El show no es solo de las Farc

Jue, 29/03/2012 - 01:03
Que prendan las cámaras. Porque una nueva ronda de liberaciones entrará al aire. Que carguen las baterías, que alisten el maíz pira, que se maquillen los presentado

Que prendan las cámaras. Porque una nueva ronda de liberaciones entrará al aire. Que carguen las baterías, que alisten el maíz pira, que se maquillen los presentadores. Porque el show de las liberaciones, una vez más, está por comenzar.

O no. Y ese es el primer problema de este trágico y tal vez inevitable ir y venir de noticias: que no son noticias. Sino rumores: nos basamos en comunicados ambiguos y politizados –de las Farc, de Colombianos y colombianas por la paz, del Gobierno– para publicar noticias sobre cuándo, cómo y con la mediación de quién van a liberar a las víctimas de este conflicto sin sentido, que, entre otras, somete a los secuestrados y a sus familiares a un banquete de rumores que solo le sirve a quienes usan las liberaciones como plataforma mediática. Es el famoso show mediático.

Y culpan a las Farc: que los bandidos usan las liberaciones para darse aire y reivindicar su nombre. Y es cierto: el ambivalente manejo mediático que la guerrilla les da a las liberaciones es una prueba de su crisis y falta de seriedad.

Pero no son solo ellos. Así suene cínico.

También es show del Gobierno. O los gobiernos, que podrían ser más discretos en su tratamiento del proceso. Lo de pedir, a diario, “que las liberaciones no se conviertan en un show mediático” tiene tufo retórico, y es contradictorio, porque no es cierto que ellos no busquen dividendos políticos de las liberaciones. Quién mejor que Santos para hablar de la plataforma mediática que propician las liberaciones, que salió en cada foto, cogido de la mano de Ingrid Betancourt, después de la Operación Jaque. Santos, el exministro que en contra de la voluntad del presidente reveló a la prensa que Tirofijo estaba muerto, también es culpable de volver las liberaciones un show mediático. Más que cualquier presidente de Colombia, él sabe de esto, tanto que en su Gobierno ha logrado controlar la agenda de los medios. Si quiere evitar el show, está en capacidad de hacerlo: le bastaría con quedarse callado.

Y tienen razón, no obstante, quienes sostienen que Piedad Córdoba también usa las liberaciones como plataforma mediática: vuelve a la esfera pública y reivindica su trillado nombre. ¿Haría Córdoba estas labores humanitarias si no tuvieran cobertura en los medios? Es una pregunta cínica, lo sé; pero necesaria.

Igual con la intervención de actores internacionales: ¿ayudaría Brasil, por ejemplo, si nadie se enterara que hicieron parte de la comitiva? Y Chávez, o Ecuador: ¿de qué sirve saber que pudieron haber mediado? El cubrimiento de los ires y venires de las mediaciones, las noticias hipotéticas, solo entorpece el proceso.

Y los periodistas también son culpables. En las liberaciones encuentran la historia más taquillera que ofrece la jugosa oferta de eventos violentos en Colombia. Por eso, le dedican días enteros al cubrimiento del helicóptero, el arma, la vestimenta, el aeropuerto, etcétera. ¿Y alguien sabe qué es de los liberados dos, tres, cinco años después? Nada. Los medios masivos solo cubren las nuevas liberaciones, porque son un detonante de rating sin igual. Y, en parte, se les sale de las manos hacer algo diferente.

Todos tienen un discurso –el Gobierno dice que su presión logra las liberaciones; las Farc dicen que hacen gestos humanitarios; los medios dicen su labor es registrar la noticia; Piedad dice que sin ella no hay comunicación con las Farc; Brasil dice es neutral– para justificar su labor en las mediaciones y, por ende, su presencia en el show mediático. ¿Y si se quedan callados?

Es decir, ¿qué hacer con este círculo vicioso? ¿Cómo evitar las noticias hipotéticas? ¿Cómo terminar esta cadena de noticias que empieza con el rumor de la Farc, pasa por ego de periodistas y políticos y termina con un cubrimiento digno de circo?

La solución no es fácil. Pero, para el debate, va una idea.

Los rumores y las mediaciones falsas no tendrían sentido si no estuvieran en los medios. Las Farc son ambivalentes en sus acciones porque esto les da protagonismo en los medios. La ambivalencia perdería su lógica si no fuera cubierta por los medios.

¿Qué pasaría, entonces, si nada de esto saliera en los medios? ¿Qué tal si solo nos enteráramos de las liberaciones después dos semanas, después de que el Gobierno y los mediadores jugaron sus papeles y los liberados se reencontraron con sus familias?

Como el tipo que se mete en bola a la cancha de un partido de fútbol y las cámaras, para no estimular actos como el suyo, evitan sacarlo: el acto del tipo pierde todo sentido si no es cubierto por la televisión.

Tal vez un acuerdo de autocensura entre los periodistas que garantice el silencio ante la ambivalencia de las Farc acabaría con los rumores, las mediaciones interesadas y el protagonismo de los egocéntricos. Es utópico, sí: casi cualquier regulación al periodismo va en contra de la libertad de expresión; con Twitter, además, es difícil mantener algo secreto. Y, si el pacto no tiene sanciones, no sirve.

El narcotráfico inspiró varias iniciativas de silencio, sin éxito. Y en México las adoptaron, con precarios resultados. Pero las liberaciones son un caso especial, porque solo se convierten en show mediático si son cubiertas. No solo los periodistas, sino también la sociedad civil –y el periodismo ciudadano– se tendrían que adscribir al acuerdo. Quitarles protagonismo mediático no sirvió con el narcotráfico o la guerra, pero puede que sirva con el show mediático de las liberaciones. Sobre todo, porque perdería su razón de ser. Sería cortarlo de raíz.

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