Las cosas se complican

Mié, 04/05/2016 - 16:20
Dicen que viajar ayuda a ver las cosas con distancia y sin dramatismos pero, según mi propia experiencia, compruebo que cada día se cumple menos eso. Hace unos años un viaje fuera del país signifi
Dicen que viajar ayuda a ver las cosas con distancia y sin dramatismos pero, según mi propia experiencia, compruebo que cada día se cumple menos eso. Hace unos años un viaje fuera del país significaba aislarse de los acontecimientos y contar con poca información. Los periódicos del exterior se ocupaban muy rara vez de lo que ocurría en Colombia y de manera poco exhaustiva. Una mirada ligera les era suficiente cuando se trataba de uno de entre los cientos de países que nunca han sido prioritarios para los intereses de las superpotencias. Pero con Internet las cosas han cambiado. Si se quiere tomar distancia ya no es suficiente con subirse a un avión y recorrer miles de millas. La información irá con usted a donde quiera que vaya. Queda en la voluntad de cada quien decidir si quiere estar informado y estar al tanto o no de los problemas que aquejan a su patria. De esta manera, los extraordinarios medios de comunicación que nos ha regalado la tecnología hacen que podamos llevar a donde quiera que estemos un país portátil. Ahora estoy en Nueva York con motivo de la exposición de mi obra en White Box pero sigo tan informado como si no hubiera viajado, continúo dando mis opiniones por Facebook y por WhatsApp me comunico con una facilidad que no deja de asombrarme. Ese país portátil es el que me acompaña vaya donde vaya y, por lo tanto, no deja de ser motivo de inmensas preocupaciones. Aunque debo admitir que hay algo en la mirada que si cambia con la distancia, como si lo que se muestra muy grave estando en Colombia, afuera lo pareciera menos. Por ejemplo, el domingo recibí este mensaje: “¿Viste lo de Montealegre en El Espectador?” y no pensé que fuera algo grave -este personaje había salido de la Fiscalía y, luego de que no lo aceptaran como embajador en Alemania, había anunciado que se dedicaría a estudiar-. Pero estaba equivocado, es de inmensa gravedad y una sola voz se ha levantado para prevenirnos de lo que se viene con esto, la de Fernando Londoño. Veamos: a lo que se refería el mensaje era a la entrevista en la que Eduardo Montealegre reveló, con total cinismo, una siniestra maniobra que se ha puesto en ejecución. ¿De qué se trata tan delicado asunto? Para empezar hay que resaltar que si Fernando Londoño le dedicó dos editoriales seguidos, algo excepcional en La Hora de la Verdad, es que la cosa es más grave de lo esperado. En el primero, Londoño alcanzó a pensar que se trataba de una perogrullada y requirió de uno segundo para aclararle a sus oyentes que Montealegre no estaba actuando a la loca y que lo que nos tiene preparado, junto a Santos y los terroristas, es un golpe de Estado. Hasta el día de hoy nos hemos acostumbrado a hablar de acuerdo para designar lo que se busca en las conversaciones de paz. Montealegre se ha puesto en la tarea de demandar la palabra “acuerdo”, parece un chiste pero no lo es y, por el contrario, el asunto es más peligroso de lo que podamos imaginar. Londoño nos aclara que de lo que se ocupa Montealegre, junto a los asesores jurídicos de los terroristas y de Santos, que son los mismos, es hacer que lo acordado en La Habana sea un “Tratado” con efectos internacionales. Para ayudarnos a comprender que en el derecho internacional hablar de Tratado es muy diferente a hablar de acuerdo, Fernando Londoño pone el ejemplo de una palabrita aparentemente rebuscada, la de “plenipotenciarios”. Resulta que está dirigida a otorgarles un estatus internacional a los personajes que la ostentan. Igual pasa con la palabra “tratado”. Montealegre busca con esa demanda que, aunque parezca increíble, fue admitida por la Corte Constitucional, otorgarle categoría supraconstitucional a lo acordado entre el gobierno de Santos y las FARC, de tal manera que no requiera ser refrendado por el pueblo. Lo que quiere decir es que a los colombianos nos sacaron de taquito mientras Santos, con su habitual manera de cañar, anuncia falsamente que habrá plebiscito para tener la excusa de que no fue él sino la Corte la que no lo permite, dice Fernando Londoño. Lo que logran, quienes pretenden cogobernar con las FARC, con esta demanda interpuesta por Montealegre es darle carácter supraconstitucional a todo lo que se les ocurra acordar y para esto requieren firmar un Tratado, y no un simple acuerdo, de tal manera que no se va a poder alterar sino a través de otro Tratado con las FARC. Nada más y nada menos que eso. A los que nos preguntábamos qué diablos podían haber hablado por cinco horas Santos con Montealegre hace unos días, Londoño nos dio la respuesta: tramar un golpe de Estado a partir de una jugada tan simple con la que nadie se sintiera inquieto: demandar una palabra. Según parece, lo que creía un efecto secundario resultado de la distancia, el de no ver tan graves las cosas, se está viviendo también en los que se quedan, y he llegado a la triste conclusión de que hemos perdido la capacidad de reacción y esto nos va a costar muy caro.
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