Antony Beevor Memoria Crítica 2 edición Barcelona, España, 2009
El 26 de abril de 1937 pasó a la historia como el más impactante bombardeo hasta ese momento a una población civil en un poblado que tenía un significado especial. Hace 75 años, la Legión Cóndor, así llamadas las cuadrillas de aviones de la Luftwaffe Nazi, masacró a los habitantes y destruyó la ciudad de Guernika, la ciudad sagrada de los vascos. A finales del mes de marzo, había sido bombardeada Durango y ya Madrid y Bilbao habían sido sometida a bombardeos desde el año anterior. El dolor y la tragedia fueron plasmados al lienzo por Picasso en su célebre cuadro Guernika, de tonos grises, hoy en el Museo Reina Sofía en Madrid.
La Guerra Civil Española es el abrebocas sangriento de la Segunda Guerra Mundial. El alzamiento de los Nacionales en julio de 1936, luego acompañado de las potencias fascistas italiana y alemana produce un levantamiento a nivel de toda la península frente al gobierno del Frente Popular (de izquierdas) constituido al haberse impuesto en unas elecciones reñidas en febrero de 1936. Las fuerzas republicanas terminarán soportadas por la ayuda de otra potencia totalitaria, la Unión Soviética. Los países democráticos se encierran bajo el principio de la no intervención y con su pasividad permiten que en España se desaten todas las pasiones que serán el preludio de una hecatombe posterior.
Beevor, con la maestría del narrador y cronista avezado y observador imparcial nos regala en este libro de gran valor toda la dinámica que precedió al conflicto y su desarrollo posterior de muerte, intolerancia y destrucción. Al igual que con sus otras obras, Stalingrado, Día D, Berlín 1945, presenta con notable precisión, a manera de bitácora de capitán de barco, el día a día del que fuera un levantamiento militar hasta convertirse en el escenario de una guerra a gran escala con más de trescientos mil muertos en su cuenta macabra.
En esta obra se ve claramente al bando republicano con las disputas inconcebibles entre los distintos grupos de izquierda; aparecen las milicias de obreros con la pañoleta rojinegra de los anarquistas; los overoles de las centrales sindicales socialistas; la epopeya de las brigadas internacionales integradas, las más de las veces, por románticos revolucionarios de todas las latitudes; los disciplinados y paranoicos comunistas con su famoso Quinto Regimiento; los radicales trostkistas; los nacionalistas de todas la autonomías; la intelectualidad, Alberti, Machado, Hernández por decir algunos. Todas estas facciones canibalizándose (si el término cabe) entre ellas y no contando con un liderazgo único, lo cual al final debilita cualquier posición y permite que el contrario avance.
Del lado Nacional, bajo la cabeza del Generalísimo y luego Caudillo, Francisco Franco, el hombre de la Legión de África, aquel que era conocido como el oficial de “las tres “emes”: sin miedo, sin mujeres, sin misa”, confluyen las columnas de tradicionalistas carlistas, los requetés, con sus boinas roja y borlas doradas; las camisas de mahón azul de los falangistas; los conservadores; el clero, perseguido por los rojos comunistas; la clase media sometida al escarnio del despojo; los quintacolumnistas en las zonas republicana; los tabores de moros reclutados en el Marruecos Español. En fin todos unidos en lo que se denominó la Gran Cruzada por España Una, Grande y Libre.
Es la guerra de las declaraciones; desde el “Muera la Inteligencia” de los Tercios Nacionales hasta el “No Pasarán” de la Pasionaria, emblemática líder comunista. Es la guerra de los ensayos sociales con las colectivizaciones anarquistas en Aragón; de las alocuciones radiales de lado y lado negando la verdad; de las angustias y pesares; del odio y la intolerancia; de la represión y el irrespeto.
Como todas las guerras, ésta tampoco dejó de traer miserias, dolor, apabullamiento del vencido; heridas que aún después de 75 años no han cerrado del todo.
Al final, solo esta frase de Beevor que refleja esta fatídica confrontación: “Cómo demostró la guerra civil española, la primera baja de la guerra no es la verdad, sino la fuente de la que procede: la consciencia y la integridad del individuo”.
