Juego de Tronos

Semana compleja la que tiene por delante el presidente Juan Manuel Santos. No quisiera estar en sus zapatos. Cada día las cosas se complican más. Parece cierta la “maldición” de los segundos periodos: con algunas excepciones, no hay mandatario reelegido que no viva un suplicio inimaginable. A la cascada de acontecimientos adversos de los últimos meses, se suma una serie de decisiones que tendrá que tomar el primer mandatario en los próximos días y que seguramente generarán fracturas irremediables en la maltrecha Unidad Nacional o coalición de gobierno. Santos debe enviar la terna de la que se escogerá al próximo Fiscal General de la Nación a la Corte Suprema de Justicia. Si no enlista a Jorge Perdomo, caerá sobre el Gobierno la ira de la casa Gaviria; si deja por fuera a Yesid Reyes, el samperismo se sentirá herido, y, si zafa a Néstor Humberto Martínez, Luis Carlos Sarmiento y el vicepresidente Vargas Lleras entenderán el gesto como una declaración de guerra. Como no hay cupo para los tres candidatos aquí reseñados (por ley en la terna debe ir una mujer), uno de ellos debe ser sacrificado. Es justo, en este estadio, en donde cuentan los cálculos políticos, y en eso el presidente a veces acierta. Santos tendrá indefectiblemente que escoger el mal menor, que no es otro que dejar insatisfecho a aquel grupo político o de poder que le genere menos dividendos. Aunque no es el mejor momento para quedar mal con nadie, no hay de otra; a menos que el Presidente decida nombrar al “sacrificado” ministro, y eso podría calmar las aguas; pero ahí surge otro galimatías: los conservadores y los miembros del partido de la U no se aguantarán ese brinco. En la crisis ministerial y de institutos descentralizados que se avecina, todos los movimientos que apoyan al Gobierno, están pendientes de su cuota burocrática. Tarea titánica la que tiene por delante Santos: es imposible dejar satisfechos a todos; la torta no alcanza para tanto. La elección de fiscal y el nombramiento de nuevos ministros serán el florero de Llorente, a partir del cual se empezará a gestar la ruptura definitiva de la Unidad Nacional, y con ello quedará demostrado que se trataba de una asociación por puestos y no de una alianza en torno de las ideas. La ñapa I: El Congreso renunció a la obligación de legislar sobre el matrimonio igualitario. Se hicieron los de la vista gorda y engavetaron el proyecto varias veces. Con todo derecho y razón, la Corte Constitucional asumió la competencia: lo formal no puede estar por encima de lo sustantivo, cuando de derechos fundamentales se trata. Celebro que el matrimonio entre personas del mismo sexo sea prontamente una realidad. En una democracia no puede haber ciudadanos de primera y otros de tercera. La comunidad LGTBI tiene los mismos derechos que cualquier heterosexual. Los gustos sexuales son una condición, no una elección y la ley debe respetarla y protegerla. La ñapa II: Las fundaciones y cuentas de Panamá solo son un problema, si el dinero depositado tiene origen ilícito; de lo contrario, en el caso de Colombia, no pasaría de ser un tema de impuestos. abdelaespriella@lawyersenterprise.com