El ''reality'' de Gina

Jue, 09/08/2012 - 00:01
Si en Colombia por una vez superáramos la discusión sobre temas como las columnas de la Azcárate, el último reality o las virtudes entrevistadoras de Juan Carlos Vélez, podríamos concen
Si en Colombia por una vez superáramos la discusión sobre temas como las columnas de la Azcárate, el último reality o las virtudes entrevistadoras de Juan Carlos Vélez, podríamos concentrarnos en un debate importante para el país: el que planteó el candidato presidencial republicano Mitt Romney en su visita a Israel, al asegurar que la explicación de la riqueza o pobreza de las naciones se debe a la cultura. Se atrevió incluso a decir que la riqueza de los israelitas es superior a la de los palestinos porque su cultura es superior. Por si fuera poco se nos metió al rancho en el hemisferio y comparó en el mismo sentido a México con Estados Unidos y Ecuador con Chile. Y ahí fue troya. Los palestinos lo llamaron racista, asegurando que la única razón por la cual no tienen el estándar de vida de los israelitas es por la ocupación y las restricciones de infraestructura y comercio exterior —entre otras— a las que están sometidos. No les falta razón. Y aprendieron el mensaje de los cubanos, que le echan la culpa al embargo gringo de todo lo que no han sido capaces de hacer en más de medio siglo de revolución. Pero más allá de las posiciones fariseas de bando y bando, Romney por lo menos tuvo el mérito de decir algo obvio, que nadie más se atrevía a decir. Y planteó quizás el debate más importante de la actualidad, no solo para el mundo, sino para Colombia, que sin duda nos daría luces para descifrar el insondable laberinto de orden público en el Cauca. Es obvio que si "la cultura" es el "software" básico de interacción entre las personas de una sociedad, esta define el reparto de oportunidades y por tanto la riqueza o pobreza, la igualdad o desigualdad, la inclusión o exclusión, la confianza entre ciudadanos e instituciones, la productividad, la participación ciudadana, la justicia... esencialmente todo. El problema con este análisis, es que tiene dos cabos sueltos: en primer lugar, nadie sabe realmente cómo se cambia esa cultura, y si es incluso legítimo intentarlo. Suena entonces como si se estuviera condenando a un pueblo entero a su destino actual, por el determinismo de "su cultura". El segundo cabo suelto es que —como bien lo señalaron los palestinos— lo que llamamos cultura es tan amplio, que incluye también el racismo, o para no usar un término tan fuerte, la exclusión basada en el origen étnico, racial, social, de género etc. En otras palabras, si la riqueza del mundo en los últimos 500 años ha estado en manos de europeos, norteamericanos y japoneses, —que ¡oh coincidencia! son todos de piel blanca—entonces quiere decir que son una "cultura" superior —por no decir raza. O, que se han dedicado sistemáticamente a acaparar entre ellos las oportunidades, es decir a excluir a los demás. El surgimiento de China e India en las últimas décadas parece demostrar que ha sido más lo segundo que lo primero, pues nadie puede asegurar qué cambió en la cultura de la India o de China, distinto a que ambas naciones se hicieron a la bomba atómica y se han hecho respetar. Lo cual explica porqué Irán esta haciendo lo que está haciendo. Aplicando el mismo rasero a Colombia, es muy fácil estigmatizar a los indígenas Nasa en el Cauca como revoltosos y amigos de las Farc. ¿Pero qué se puede esperar en un sistema en donde no hay un solo indígena en una posición importante, ni un ministerio, un viceministerio, las Fuerzas Armadas, la Iglesia, las universidades, el empresariado, una gobernación, una alcaldía importante, un medio de comunicación, ni una telenovela? ¿Será que no hay uno capaz, inteligente y disciplinado? ¿O nadie le ha dado oportunidad a un "indio", palabra que en Colombia todavía se usa —increíblemente— como un insulto? Todo esto lleva a reflexionar sobre la decisión del alcalde de Bogotá Gustavo Petro de dar una entrevista en El Heraldo de Barranquilla, asegurando que la prensa bogotana lo está persiguiendo y no publica nada positivo sobre su gestión. Afortunadamente Yamid Amat tuvo el buen sentido y la sabiduría de hacerle una excelente entrevista en El Tiempo, y desactivar el argumento de una prensa centralista, derechista y excluyente tratando de frenar a toda costa a un alcalde de izquierda. Pero no pasó un día sin que saltara la excandidata Gina Parody en entrevista con María Isabel Rueda, quien con inusual veneno se fue lanza en ristre contra Petro. Espero no caer aquí víctima de mi propio argumento. Siempre he creído que a las mujeres en posiciones de poder, se les pone en una situación imposible: si son amables o simpáticas se les estigmatiza de tontas y faltas de liderazgo... si son efectivas, inteligentes e incisivas, las etiquetamos de brujas y arpías. Así que me voy a limitar a los argumentos: si bien Gina Parody tiene derecho a opinar, no basta que haya estudiado en Harvard para convencernos que sabe de lo que está hablando. Calificar la reducción de las tarifas de TransMilenio como "regalar plata" es infame, cuando debería saber que TransMilenio como sistema —al igual que todos los sistemas de transporte masivo del mundo— ya está totalmente subsididado por los bogotanos, que ponen los terrenos, el costo de las expropiaciones, las estaciones, toda la infraestructura y la reparación de las losas que se rompen antes de inaugurarlas. Lo único que ponen los operadores privados son los buses y sus contratos fueron hábilmente renegociados por Alberto Merlano de la administración Petro para reducir sus ganancias y bajar las tarifas, razón por la cual ahora lo están persiguiendo implacablemente. Así que la decisión de subsidiar más o menos el pasaje es técnica, simplemente una forma de invertir en facilitar la movilidad ciudadana, el mayor distribuidor de oportunidades y dinamizador de la actividad económica que existe en una ciudad. La única explicación de porqué aquí pagamos un pasaje de TransMilenio más caro que Quito, Lima, México o Guatemala, es porque aquí nos íbamos a gastar la plata en autopistas por peaje para los ricos con carro, no en transporte público para los pobres en bus. Definitivamente uno puede darse el lujo de ser enemigo de "regalar plata" cuando financió su campaña casi totalmente con recursos de su abultado patrimonio familiar. Patético. Luego Parody soltó la siguiente perla..." (Petro) no se puede poner a improvisar con un tranvía que no tiene ni pies ni cabeza, solo para que en tres años pueda cortar una cinta". Suponemos que Gina Parody sabe más que los expertos de transporte de la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina), que están llevando a cabo los estudios del Metro Ligero. Ahora entendemos por qué lanzó su campaña con el exabrupto de hacer el Metro Pesado por la Boyacá... una propuesta, esa sí sin pies ni cabeza, que los expertos ni siquiera la cuestionaron... se limitaron a sonreír. Se pregunta uno si la razón por la que cierto mundillo de estrato alto bogotano no puede reconocerle nada bueno a Petro, es por lo que Romney llamó nuestra "cultura". Mejor puesto en cristiano... clásico clasismo santafereño.
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