Hace poco cayó en un corregimiento olvidado del municipio de La Loma en el Departamento del Cesar el premio mayor de 72.000 mil millones de pesos del Baloto. Todo el país estuvo semanas pendiente de como el acumulado iba creciendo y creciendo y cada día más, incluido quien escribe esta reseña, compraba los miércoles y sábados la boleta, soñando y elucubrando que hacer si la fortuna llegara con esa cantidad millonaria.
Germán Borda escribió en 2009 una novela que tituló La Lotería. Yo he trasegado por la literatura del Dr. Borda por convicción y gusto. De hecho, he incluido en este portal de Kien&Ke una reseña de sus obras y una más detallada de una de sus novelas. Considero que dado que existe un ganador del Baloto en un pobre municipio del país, nada más apropiado que rememorar esta novela del Maestro Borda.
Siempre la ambición forma parte integral del ser humano; bien podría decirse que si no deseara con tantas ansias el poder y el dinero las relaciones no existirían. Esta afirmación por dura que parezca se confirma a diario en las continuas y sempiternas luchas por conquistas, tesoros, no siempre exentas de injusticias, desfachatez y porque no, de infamia. Tanto es así que cuando alguien se sale de este patrón, es considerado un santo y digno de veneración.
En esta novela, Borda recrea cómo un boleto ganador del Gordo de una lotería cambia la historia de una personas que están entrelazadas en un círculo. El dueño del billete, pudiente, egoísta, algo snob; la persona que hace el aseo del apartamento del “afortunado ganador”, quien lo encuentra entre el desorden y cae en la tentación de tomarlo; la novia que solo pretende es tener un partido con quien casarse.
Tal como en la inmortal obra de Víctor Hugo, el que roba forma parte de ese ejército de personas que sobrevive en las urbes con un trabajo no calificado y mal pagado y con un cúmulo de necesidades sin cubrir. Esa persona humilde cuando informa que ha ganado la lotería y se ha convertido en millonaria, ahora es sujeto de toda suerte de almibaradas pretensiones, hipócritas reverencias, peticiones de todo tipo por cuenta de sus vecinos, igual necesitados que ella; le abren la puerta de los bancos, de las joyerías, de los lujosos hoteles, porque en el mundo actual el dinero es la llave que lo abre todo.
Por otro lado la horda de abogados y tinterillos que pretenden restablecer el derecho del legítimo dueño, y un personaje, tan siniestro como todos, que solo por diversión cree tener el don de la justicia.
La narración de Borda es agradable e impregna en cada página el devenir de una historia común: la de las pasiones desbordadas cuando el dinero se convierte en el único elemento vital de la existencia. Las lecciones morales que a lo largo del escrito se presentan sirven para reconocernos en más de un personaje de la historia. ¿A cuál me parezco más?
No se trata de justicia, ni de quien tiene el derecho a recibir el dinero de un premio. Se trata de cómo la vida cambia cuando se tiene en demasía e inesperadamente. No pretende Borda en una falsa postura moral decir que entonces tener riqueza sea malo. Muestra al ser humano tal y como es. Esa es la enseñanza de esta interesante novela.
