El ventajoso y las nevecón

Jue, 16/08/2012 - 00:42
Los Olímpicos de Londres y la fiebre colectiva de los ocho podios alcanzados por Colombia, y la Feria de las Flores exultante de verano, turistas y amoríos, probablemente fueron las razones para que
Los Olímpicos de Londres y la fiebre colectiva de los ocho podios alcanzados por Colombia, y la Feria de las Flores exultante de verano, turistas y amoríos, probablemente fueron las razones para que un incidente, lamentable, ocurrido en dos grandes empresas que, por distintas razones, han sido del corazón de los antioqueños, pasara hasta ahora desapercibido para los grandes medios. Me refiero a un incidente que, si bien no fue corporativo, sí fue protagonizado por un puñado de empleados que puso en riesgo el buen nombre y la transparencia que los actuales directivos de una y otra organización, se han esforzado en inculcar y proyectar. Ninguna de las dos necesita presentación en ningún rincón del país, somos muchos los colombianos que hemos crecido con ellas: Bancolombia y el Éxito. (La primera y única cuenta bancaria que he tenido en mi vida es de Bancolombia; su nombre es casi un genérico para mí. Y uno de mis sueños de niña era ser registradora del Éxito cuando fuera grande; me embelesaban la rapidez de las cajeras para mover los dedos sobre las teclas y el sonido de sus pulseras cuando deslizaban hacia el empacador el arroz, el café, la sal…). La historia venía reproduciéndose de boca en boca (que oí, que leí, que me dijeron…), con todos los visos de un rumor infundado; de una de esas leyendas urbanas que finalmente no se sabe ni dónde ni cómo se originan. Pero, por desgracia, esta vez el chisme resultó cierto. Una sentida carta del presidente de Bancolombia, Carlos Raúl Yepes, dirigida al personal del banco, con copia al presidente del Éxito, Gonzalo Restrepo, está circulando por internet. Y, la verdad, le revuelve a uno el estómago. Por lo que pasó y por el desengaño y la vergüenza que ha producido, más allá de los límites empresariales. Que sea el propio Carlos Raúl quien lo cuente: “Un funcionario se ufanaba ante sus compañeros porque le había ´metido un gol’ al ÉXITO. Esta persona ingresó a la página de internet de la cadena de almacenes y, dentro de las ofertas, encontró un nevecón por 400 mil pesos… Se trataba de un error involuntario ya que el valor real del producto era de cerca de 4 millones de pesos. Inmediatamente, incitó a sus compañeros a que ‘aprovecharan esta situación’, que no fueran ‘bobos’, que compraran ‘así fuera para revender’. Ya sabían del error, y en medio de nuestra cultura de viveza y de sentirnos orgullosos de ser avispados, muchos de nuestros compañeros compraron nevecones. El ÉXITO cumplió y perdió: a las casas de los funcionarios-compradores llegaron los electrodomésticos”. (Párrafo de la mencionada carta). Si yo fuera Esopo, titularía la fábula: El ventajoso y las nevecón. Y sacaría la siguiente moraleja: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. No siéndolo, titulo igual esta columna. Con indignación, debo advertir. Y con epílogo: Por bobos perdieron el empleo que por vivos quisieron hacer perder a otros. (La principal característica del ventajoso es la mala fe, porque equivocaciones las comete cualquiera). Los paisas hemos luchado mucho por quitarnos de encima esa fama de avivatos, centaveros, tumbadores, inescrupulosos que nos ha perseguido de generación en generación. En parte, merecida. De eso han hablado in extenso sociólogos y antropólogos tratando de hallar alguna explicación en las montañas, en la colonización, en las familias numerosas, en la escasez… “Consiga plata, mijo, ojalá de manera honrada”, dizque era un consejo que daban a sus hijos respetados patriarcas de otras épocas. (Seguro que hoy día también los hay de esa calaña). Solo que es injusta la generalización. Antioquia está llena de familias de bien que no tienen bienes e igual cuenta con algunas –no es que esté repleta– que sí los tienen y también son de bien. Por eso, sucesos como el de las nevecón nos mortifican a quienes creemos que antes de ser ricos o exitosos, hay que ser buenos seres humanos. Lo cual no significa que la pobreza, degradante como es, sea el camino. Ni que la riqueza sea la perdición. Sí es un atajo propicio, hay que reconocerlo. Sobre todo porque la sociedad, esa masa que no tiene forma y a la que tanta gente cree representar, suele caer rendida a los pies del poder, cualquiera sea; el adquisitivo la deslumbra. De ahí que de la mal llamada cultura del todoporlaplata, todavía queden incómodos rezagos. Dice Yepes en la parte final de su mensaje: “…La integridad no admite términos medios: se es o no se es”. Estamos de acuerdo. Ser un poquito íntegro es como estar un tris embarazada: un imposible. Claro que como aquí se confunden la legalidad y la ética…, una nevecón es suficiente para congelar la integridad de los ventajosos. Qué volatilidad de principios. Igualita a la de las acciones en las Bolsas de Valores. Dobleclick: ¿Será que en esta onda de la justicia mediática, hará carrera que los penalistas utilicen columnas de opinión para reforzar la defensa de sus clientes? Dobleclick 2: El vocablo “infamia” queda chiquito para calificar lo que la Fiscalía y algunos comunicadores le hicieron a Sigifredo.
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