El ruinoso cerro de Guadalupe

Mientras 20 millones de peregrinos visitan el santuario de la Virgen de Guadalupe en México, con una infraestructura de lujo, en Bogotá muy pocas personas se aventuran a subir al cerro que lleva su nombre, y muy seguramente regresan tristes por el abandono en que permanece el lugar. Una pésima vía da acceso por la vía a Choachí, empeora cuando se enruta a la ermita. En días de puente, como el que acaba de pasar, la policía refuerza la seguridad en la parte superior, en cercanías de la pequeña iglesia, pero no en el acceso carreteable, que resulta tortuoso. Pareciera que todos los esfuerzos se dirigen a conservar y promover el cerro de Monserrate, pero Guadalupe se mantiene en el más lastimoso abandono. Así ha sido siempre, mientras las autoridades sacan pecho a sus esfuerzos -y presupuestos abultados- por atraer turistas. Después de seguirle la pista a la forma como lavan platos y utensilios de aseo de los pequeños y pobres restaurantes del lugar (tengo fotografías) mi recomendación sería no comer nada -o llevar fiambre- porque no existen normas de higiene mínimas. Es como si la remodelación, realizada en 1940, después de terremotos que destruyeron la iglesia construida en 1656, se hubiera detenido en el tiempo. Entregaron el sitio turístico a la mano de Dios. O dejaron en manos de la virgen misma la responsabilidad de mejorar el santuario. La estatua gigante de 15 metros -elaborada por el escultor Gustavo Arcila Uribe- que se alcanza a ver desde muchos sitios de Bogotá (el cerro es más alto que Monserrate) corresponde a la Virgen de María Inmaculada, patrona de la diócesis de Bogotá, pero la pequeña iglesia está consagrada a la Virgen de Guadalupe. La Iglesia de la Peña es la administradora, pero el cerro y los monumentos están en Bogotá, que no los cuida como se merece ni invierte lo necesario para potenciar este lugar turístico. Es la cultura del descuido no sólo de las autoridades respectivas de la capital, sino también de la burocracia oficial en los niveles nacionales. Da grima la desidia del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo con San Agustín y San José de Isnos. En el mundo le montan toda una infraestructura a cualquier hueco, y en Colombia convertimos en hueco las riquezas naturales y turísticas. Quizá los colombianos no revisamos nunca -empiezo por los periodistas- el dinero que otros se gastan o despilfarran dizque haciendo enormes esfuerzos por mejorar la infraestructura turística nacional. Lo del Cerro de Guadalupe es una vergüenza.