Hernán Peláez… en vida

Mar, 09/10/2012 - 00:32
El título es una definición decisiva en el proceso de carpintería en la construcción de un libro. Y el que lanzaremos esta semana sobre la vida de Hernán Peláez tenía muchas opciones, incluyend
El título es una definición decisiva en el proceso de carpintería en la construcción de un libro. Y el que lanzaremos esta semana sobre la vida de Hernán Peláez tenía muchas opciones, incluyendo la sugerencia que me hizo el periodista Gustavo Gómez, que le suscitó una sonrisa al biografiado, que interpreté como “busquemos otro”. La idea de Gustavo, que no me disgustaba, era subrayar el hecho de que los homenajes se hacen a los grandes hombres después de muertos, cuando lo justo sería levantarlos en hombros, llenarlos de aplausos y reconocimientos en la cúspide de sus días, como ocurre hoy con Hernán. Hernán Peláez Optamos, de común acuerdo, por Las Historias de Hernán Peláez ante el buen número de anécdotas especialmente futbolísticas que cuenta, apoyado por una memoria prodigiosa que por consenso todos le admiran. “Había un jugador brasileño del Junior (Escurinho) que se vestía en medio de una curiosa ceremonia: prendía algodones empapados en alcohol, supuestamente para alejar los malos espíritus…”.Recuerdo un bárbaro (Vulcano) que comía cebolla cabezona como si fuera una manzana, para cubrir los bronquios, para no ahogarse en el partido…” “En el fútbol, nos nutrimos de todo: buenos, malos, bandidos y malvados...”   Hernán se peleó un día con Julio Sánchez Cristo y sus diferencias llegaron hasta la presidencia del grupo Santo Domingo, que respaldó a Peláez. A las pocas semanas Sánchez comenzó en RCN. Es un hombre de decisiones: un día se fue de La Luciérnaga, porque presiones del gobierno de Andrés Pastrana exigieron el retiro de uno de los miembros de su equipo. Cuando asesinaron al futbolista Andrés Escobar, Peláez decidió no volver a los estadios. Y, recientemente, cuando los directivos del grupo Prisa, dueños de Caracol, le recordaron sus 69 años, ofreció su renuncia al aire y dijo que los españoles una vez vinieron por el oro y ahora por la plata del país. A propósito: cuento todos los detalles que le permitieron a Prisa quedarse con Caracol, habiendo comprado solo el 19 por ciento de la empresa. Este recorrido por la vida de Hernán Peláez me dio la oportunidad de repasar también la historia de la radio colombiana, los tiempos en que mandaba Todelar y la sintonía en El Campín era toda de Pastor Londoño Passos, Hernán Peláez, Oscar Restrepo Pérez y Hernando Perdomo Ch. La Luciérnaga en estos 20 años, ocupa lugar importante en la narración, contada por todos sus protagonistas, desde cuando se sentaron —de urgencia— a inventarse un producto por el apagón que vivió el país. Ricardo Alarcón, Darío Arizmendi, William Restrepo y el propio Peláez trajeron momentos inéditos para completar el mapa del exitoso programa radial. Obviamente abordamos el tema de la vida y la muerte, del cáncer que afrontaron él (hace poco) y su esposa (años atrás). Hablamos de la radio en extenso, de la competencia, de los hijos, de los nuevos retos. Hernán considera que, de seguir en Caracol el próximo año, dejará uno de los tres programas que hoy realiza: La Luciérnaga, El Pulso del Fútbol o el Café Caracol. El contrato que firmará (o no) con su empresa de 40 años  será por un año… no por dos como lo venía haciendo. La música de Peláez también es asunto para destacar, con el apoyo de Marco Aurelio Álvarez, don Bernardo Hoyos, Samuel Tobón y Ley Martin. Decenas de personajes vinculados a la radio y a la vida de Hernán hicieron sus aportes. Y el libro contiene comentarios de pesos pesados de las letras como Daniel Samper, Juan Gossaín, Juan Esteban Constaín, Ricardo Silva Romero, Jota Mario Arbeláez, Andrés Salcedo y Orlando Cadavid, entre otros. Yamid Amat, quien llevó a Hernán al programa 6 AM y le abrió las puertas a otros espacios distintos al comentario deportivo, cuenta con mucha picardía la buena amistad que tenían con Jaime Ortiz Alvear, tres temperamentos desiguales. “Esa relación era muy fácil. Hernán era muy fiel. Jaime infiel. Y yo… yo en la mitad. Eso nos permitía entendernos…”. Un apunte final, que sintetiza la fortaleza de Hernán Peláez, en casi todos los aspectos de vida. En uno de los momentos más duros de su enfermedad, una médica la preguntó en voz baja: Dígame la verdad, ¿ha llorado estos días? ¿Y es que tengo que llorar? Es que los medicamentos que le doy son muy depresivos. La gente piensa hasta en suicidarse… Pues yo no tengo tiempo para eso. Me tomo las pastas a las 12 del día y tengo programa a la 1. No puedo ponerme a llorar en el programa, paso de largo. Como suele hacerlo ante las adversidades y en su trabajo, porque antes de salir al aire todo es rápido. Quizá por eso le decían “ventarrón”. Honor para mí, que agradezco infinitamente, haberme permitido entrar en su vida, doctor Hernán Peláez.
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