La noticia referente a que los militares y guerrilleros trabajan de la mano en el fin del conflicto es una noticia alentadora y estimulante, porque resulta significativo que después de cincuenta años de enfrentamiento, las partes se acerquen alistando los lugares donde se concentraran los miembros de las FARC que han decidido dejar las armas y vincularse a la vida civil en el país, después de las importantes negociaciones de la habana.
Coordinados por el señor General Javier Flórez y varios oficiales activos de nuestras fuerzas militares de un lado, y del otro por un importante miembro del secretariado de las FARC el señor Carlos Lozada, y 33 jefes de esa guerrilla que trabajaron en la revisión de los 31 puntos donde se ubicaran por un tiempo los insurgentes que abandonaran las armas y se reincorporan a la actividad productiva y política del país.
Este hecho que debe llamar la atención a los colombianos es prueba que el acuerdo final está cerca y que la refrendación de los acuerdos con el SÍ en el plebiscito es vital para el fortalecimiento de la democracia y un excelente camino para poner fin a la violencia en el país.
Igual de importante el anuncio de lograr el mecanismo para la elección de los magistrados de la jurisdicción especial para la paz, que es la que tiene la histórica tarea de investigar, juzgar y sancionar a quienes hayan cometido delitos graves en medio del conflicto armado: agentes del estado, guerrilleros y civiles. Tarea difícil pero ejemplarizante.
El fallo de la corte constitucional en esta materia es bien claro. Advierte que la condición imprescindible para que los ciudadanos acudan a las urnas es que las FARC renuncie de manera integral y definitiva a la actividad armada, asi como a la amenaza del uso de la fuerza para ganar el poder, esto es en mi opinión dejar las armas que se usaran como instrumento de acción política para intentar ganar la conducción del estado mediante la lucha armada.
Entonces los últimos días de negociaciones en la Habana van encaminados al cierre definitivo de los acuerdos y anunciar al país y al mundo que el gobierno y las FARC-EP Ponen punto final a la existencia de esa guerrilla y surgirá un nuevo movimiento político que contribuirá a ampliar los espacios democráticos del país.
La obligación política, ética y moral de los colombianos es mirar como positivo y determinante esta decisión y apoyarla para que nunca más se vuelva al uso de la fuerza armada para el ejercicio de la actividad política o para la desestabilización de la vida institucional del país
Surgirán como es obvio, muchas voces y dudas en gentes de bien que no pueden creer que esto sea una realidad. A ellos hay que entenderlos y con responsabilidad y sinceridad se les debe explicar el alcance y lo importante del pacto. Igual preocupación o más de las víctimas de la violencia, más de siete millones según estadísticas, que creen que van hacer ABANDONADAS después de un tiempo de vigencia de lo acordado, esperemos que nunca pase y que la reparación, el perdón y la verdad sean reales.
Otra cosa bien distinta es el enfrentamiento político que ha generado las negociaciones de la Habana que nada tienen que ver con la realidad de los textos si no de los criterios programáticos que se fundamentan para rechazarlos o aprobarlos. Esto está ubicado en los del sí y los del no al plebiscito que se convocara en su momento conforme a la norma para negarlos o ratificarlos.
Es claro que votar SÍ no es apoyar el régimen vigente, ni el gobierno imperante, no es así. Sencillamente es dar vía libre a lo pactado por las FARC y el gobierno en la Habana y respaldar las reformas y compromisos que de ellos se desprendan. Los jefes del no, no se oponen en mi opinión a que las guerrillas dejen las armas ni en el fondo a las reformas, lo que es real es la intención política, y el temor a perder espacios y momentos que permitan hacer extensivo los pactos a sectores amigos que han igualmente usado o guiado la violencia como medio para sus pretensiones electorales
Varios líderes que hoy son del NO intentaron acabar con las FARC mediante la negociación o el enfrentamiento militar y a pesar de sus esfuerzos y acciones no lo lograron. Repacemos las épocas desde los gobiernos antes y después del frente nacional o de la constitución del 86 y la vigente del 91 y por ahí estas los hechos que son notorios, registrados y comprobables.
Entonces es hora de sincerarnos y decir con claridad que se quiere. Me llama la atención por ejemplo el proyecto del centro democrático, “tribunal de paz”, igual que artículos interesantes de líderes del NO, que antes fueron comisionados de paz, ministros, empresarios que vociferaban durísimo a favor de la negociación del conflicto interno.
Dejemos el debate por la sucesión del 2018, aplacemos esas pretensiones y concentrémonos en lo del aquí y ahora. Si se quiere agregar algo, modificar, o cambiar contenidos, estamos a tiempo, igual, que pactar o replantear textos antes del final. Pero que la paz es necesaria y debe ir, es una verdad de Perogrullo.
