Lecciones agridulces de la Cumbre de Cartagena

Mar, 17/04/2012 - 09:02
La Cumbre de las Américas se desarrolló bien aunque terminó regular. El retiro precipitado de algunos presidentes y la imposibilidad de firmar una declaración final

La Cumbre de las Américas se desarrolló bien aunque terminó regular. El retiro precipitado de algunos presidentes y la imposibilidad de firmar una declaración final fueron el resultado explicable de una politización del evento que se venía ver cuando se pusieron en la mesa de sus deliberaciones temas tan sensibles como la legalización de las drogas, las relaciones con Cuba, el problema de Las Malvinas con Inglaterra y el mejoramiento de la condición de los migrantes latinos en los Estados Unidos.

Lo primero que tiene que reconocerse es que la capacidad del Presidente Santos y de su Canciller para lograr reunir en un mismo escenario, alrededor de estos temas, a casi todos los mandatarios de una región que hoy está en situación de ebullición permanente, es toda una proeza. Antes estas cumbres funcionaban como un relojito porque se iba a hablar en ellas de lugares comunes que nos unían a todos bajo el paraguas del Consenso de Washington; con razón y algo de picardía caribe el Canciller Maduro de Venezuela hablaba de que ahora lo que hay en la región no es el Consenso de Washington sino el consenso sin Washington.

También debemos afirmar otra verdad: el Presidente Obama, en pleno proceso electoral, no tenía ningún margen de maniobra para moverse en los temas políticos de la Cumbre; la que se hubiera armado si hubiese cedido en el tema de la legalización de las drogas con los fundamentalistasna uga que eue la razón esta gringos; cómo se habrían alzado los votantes cubanos de Miami si se hubiera movido un ápice en el injusto tratamiento que se le sigue dando a la isla después de medio siglo; imagino el reclamo de su incondicional aliada, Gran Bretaña, si hubiera mostrado alguna solidaridad con la legítima pretensión de Argentina por que le devuelvan Las Malvinas; lo mismo si hubiera reiterado su compromiso con el dream act que anunció hace cuatro años durante su primera campaña para hacer realidad el sueño de los migrantes hispánicos. Es ingenuo entonces pensar que Obama no iba a venir con un diplomático y gigantesco NO a todas las propuestas sacadas del cubilete en las vísperas del encuentro.

Lo importante es sacar lecciones constructivas de estas cumbres hacia adelante. Asistí en mi condición de Presidente de Colombia a la primera de ellas, celebrada en Miami en 1994, en la que el Presidente Clinton lanzó la ambiciosa propuesta de constituir un gran bloque americano de integración que compitiera, tú a tú, con los bloques asiático y europeo de integración que iban entonces viento en popa. Washington, Bolívar, Martí y Morelos fueron invocados en aras de ese gran proceso que emularía con la propuesta bolivariana del Congreso Anfictiónico en el istmo de Panamá, que nunca se celebró. Las propuestas de Miami quedaron, quince años después, reducidas a un archipiélago de tratados de libre comercio con unos cuantos países de la región, Colombia entre ellos a partir de mayo, que versan sobre los temas de mayor interés para los Estados Unidos (propiedad intelectual, protección de la inversión, arbitrajes internacionales, cuotas de televisión y pantalla, conectividad restringida), pero que no abordan los “temas nuestros” como la defensa de la biodiversidad, la protección de los migrantes latinoamericanos en EE.UU., la creación de fondos de cohesión –como en Europa– para aliviar nuestras desigualdades sociales y geográficas o la reducción de subsidios norteamericanos a sus productos agrícolas que compiten en desventaja con los latinoamericanos. Desde Miami es evidente que las cumbres, incluida la de Cartagena, han estado sesgadas en sus agendas por los intereses prioritarios de la política internacional norteamericana respecto al hemisferio: seguridad, drogas, conectividad y libre comercio. Con razón el Presidente Obama dijo que estos tratados de libre comercio eran para “vendernos” más productos norteamericanos.

Para la próxima Cumbre de Panamá (si la hay) deberíamos ser claros y entender que este es un escenario político para que América Latina acuerde con los Estados Unidos un nuevo relacionamiento continental acorde con la realidad que estamos viviendo. Parte sustancial de esta realidad nos obliga a reconocer que hoy en día tenemos en América dos modelos de crecimiento actuando dentro de una misma región; señala también que si insistimos en “ideologizar” nuestras relaciones acusándonos unos a otros por no seguir cada uno el modelo del otro, que es como pedir al que está jugando baloncesto que lo siga haciendo pero con las reglas del fútbol o viceversa, terminaremos reventando la unidad del hemisferio. Otra cosa distinta y eso fue lo que, precisamente, sucedió en Cartagena es que se utilicen estos escenarios de encuentro para “repolitizar” nuestras relaciones, para hablar de lo que nos divide y enfrenta, para superar por la vía del diálogo nuestras materias contenciosas o para tratar de convencer a quienes piensan diferente de que la razón está de parte nuestra; para eso sí sirven estas cumbres. Nada sacamos con poner enfrente de cada tema el consabido letrero de las salas de cuidados intensivos de los hospitales de “silencio, enfermo grave”, para que no se hable siquiera de ellos. En Cartagena algunos países de la región trataron de hacerlo, por lo visto, sin éxito. Por ese camino, mejor cerrar la expirante OEA y hablar frente a frente todos los países, sin exclusiones ni guetos, de nuestras controversias. Tal vez a Estados Unidos le haya pasado, como quedó visto en Cartagena y a pesar del carisma de su Presidente, lo que sucede a ciertos padres que por seguir tratando como niños a sus hijos no se dan cuenta de que ya llegaron a la adolescencia. Y que no se diga que esta es una apreciación paternalista porque según el lema de la pasada Cumbre, todos somos hermanos; el problema es que, siguiendo a Owen, hay unos en América Latina que se sienten más hermanos que otros. Y una última inquietud a titulo de posdata: ¿alguien habrá medido el cubrimiento mediático que tuvo la Cumbre Social paralela de Cartagena frente a la Cumbre igualmente paralela de los empresarios y la de los Presidentes?; me muero de la curiosidad por saberlo.

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