Hacerse muchos exámenes enferma

Mié, 25/07/2012 - 09:01
Hace unos días intenté explicar a un amigo que repetir frecuentemente las mediciones de antígeno prostático específico (PSA) como medida preventiva no era lo recomendado pudiendo llevar a inneces
Hace unos días intenté explicar a un amigo que repetir frecuentemente las mediciones de antígeno prostático específico (PSA) como medida preventiva no era lo recomendado pudiendo llevar a innecesarias cirugías de próstata con complicaciones (Ann Intern Med. 22 May 2012) sin que la mortalidad por cáncer de próstata variara mucho. Por supuesto no me creyó. Tampoco me habría creído un paciente que conocí hace años en un laboratorio clínico quien se medía colesterol y triglicéridos cada dos semanas. Quizás mi forma de argumentar con estudios epidemiológicos no era la más convincente. Debí decirle como las mamás: búsquese, hijo, y algo se encontrará. Lo curioso es que también muchos profesionales de la salud, a pesar de las auditorías, creen que un examen de laboratorio clínico nunca sobra. No somos conscientes que la variabilidad biológica y la medición inexacta, karma de la medicina diagnóstica, llevan a más y más exámenes que a veces nos dejan en la incertidumbre aumentando el costo del proceso diagnóstico. Con un poco de humor negro (pido excusas pues no es materia de chiste) el paciente puede convertirse en un falso positivo del sistema de salud. A veces es el mismo usuario del sistema que dispara la cadena de exámenes con una exigencia exagerada de certidumbre y precisión. Siempre me ha parecido particularmente peligrosa la situación en Colombia con miles de pequeños laboratorios clínicos de barrio donde cualquier persona puede entrar y solicitar que se le realicen pruebas diagnósticas. La interpretación de éstas se hace ahí mismo sin una adecuada historia y examen físico. Y el tratamiento tras rápido diagnóstico, como si las enfermedades fueran cosas que se encuentran y no sopesadas decisiones, se formula en la farmacia de la esquina o se busca ahora en Internet. Pero esto no ocurre solamente en nuestro país. Un caso extremo de paciente convertido en máquina diagnosticadora se publica en la revista The Atlantic (agosto 1, 2012) en el artículo titulado “The Measured Man” (El Hombre Medido). Larry Smarr, astrofísico quien hizo una fortuna en California desarrollando sistemas de información, se ha dedicado a implementar un modelo digital detallado de su organismo. Con sensores en una pulsera mide continuamente su temperatura corporal, respuesta galvánica de la piel y otras variables. Cuando duerme una banda en su cabeza registra su patrón de sueño cada treinta segundos. Se realiza exámenes de sangre ocho veces al año para cien pruebas de laboratorio en las muestras. Repite al año varias ecografías y resonancias magnéticas que le permiten tener un detallado modelo de su cuerpo en tres dimensiones. Además con su pericia proyecta en paredes estas imágenes permitiéndole “entrar” y examinar recónditos rincones de su organismo. Por supuesto que para todo lo anterior se necesita bastante tiempo y dinero que el señor Smarr ha decidido gastar de esa forma. ¿Y qué ha encontrado? Sus marcadores sanguíneos (específicamente la proteína C reactiva) indicaban que a pesar de su buen estado de salud corporal, no digo nada de su discutible salud mental, tenía una inflamación crónica persistente. Luego de sus habituales y repetidas colonoscopias se llegó a la conclusión que se trataba de una enfermedad de Crohn subclínica en el colon izquierdo. Este es un tipo de colitis crónica de la cual no conocemos la causa, no fatal según el artículo aunque a veces lleva a cirugía para retirar el segmento inflamado. Personalmente recuerdo haber recibido cuando era residente un colon casi completo extraído por esta enfermedad. Parecía de madera por lo rígido y yo al examen patológico creí erradamente que se trataba de un cáncer de colon. En todo caso el señor Smarr tiene el diagnóstico de Crohn entre sus manos y se ha dedicado a investigar su asociación con desequilibrio entre distintas bacterias colónicas. Por lo anterior ahora cultiva y estudia compulsivamente los microbios de su materia fecal guardando muestras diarias en su refrigerador. Me detengo aquí en límites de lo escatológico pero el astrofísico de esta historia tiene en resumen, como cualquiera de nuestros pacientes con dolor abdominal crónico y vago, un tipo de colitis. Y para este diagnóstico se ha gastado unos millones de dólares de su fortuna personal. Me parece más interesante que esta misma historia bizarra la crítica en la revista de algunas autoridades médicas a los pacientes y al sistema que solicitan pruebas diagnósticas en exceso. El Dr. H. Gilbert Welch, profesor de medicina en la Universidad de Dartmouth, ha escrito con otros colegas un libro cuyo título lo dice todo: Sobrediagnosticados-Enfermando las personas al perseguir su salud (Beacon Press, Boston, 2011). En el artículo de The Atlantic se incluye una cita de Welch que recuerda al poeta T.S. Eliot: “Los datos (de laboratorio) no son información, la información no es conocimiento y el conocimiento ciertamente no es sabiduría… Aunque parezca contradictorio, la anormalidad es lo normal”. Cuidado, pues, con buscarnos anormalidades obsesivamente.
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