Instrucciones para desescalar una espiral

Vie, 26/12/2014 - 07:08
Para los intelectuales o expertos en categorizar temas novedosos, ahora en el proceso de paz hay que desescalar el conflicto. Ante la creciente demanda de los ciudadanos de a pie por una respuesta cla
Para los intelectuales o expertos en categorizar temas novedosos, ahora en el proceso de paz hay que desescalar el conflicto. Ante la creciente demanda de los ciudadanos de a pie por una respuesta clara sobre el momento de quiebre entre la guerra y la paz, o el dato preciso sobre la hora “cero” del día “N” en que se silenciarán las armas, o siquiera una muestra verificable que permita avizorar la luz al final del túnel y le indique a los colombianos que cesará la horrible noche, la salida eufemística y académica es que hay que desescalar el conflicto armado. Esto supondría que se tendría identificado en qué forma se escaló y qué factores hicieron posible que se convirtiera en esa especie de espiral infinita de violencia, como paso previo para comenzar la operación inversa o si habría lugar para que por lo menos fuera reversa. Si Julio Cortázar tuviera que hacer su aporte, con la lógica del cuento “Instrucciones para subir una escalera”, tendría que contradecir a politólogos y violentólogos, que ahora serán los pazólogos, enconchados en sus interpretaciones tecnoburocráticas ante las que el escritor se pronunciaría con su elemental observación. Comenzaría por describir la escalada del conflicto armado en Colombia con sus dos vectores que no se pueden ignorar. La exclusión y el aventurerismo, lo cual traducido al buen romance significaría la forma como asumieron sus roles tanto la derecha como la izquierda, y en tono más castizo y vulgar identificaría las exóticas posturas que adoptaron los defensores de los ricos y de los pobres; pero para desmenuzarlo con precisión diría que fue una degeneración de las violencias de los supuestos defensores de los ricos interrelacionadas con las violencias de los supuestos defensores de los pobres. Porque por arte de mafia los paramilitares, que no son otra cosa que la aritmética resultante de una mezcla química entre coca y pólvora más una combinación física de mafiosos con militares, terminaron como defensores a ultranza de los ricos, fueran ganaderos, terratenientes, o cualquier secuestrable. Y por obra del gramaje los guerrilleros, que no son otra cosa que la aritmética resultante de la mezcla química de pólvora y dinero más una combinación física de izquierdistas lumpenizados o románticos traquetizados y mamertos reciclados, que terminaron como oportunistas defensores de los pobres, fueran campesinos, desclasados, o sindicalistas. Y en medio de estas explosivas mezclas se ha llegado a una escalada violenta en espiral que ha multiplicado geométricamente las víctimas de tal suerte que desescalar ese escenario requiere mínimo saber recorrer los pasos que se utilizaron para ascender la escalera con el propósito de recogerlos para descenderla. Ahora, como nadie tendría claro si la espiral violenta en Colombia pertenece al rango de la Arquimediana o de la Fermatiana y esa discusión el escritor preferiría dejársela a los pazólogos, concluiría con simpleza que puede ser más logarítmica o en el mejor de los casos hiperbólica por cuanto las curvas exponenciales que ha alcanzado en número de víctimas se distancian cada vez más del centro y del ángulo, puntos de partida. Y sí la espiral se define como una línea generada por un punto que se aleja progresivamente del centro y a la vez gira a su alrededor, función que depende de dos valores, el ángulo del eje de referencia y la distancia con su vértice, en este caso desescalar implicaría una visión geométrica en la que el ejercicio consistiría en bajar los escalones, que en castellano sería desmontar proporcionalmente lo que se ha construido o lo que se avanzó en la escalada. Es decir que, en esa lógica, si las FARC secuestraron tendrían que devolver a los secuestrados, que si asesinaron deberían reparar a las víctimas y que sí traficaron habrán de devolver los capitales producto de la droga. Por el lado del Estado habría que asumir que los paramilitares son un producto suyo, por lo menos por omisión, y que debería entrar a reparar a las víctimas del paramilitarismo y a devolver las tierras que despojaron a los campesinos. Además, que los militares que se desmadraron se asumirían como un pecado del Estado, por acción. Pero estos ejercicios serán apenas el comienzo en ambos factores del conflicto por desescalar. Y si el Estado o la guerrilla suponen que esa operación reversa pertenece únicamente al bando contrario, estarán ignorando que el fenómeno tiene dos orígenes simultáneos, la exclusión y el aventurerismo, que degeneraron en masacres indiscriminadas y narcotráfico por cuenta de ambas partes. Según las instrucciones de Cortázar “agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón”. Esto haría pensar que se hace perentorio acoger el símil y agacharse para ponerse en posibilidades de alcanzar el peldaño, o sea que será necesario bajar la cerviz o inclinarse como primera condición para empezar a desescalar. De la misma manera, la izquierda tendría que ponerse verticalmente y la derecha horizontalmente, es decir que sin muchos rodeos la guerrilla debiera actuar de frente, como sugiere Cortázar que se suba una escalera, y la derecha con los brazos colgando sin esfuerzo y la cabeza erguida, aunque no tanto que los ojos no dejen ver los otros peldaños, y respirando lenta y regularmente. En ese momento el mundo habrá observado que unos y otros se pliegan a la voluntad ciudadana y que mientras una parte sube de manera perpendicular la otra se coloca en forma paralela, con lo cual darán paso a un nuevo ángulo recto; y así, si se repite esa conducta en línea quebrada se alcanzarán alturas inimaginables. Ambos actores comprenderán que la actitud natural consiste en mantenerse de pie y evitarán alcanzar los peldaños de costado o hacia atrás porque les resultará particularmente incómodo. Puesta en el primer peldaño la parte que para abreviar llamaremos una parte, o la derecha, se recogerá la parte equivalente a la izquierda (que también se llamará parte aunque no quieran confundirse) y conduciéndolas con altura se llevarán al otro peldaño, el del posconflicto. Allí habrá más esfuerzo pero, si se adquiere la coordinación necesaria, ambas partes descansarán así sea una primero y otra después. La coincidencia del nombre de parte y parte hace difícil la explicación. Pero llegado en esta forma al segundo peldaño bastará repetir alternadamente los movimientos hasta encontrar el final del túnel. Y se saldrá de la espiral fácilmente con un ligero golpe al ego del talión que es lo que le impide moverse para el descenso o para desescalar, en términos modernos. Así, solo si se siguen las instrucciones de Cortázar se podrá aplicar la lógica del fallecido amigo Juan Arciniegas cuando jugaba futbol y daba instrucciones precisas: “esto es muy fácil, yo la recupero, se la paso a usted y usted se la pasa a fulanito y fulanito la cruza para zutanito y este dispara al arco y hace el gol”. De otra manera estaremos buscando en otro cuento de Cortázar, las Instrucciones para llorar, porque no habrá ni tiempo para seguir el de las Instrucciones para subir una escalera al revés, que podría parecerse técnicamente a desescalar pero aquellas tampoco funcionan porque son como para el proceso 8000 ya que se hacen de espaldas. Pero como se agota el tiempo, aún estamos a tiempo de seguir las Instrucciones para dar cuerda al reloj, porque allá al fondo está la muerte, pero Cortázar dice que no tengamos miedo ya que figurativamente se puede detener el tiempo, pero en su preámbulo, el otro cuento, nos dice que no nos regalan el reloj sino una cadena de rosas y un calabozo de aire.
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