La payasada conservadora

Lun, 07/09/2015 - 15:34
El otrora respetable Partido Conservador se ha convertido en una caricatura, fragmentado en tantos pedazos como sean necesarios para saciar el apetito voraz y burocrático de sus jefes y jefecillos.
El otrora respetable Partido Conservador se ha convertido en una caricatura, fragmentado en tantos pedazos como sean necesarios para saciar el apetito voraz y burocrático de sus jefes y jefecillos. El derrumbe era visible cuando el país convirtió en presidente a Andrés Pastrana, un remedo de estadista, que casi quiebra al país. Obviamente su pobre liderazgo se acabó por completo apenas terminado su funesto gobierno. El partido de Ciro y Carlina, llamado así con ironía en referencia a sus dos excongresistas (Ciro Ramírez y Carlina Rodríguez) degeneró –más todavía- en una montonera que se tomó el entonces presidente Álvaro Uribe, hasta acabarlo. Hoy es el partido de Barguil y Marta Lucía, lo que hacía suponer el retorno de una jefatura digna. Y fue elegida pero no acatada. Hoy los goditos, como ocurre también con otros partidos, son una montonera desperdigada en todas las campañas y todos los candidatos. El “monstruo” Laureano Gómez debe estar arañando su tumba (desde hace rato, además) para aplicarle fuete a quienes convirtieron su partido en el relajo de hoy, casi todos pegados a la ubre oficial, sin importar color, tamaño y pezón. David Barguil, el presidente del directorio y la excandidata presidencial Marta Lucía Ramírez decidieron apoyar al candidato Peñalosa en Bogotá. Otros se fueron con Clara López, algunos con Rafael Pardo y creo que muy poquitos acompañan a Pacho Santos. No hay tiempo ni voluntad de discutir temas ideológicos, asunto tan estrafalario como declararse apasionado de bambucos y torbellinos. La moda son “los acuerdos programáticos”, la forma más elegante del “cómo voy yo”. Pero no es enfermedad exclusiva de los conservadores. Los liberales se esparcieron como la mermelada por todos los partidos y matices, primero ordeñando el presupuesto oficial con Uribe y ahora con Santos. La mitad de los senadores liberales elegidos en el 2002 terminaron genuflexos con Uribe y después se volvieron santistas. Mañana lo que toque. La política se volvió unipersonal o familiar. Cada quien defiende lo suyo, lo cual se traduce en que próceres como Severo Correa mantengan su puesto por 25 años y antes de irse aseguren una curul en el Congreso para uno de sus hijos y otra de concejal para el niño menor. Y que bandidos como Andrés Camacho Casado, encarcelado por robar a Bogotá, pretendan mantenerse en el concejo a través de viejos socios (su candidato es Pedro Rojas). O que “el inmaculado” Omar Mejía Báez (pagando casa por cárcel) trate de imponer a su hermano. Estoy de acuerdo con la Misión de Observación Electoral: “votar mal favorece a las mafias”. @artunduaga_
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