pitagóricos utilizaban este tipo de argumento para apoyar su conocimiento: si alguien les preguntaba "por qué", respondían "el maestro así lo dijo". Obviamente las tesis de Uribe están sustentadas con argumentos. El problema es que cuando en la política se sobreponen los liderazgos a las convicciones, el convencimiento individual termina volviéndose líquido, adaptándose a la estrategia del líder. Estoy seguro de que si Uribe repentinamente decide hacerle un guiño al proceso de paz (pido a Dios que así sea), de forma automática, la inmensa mayoría de la facción de la ciudadanía que deslegitima el proceso de paz, empezaría a validarlo. Hay un consenso de que la participación de Uribe es un elemento imprescindible para un proceso de reconciliación nacional. Así sea triste y nos cueste aceptarlo, es más real y factible que Uribe cambie su posición frente a la construcción de paz y junto con él sus seguidores, que tratar de convencer a la ciudadanía que no cree en la solución negociada al conflicto armado, no en vano la mayoría de ellos se autodefinen como “uribistas”. La libertad es todo lo contrario a dejarse llevar, pero si han de seguir a alguien, ojalá sean guiados por el camino que conduce a la paz.
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