Entre las locomotoras y el buldócer

Vie, 13/04/2012 - 09:02
Como borregos, todos aplauden que el gobierno por fin haya puesto el dedo en la llaga para meter en cintura a la malnacida Comisión Nacional de Televisión. C

Como borregos, todos aplauden que el gobierno por fin haya puesto el dedo en la llaga para meter en cintura a la malnacida Comisión Nacional de Televisión. Con bombos y platillos se celebra en las esferas gubernamentales que llegó el momento de meterle el diente a semejante monstruo y que ahora sí va a haber una entidad seria que la reemplace, la Agencia Nacional de Televisión.

Los colombianos de a pie no se han enterado de que les están metiendo gato por liebre porque no han entendido ni un pito de lo que ha pasado con la famosa CNTV, gracias a que los medios se encargaron de desacreditar, hasta la calumnia, a una entidad que aunque ineficiente lo que sí resultaba era completamente incómoda para los poderes, los poderosos, los neopoderosos y los apirantes a tener poder. Es decir para casi a todos.

El asunto es que la gran conclusión de la llamada opinión pública, que no es otra cosa que la opinión publicada y emitida por los diarios y las emisoras con intereses creados, o con conflicto de intereses por hacer parte de los mismos conglomerados empresariales dueños del negocio de la televisión, la CNTV se había convertido en algo así como un foco de corrupción, burocracia y despilfarro de los dineros públicos que había que liquidar como al DAS de las chuzadas o como al Cajanal de los robos pensionales.

Como todo lo que ocurre en un país de doble moral, los políticos se hacían agua la boca repitiendo el discurso de los medios porque a su vez ellos son beneficiarios de los aportes de los grandes grupos económicos y sus generosas pautas en coyunturas electorales. No hay político con ambiciones futuras que se quiera echar de enemigo a los dueños de los medios, a los que manejan la opinión y controlan la información. Los mismos dueños de los emporios que con su capacidad de aporte económico o de definir aspiraciones mediáticamente terminan adueñados de su suerte.

Lo que pocos saben es que con el pretexto de acabar un nido de ineficiencia administrativa, inoperancia regulatoria y casi nulo control sobre el sector, se decidió dar un zarpazo a la voluntad del Constituyente del 91 que siempre quiso evitar que la televisión quedara en manos del gobierno de turno, por los riesgos antidemocráticos, de manipulación filosófica y adoctrinamiento, de concentración de poderes y de falta de pluralidad, que redundan en contra de la libre expresión y de la libertad de prensa. Se querían prevenir los vicios excluyentes que automáticamente se derivan de estructuras autoritarias, autocráticas o autistas que casi siempre se apoderan del poder o se empoderan del gobierno de turno.

Se ha reinaugurado pomposamente la CNTV, con el cambio de una letra en la sigla. Ahora es ANTV. Se sustituyó el nombre de comisión por el de agencia. Tamaño avance democrático del que pueden pasar orgullosos a la historia tanto el Ejecutivo como el Legislativo. El nuevo ente queda bajo el resorte del gobierno de turno, como si antes no lo fuera. Lo que pasa es que ahora es de frente, o como dirían las mamás, más descarado. Antes los gobiernos, porque de esto no se escapó ninguno desde la creación de la CNTV en 1995, nombraban dos y manipulaban las elecciones de los otros tres y salvo contadas excepciones siempre tuvieron los cinco comisionados en su bolsillo.

Nunca en la historia de esa entidad hubo una determinación en contra de la voluntad del gobierno de turno. Los comisionados del Ejecutivo siempre consultaban sus determinaciones con Palacio y con el ministro. Los nombrados eran agentes sin autonomía. Tenían que preguntar en medio de la junta la decisión de sus jefes, es decir presidente y ministro. Los elegidos, cuando eran producto de manipulaciones gubernamentales como sucedía frenteramente con los gobernadores para elegir el representante de los canales regionales, siempre votaron al unísono con los dos del gobierno.

Y solo una vez, cuando se necesitaban cuatro votos porque según la ley para decidir sobre el tercer canal se requería mayoría calificada, hubo un voto que no controló el gobierno. Por lo que el proceso licitatorio se vino al traste y el Consejo de Estado terminó por darle la razón a la comisionada que se atravesó para que no se entregara una licitación con nombre propio. Esta vez, el gobierno sintió que no bastaba con controlar tres comisionados. Esa fue la razón por la que se decidió acabar de una vez y para siempre con cualquier vestigio de autonomía en materia de políticas públicas y de adjudicaciones en televisión.

Ahora descaradamente nombra uno, propone desde sus entrañas el que eligen teóricamente las universidades y con el ministro completan tres. Y claro con tres pueden despachar, cosa que ya comenzaron a hacer. No existe ninguna diferencia con lo que se hacía antes. Solo que ahora es con mucha cara, o con mucho morro como dirían los españoles. No los de la empresa española que opera televisión en Colombia, que son los que están más felices con que su exempleado sea el ministro y a su vez la voz cantante y sonante como principal agente del gobierno en la nueva agencia de televisión.

Antes, en teoría, el ministro sólo tenía voz pero no voto, era agente pero no comisionado; ahora es agente, tiene voto, nombra el otro voto y manipula el tercero, el cuarto y el quinto, en medio un simulacro de selección en universidades que controla el gobierno. Ahora el gobierno podrá entregar tranquilamente el tercer canal y muy seguramente se lo ganará el grupo del diario que ahora es del tercer grupo económico del país. Nadie duda de que los agentes del gobierno y de que los supuestos representantes de los gobernadores, la sociedad civil o las universidades, vayan a pensar o a votar en contra. Ni siquiera se lo van a cuestionar, so pena de que cierren la agencia.

Y en medio del arrinconamiento a la justicia que se viene gestando en el Congreso promovida por el alto gobierno, se desvanecen las esperanzas de que la Corte Constitucional le de un reversazo a semejante ley que atropella de frente a la Constitución. Ese buldócer anticonstitucional que viene arrasando impunemente en el gobierno de las cinco locomotoras.

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